En el ejercicio llevado a cabo por el Grupo de Diarios América (GDA) en su trigésimo aniversario y del que forma parte EL UNIVERSAL, se propuso hacer un diagnóstico del estado que guardan las democracias en América Latina, encontrando que pese a la multitud de problemas que cada país enfrenta, y salvo el caso de Venezuela, hay una estabilidad democrática en nuestra región, por lo menos a decir de los políticos y expertos consultados para el sondeo.

Si bien se destacan los avances democráticos que cada país ha experimentado en los últimos años, se reconocen también los retrocesos e inestabilidades en algunos ámbitos, que han llevado a profundizar la división entre pobres y ricos, y que ha dejado espacios en los que ganan terreno los populismos, algunos de tendencia autoritaria, lo cual no es un fenómeno exclusivamente latinoamericano.

Por la desigualdad social, hay una lucha por la aprobación y el apoyo de las masas, y es una batalla particularmente difícil en Latinoamérica, donde según los sondeos y encuestas, la democracia ha perdido efectividad que redunda en un incremento en el apoyo hacia los autoritarismos, creyendo que éstos son más eficientes.

Un mensaje que, por ejemplo, los gobiernos de Rusia y China quieren fomentar, rechazando las críticas y asegurando que sus sistemas políticos, económicos y de administración son más efectivos que las democracias, y que hechos en naciones supuestamente democráticas como los Estados Unidos, donde se dio el asalto al Capitolio por grupos ultraconservadores, llevan a preguntarse qué está pasando en el mundo supuestamente “libre”.

Pareciera que las democracias son en esencia disfuncionales, no obstante, resultan ser la única manera en que las minorías en teoría pueden ser tomadas en cuenta, y por la cual se pueden corregir errores de gobernantes y líderes que se presentan como infalibles y perpetuos.

Se trata de una batalla por la confianza y la fe de los gobernados, a quienes trata de convencérseles de que quien los conduce tiene recetas o soluciones mágicas que los llevarán a paraísos de libertad, bonanza e igualdad en la Tierra.

La Segunda Guerra Mundial es el ejemplo paradigmático de lo que puede ocurrir cuando a un líder se le da poder casi ilimitado y sin restricciones, solamente siguiendo sus promesas de soluciones mágicas y de derrota a los enemigos de su nación. Por eso es que no hay que perder el horizonte y estar atentos para no ceder o caer ante las promesas y espejismos de populismos oportunistas.