Sin lugar a dudas, la inseguridad es un tema recalcitrante e inquietante en la sociedad mexicana y esto puede comprobarse según la más reciente Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE, 2018). A nivel nacional, esta situación genera aún más preocupación que temas de suma importancia como la pobreza, corrupción y desempleo, y no es para menos. Acaba de concluir el año 2018 y por muy repetitivo que puede sonar, ha sido el año más violento en la historia de México desde que hay registro.

Para confirmar lo anterior, basta con recurrir a uno de los indicadores utilizados con más frecuencia que, debido a su dinámica y baja cifra negra, permite medir el nivel de violencia en un lugar; nos referimos a la incidencia del homicidio doloso. Apelando a los números del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2018 hubo en promedio 79 homicidios diariamente (28,816 carpetas de investigación iniciadas); cerca del 4% de ese total se registró en el estado de Puebla (1,105 CDI), y en su capital, Puebla de Zaragoza, se tuvo conocimiento de 184 CDI, es decir, un deceso cada 2 días.

Esto no pasó desapercibido entre los habitantes de la capital poblana tal y como lo indica la última Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU, 2018), donde en promedio 9 de cada 10 poblanos encuestados indicaron sentirse inseguros (93.4%). Es así como Puebla ocupó el tercer lugar a nivel nacional como la ciudad donde los encuestados se sienten más inseguros, sólo por debajo de Reynosa y Chilpancingo. Compartió la misma posición con Coatzacoalcos y Ecatepec.

Si bien es cierto que a nivel nacional estas localidades pertenecen a estados con fuerte presencia del crimen organizado (a excepción de Puebla), también lo es que existen municipios mucho más violentos y su percepción de inseguridad no corresponde a tal hecho, como ejemplo tenemos a Tijuana, que a pesar de sus 2,246 defunciones por homicidio doloso, el 72.8% dijo sentirse inseguro, o Ciudad Juárez, que con 1,004 decesos, el 74.1% dice sentirse en un ambiente de inseguridad. Quizás este fenómeno se le puede atribuir a la normalización de la violencia que desde hace tiempo vienen arrastrando.

Para analizar el contexto y los factores que intervienen en la percepción de seguridad es necesario partir de un razonamiento deductivo, es decir, de lo general a lo particular, y con ello mencionar los delitos del que más adoleció Puebla como entidad en el último año. Así pues, tenemos que en 2018 la entidad poblana ocupó el 5° lugar a nivel nacional con el mayor número de secuestros registrados (46 CDI), sólo por detrás del Estado de México (174 CDI), Veracruz (146 CDI), Tamaulipas (109 CDI) y Guerrero (57 CDI), casualmente estas cinco entidades coinciden con los estados que poseen a los municipios antes mencionados con la percepción más baja de seguridad. Cabe mencionar que otros delitos de los que adolece la entidad son el robo a transportista y el robo a transporte público colectivo, ambos con violencia, ocupando el segundo y tercer lugar a nivel nacional respectivamente.

De esta manera se ha constatado que desde 2015 el estado se ha mantenido en una constante al ocupar los primeros sitios con mayor incidencia a nivel nacional en delitos que impactan a la sociedad, y esto es resentido totalmente por su capital puesto que es ahí donde se concentran la mayoría de los delitos. Con los números oficiales en mano se puede afirmar que dentro de los 2,463 municipios del país (incluyendo las 16 alcaldías de la CDMX), Puebla de Zaragoza ocupa el segundo lugar en los delitos de robo a negocio con violencia (2,458 CDI), robo a casa habitación con violencia (217 CDI) y violación equiparada (130 CDI); el octavo lugar en robo a transeúnte en vía pública con violencia (1,052 CDI), el quinto lugar en robo a vehículo en todas sus modalidades (4,711 CDI) y décimo primero en extorsión (87 CDI).

De esta manera se observa que muchos de los delitos ejercidos con violencia, caracterizados por generar preocupación en la sociedad, están presentes en la vida cotidiana de los poblanos. Sin embargo, debemos contextualizarlo en tiempo y si comparamos las cifras del primer semestre con las del segundo semestre, la delincuencia con rasgos violentos ha ido en descenso un 10%, pareciera poco, pero es un gran avance. Contradictoriamente, en este mismo lapso la percepción de inseguridad creció atípicamente de junio a diciembre un 15.8%.

