No reniego de mi alma mater, me formé en la Facultad de Derecho de la UNAM; no obstante, como abogado no puedo ignorar la enorme calidad educativa de la Escuela Libre de Derecho, misma que he podido comprobar en mi trato con su comunidad. Por esto es extraño escuchar a algunos de sus egresados, que buscan un lugar en la política oficialista, denostando gratuitamente a un hito en la enseñanza jurídica de Latinoamérica.

Fundada en julio de 1912, “la Libre” —como es conocida coloquialmente— ha sido el hogar académico de notables operadores jurídicos. Sus egresados y profesores han ocupado importantes puestos en los tres poderes de la Unión, así como en los niveles estatal y municipal. Además de esto, los abogados de la Libre gozan de prestigio dentro de la iniciativa privada.

Es importante destacar que, en sus aulas, además de convergir reconocidos juristas, también han tomado clase e impartido cátedra figuras de la cultura mexicana; destacan: Manuel Maples Arce, poeta, cabeza de la única vanguardia literaria en México, el Estridentismo; Federico Gamboa, autor de la clásica novela Santa, quien dictaba la clase de Derecho Internacional Público; y, más recientemente, Carlos Reygadas, director de cine galardonado dos veces en el Festival de Cannes.

Ángel Gilberto Adame
Ángel Gilberto Adame

La Libre tiene una historia compartida con mi Facultad. Ambas surgieron de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, ubicada en la calle de República de Argentina en el Centro Histórico. Por una disputa ideológica en torno a los valores y las metodologías que debían ser aplicadas en el aula, quienes integraban esa antigua institución se dividieron para formar dos academias de identidades claramente distinguidas. La Libre ocupó el segundo piso de un predio cercano a la zona y, al final, se trasladó a sus actuales instalaciones en la calle Doctor José María Vértiz, en la colonia Doctores, sobre el terreno donde antes estuvo edificada la Escuela Médico Militar.

Su pedagogía, si bien responde al principio de la libertad de cátedra, ha mantenido su rigor en la formación técnica jurídica; una enseñanza tradicionalista difícil de encontrar en otros espacios. Su vocación quedó plasmada en el discurso que dio Luis Méndez a la apertura: “Vosotros jóvenes estudiantes venís aquí dominados por la profunda gratitud a los que se presenten a ser vuestros profesores, guiados por el anhelo de instruirlos en la ciencia de las leyes que es la ciencia de la humanidad, de las naciones, del ciudadano y del extranjero; de los que gobiernan y de los que son gobernados”. El peso de estas palabras ha sido sostenido por sus estudiantes desde entonces y es recordado con el lema “el orden y la disciplina de la escuela quedan confiados al honor de los alumnos”.

En el trato personal destaco las iniciativas de rectores recientes como Fausto Rico e Ignacio Morales Lechuga, por mantener un balance entre la herencia histórica y la innovación. Salvaguardar la identidad modificando el plan de estudios acorde a las demandas sociales.

A pesar de las críticas, que suelen venir desde agendas políticas y no tanto desde la razón, la actual rectoría de Emilio González de Castilla se mantiene fiel a la tradición que le da columna vertebral al alma mater de algunos de los mejores expertos legales del país. En palabras del filósofo Roger Scruton, “la tradición es aquello que nos define ante los demás y ante nosotros mismos”, en este sentido ninguna escuela de derecho ha mantenido esta distinción fundamental como lo ha hecho la Libre.

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