Por un México Seguro tiene el propósito de recolectar los proyectos que sobre seguridad pública tienen los candidatos a la Presidencia de la República y a los Gobiernos de los nueve estados en los que habrá relevo del Ejecutivo.

Si consideramos que, de acuerdo con las encuestas como Latinobarómetro 2017 la delincuencia es el problema más importante del país para el 28% de la población y que la situación actual ha entrado en un estado de crisis, entonces podemos suponer que el proyecto de seguridad que tenga cada candidato debería estar en el corazón del proceso de decisión de los electores. ¿En qué consisten sus proyectos y sus visiones sobre esta problemática? ¿En qué medida se diferencia un candidato de sus oponentes? ¿Hasta qué punto la propuesta se asemeja o se distancia de las políticas que se han implementado -a nivel nacional y local- desde los años 1980, 1990 o en las últimas administraciones? Y más importante aún, ¿en qué medida los planes de este candidato y su equipo de trabajo se alinean con el México al que cada uno, como elector, aspira?

A partir de la gravedad y complejidad del tema, el “qué” y el “cómo” que los candidatos tienen en mente importa y podría ser el elemento que defina las preferencias de algunos electores. Todo lo anterior solo tiene sentido bajo dos supuestos: 1) Que los candidatos tienen un proyecto de seguridad claro y; 2) Que los ciudadanos tenemos acceso a este proyecto para conocerlo, evaluarlo y determinar si este es coherente o no con nuestra forma de pensar.

Dada su vocación, en el Observatorio Nacional Ciudadano se ha buscado apuntalar el segundo supuesto, actuando como una especie de atajo para los electores, para quienes recolectar las propuestas de seguridad, compararlas, analizarlas y evaluarlas puede ser costoso y complicado. El micrositio Por un México Seguro está a disposición de los ciudadanos que ven en las diferentes posibilidades de proyectos sobre la inseguridad, en pocas palabras, distintas opciones de proyecto de país.

Ahora bien, la baja respuesta que hemos tenido de los candidatos a comprometerse con este ejercicio (sólo 56% de los candidatos aceptó participar) y la información que cae a cuenta gotas entre quienes aceptaron participar, nos ha hecho reflexionar sobre un par de preguntas específicas: como electores, ¿deberíamos tener la expectativa de que, a menos de un mes de la elección, los candidatos tengan una propuesta de seguridad relativamente clara? ¿deberíamos esperar que los candidatos quisieran dar a conocer tal propuesta, dada la importancia del tema?

Una primera respuesta, sencilla y no por eso menos cínica, sería que “estamos en tiempos de campaña, lo que importan son las frases cortas, pegajosas y que el electorado recuerde”, y es que claro, se puede argumentar que no es tiempo de ingenuidades y que, para ganar elecciones, el fondo importa mucho menos que la forma. Visto así, sería poco estratégico apostar por una propuesta en la que se tome en cuenta la complejidad del problema y se acepten los límites inherentes a cualquier proyecto político, cuando las ambigüedades y discursos adaptables a todo público son el tono general de las campañas. Y sí, las campañas son así, en México y en el resto del mundo: costosas y vacías. Pero, ¿no sería buen idea comenzar a cambiarlas? ¿por qué creer en sus discursos de cambio si los candidatos optaron por no cambiar gran cosa la forma de hacer campaña?

Pareciera, en este sentido, que la mercadotécnica política materializada a través de jingles, hashtags, memes y otros contenidos multimedia rinden más en términos de votos que una discusión seria sobre los problemas cruciales. Incluso, se rumora que en casas de campaña se pagan hasta 30 mil pesos por diseñar memes que ridiculicen al candidato rival. Esos recursos tendrían un uso mucho más beneficioso si se destinaran a diseñar propuestas con sustento.

En el ONC, estamos convencidos de que sentar las bases para la política de seguridad que anhelamos, requiere cambiar la manera cómo las campañas alimentan las expectativas incluidas aquellas relacionadas con la inseguridad y la violencia. Ya lo experimentamos en este sexenio: coordinación, inteligencia, prevención. Promesas semi vacías.