En muchas ocasiones, al no contar con un diagnóstico proveniente de estadísticas, la idea o el temor de convertirse en un fuerte blanco del delito puede originarse de varias fuentes. En un primer momento puede emanar de forma directa a través de una experiencia personal, reforzarse indirectamente mediante el acontecimiento delictivo a un familiar o amigo o simplemente puede ser alimentada por los medios masivos de comunicación. De hecho, existen diversos estudios que demuestran que una larga exposición y gran consumo de contenido de violencia en las fuentes donde recibimos información, puede modificar las percepciones y juicios de la realidad, llegando inclusive a aumentar de manera colectiva el miedo a la delincuencia, ya que en ocasiones los medios suelen presentar noticias de un corte mucho más violento del que se puede respirar en las calles. Según la ENSU 2018, los cuatro principales medios de donde recibimos la situación sobre la seguridad pública fueron a través de la comunicación personal en torno a la vivienda, la televisión, la radio y por la red social Facebook. Sería interesante hacer una evaluación sobre el contenido de los medios y saber en qué basan sus publicaciones para ganar audiencia.

El aspecto sociofísico del entorno en el que nos desarrollamos los ciudadanos también puede influir en cómo percibimos el riesgo a la victimización, es aquí que el deterioro ambiental (urbano) juega un rol importante. Un espacio desordenado con falta de atención e ineficiencia en los servicios públicos (como alumbrado público, recolección de basura, cámaras dañadas, fugas de agua, baches, etc.) aunado con la permisividad de algunas conductas parasociales como el consumo de bebidas alcohólicas e intoxicación con sustancias ilegales en la vía pública, pueden crear espacios que parezcan vulnerables al delito, pues estos dejan de ser transitados, dando la apariencia de estar abandonados, implicando un descenso en la capacidad visual y auditiva de la vigilancia.

Bajo esta óptica, la ENSU nos muestra cómo en la capital angelopolitana ha crecido la inconformidad de los encuestados con respecto a la atención de estos factores, mientras que en septiembre del año pasado el 56.4% de la población encuestada consideró como problema el alumbrado público ineficiente, en diciembre fue un 68% quien le pareciera así. Desde la perspectiva ciudadana, en este periodo aumentó también el reclamo a la inadecuada atención al cuidado de parques y jardines, la ineficiencia en la recolección de basura, falta de mantenimiento a baches y el mal estado de mercados y centrales de abasto.

La baja confianza hacia las autoridades es también un punto que incrementa la sensación de desamparo, en Puebla de Zaragoza, sólo el 3% de la población encuestada tiene mucha confianza en la policía preventiva, contrastada con el 24% quienes determinaron tener mucha desconfianza (ENSU, 2018). Si a esto le aumentamos la incertidumbre que ha generado el clima político en el estado de Puebla a partir de los comicios del 1 de julio de 2018 da como resultado una sensación de desamparo temporal referente a la seguridad ciudadana.

La importancia que tiene el hablar de la baja percepción de seguridad con respecto a la incidencia real, reside en las consecuencias tangibles que presentan para la comunidad. Esta ruptura e incongruencia puede tener repercusiones de largo alcance y debido al creciente miedo al delito, puede generar un desgaste para la vida personal y comunitaria, fracturando la cohesión social y transformando espacios en los que nadie quisiera transitar, cediéndolos paulatinamente a manos de la delincuencia. De este modo, para que la percepción de seguridad sea mejorable, la baja en la tasa de delincuencia se debe acompañar junto con un mejor acondicionamiento en los espacios públicos, un acercamiento de la policía hacia la población, una mejor atención a servicios públicos, un clima político estable y sin polarizaciones y un consumo responsable de los medios masivos de comunicación, teniendo como compromiso el no tolerar ni normalizar la violencia, sin caer en el extremo de alarmar a la población sin un sustento real.

Implementar lo anterior podrá encaminar a una perspectiva más optimista de aquel tercio de los poblanos que tiene como expectativa que la delincuencia empeorará.

Israel Salomón Huerta Manzano

Brenda Elguea Zanella

Centro de Integración Ciudadana

@CICPue @ObsNalCiudadano

Fuentes:

Incidencia delictiva del fuero común del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, enero 2019; recuperado de https://www.gob.mx/sesnsp/acciones-y-programas/incidencia-delictiva-del-fuero-comun-nueva-metodologia?state=published

Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), enero 2019; recuperado de: https://www.inegi.org.mx/programas/ensu/default.html

Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2018, septiembre 2018; recuperado de: https://www.inegi.org.mx/programas/envipe/2018/default.html

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