Otra respuesta –no necesariamente excluyente con la anterior- puede ser “primero ganamos, luego averiguamos”, pues es cierto que formular un proyecto de política que probablemente no se implementará resulta innecesariamente costoso para el candidato y su equipo. Aquí el problema está en el tiempo y su obsesión por pasar mucho más rápido de lo que nos gustaría. Todas las administraciones tienen una curva de aprendizaje y eso es perfectamente normal, sin embargo, esta se puede agravar y resultar demasiado costosa si los candidatos esperan a estar instalados en sus nuevas oficinas para decidir qué y cómo lo van a hacer. Conviene recordarles que los diagnósticos profundos, las consultas, las mesas con expertos, las transformaciones normativas e institucionales, la coordinación, y todas las demás fórmulas que tengan en mente, toman tiempo, mucho tiempo y que la situación no da mucho margen de espera. Y claro, tampoco estamos para ocurrencias e improvisaciones.

Por otro lado, es claro que un proyecto formulado en campaña no es –y tal vez no tiene por qué ser- un plan sectorial en toda forma. Conscientes de ello, la plataforma en la que los candidatos y sus equipos nos compartieron sus proyectos les daba la opción de responder “por definir”, y es que tiene sentido que tengan algunas líneas generales que ameritan mucho más trabajo para pasar del plan a la acción. Además, es comprensible que tengan más claridad en algunos ejes de la problemática que en otros. Lo que como ciudadanos tenemos derecho a saber es “cómo van”, en dónde hay claridad y qué temas les quedan por definir, porque como dice la sabiduría popular, el diablo está en los detalles.

Uno de las críticas más recurrentes que se le hacía al entonces Presidente Felipe Calderón era que se lanzó a una cruzada sin diagnóstico ni estrategia. Si esto es preciso o no, es tema de otra discusión. En lo que aquí nos ocupa, en cambio, lo pertinente es preguntarnos si hemos aprendido algo de aquella lección. Algunos de los actuales contendientes fueron (y son) críticos contundentes de las decisiones que entonces se tomaron. Frente a ellos y el resto de candidatos tendríamos que poder preguntarles ¿cómo vamos con eso de un buen diagnóstico y una estrategia adecuada? Y es que el tiempo apremia.

A unas cuantas semanas de la elección, los ciudadanos deberíamos estar en condiciones de distinguir entre un proyecto y otro en materia de seguridad, asumiendo que no todo es posible y que para lograr unas cosas primero, habrá que esperar por otras o bien, sacrificar algunas más. Las vaguedades que dominan el discurso tienden a simplificar esta problemática, como si todo dependiera de una sola y magnánima decisión. Y, dada la ambigüedad reinante, quienes ya eligieron candidato, apuran a complementar aquello que su candidato lanzó apenas como sugerencia para encontrarle un sentido a lo que, con cabeza fría, no lo tiene. Por supuesto, este ejercicio también consiste en leer las pistas dadas por los otros candidatos –también de pobre claridad en la propuesta- como señal inequívoca de su perversidad. El trabajo de dotar de algún contenido la campaña parecen estarlo haciendo los ciudadanos y no los candidatos, y lo hacemos más desde las ganas de que alguna opción tenga sentido que desde la exigencia a la que deberíamos someter a quienes pretenden ser nuestros empleados.

El proyecto Por un México Seguro busca convertirse en un mecanismo de rendición de cuentas que permita cerrar la brecha entre candidatos y ciudadanos y posteriormente, entre gobernantes electos y la población. Es claro que si un ciudadano de a pie llegará a tocar el timbre de cualquier casa de campaña  o  a mandar un mail para solicitar el listado de propuestas, es casi seguro que se irá con las manos vacías o bien, le entregarán un folleto y una playera del candidato.

Por esta razón, el ONC funge como un intermediario capaz de articular un proyecto que enlistará todas las propuestas y que posteriormente, las certificará en función de criterios o atributos mínimos que deberían cumplir en una etapa temprana de planeación.  Surge la pregunta, ¿deberíamos votar por candidatos cuyos proyectos de seguridad son vagos e imprecisos y que, teniendo la oportunidad de presentarlos a través de una plataforma común y de libre acceso, no lo hacen?

Doria Vélez

Directora de Investigación

Observatorio Nacional Ciudadano
@Dorsvel @ObsNalCiudadano


Teresa Martínez
Investigadora  @TereMartinez

Google News

Noticias según tus intereses