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La Ciudad de México, corazón del país, se mantiene en shock 48 horas después del sismo. Del ambiente patrio por la celebración de la Independencia, los capitalinos pasaron a un entorno de incertidumbre y miedo por una réplica o sismo que vuelva a estremecer la tierra.

Al viajar en Metro, de Tasqueña al Zócalo, se encuentran rostros serios, pensativos, miradas perdidas de secretarias, empleados, estudiantes, que fijan la vista en un punto y retoman el ritmo de la vida cuando voltean a ver su celular o bajan de estación.

Se puede escuchar hasta el vuelo de una mosca, pues todos los usuarios guardan silencio, como en una actitud de duelo interior.

En el Zócalo capitalino, la Bandera monumental cuelga a media asta en señal de duelo por las víctimas mortales del 19 de septiembre.

La Catedral Metropolitana permanece cerrada. Junto a la puerta principal han sido envueltos los pedazos de La Esperanza, escultura de Manuel Tolsá, que junto con La Fe y La Caridad, son guardianes del templo. Pero la primera se desplomó.

Don Agustín fue testigo de ese momento. Albañil desde 1976, no ha faltado un sólo día a las rejas de la Catedral, en donde pone un cartel que dice: “Azulejo, mármol, lozeta [sic], tirol, yeso, pintura, detalles en general”.

“El ambiente se siente raro, más que nada por la pérdida de los que ya se fueron. Los que estamos aquí hay que ver qué va a pasar, hay mucha tristeza, porque, se imagina, si fuera uno de nuestra familia, ¿cómo estaríamos en este momento?”, dice el profesional de la cuchara y el cincel.

Pero caminar por las calles del centro es realmente un panorama desolador. El corredor peatonal Madero luce semivacío y sus edificios más emblemáticos, como el Centro Joyero, la Torre Latinoamericana, tiendas de ropa, la Iglesia de San Francisco están cerradas y con cintas de color amarillo en las que se puede leer: “Peligro”.

“Le hacemos sus lentes, amiga. Pregunte sin compromiso”, le dice a una mujer el repartidor de las Ópticas Peña, quien se queda con la mano estirada.

Incluso en el cruce de Madero y Eje Central, considerado el más transitado de América Latina, se observa un oasis sin transeúntes.


No basta sólo rezar. Al norte de la capital, el panorama se mantiene en zozobra, negocios cerrados, cintas de precaución que rodean plafones destruidos en el pavimento, cristales rotos.

Al llegar a la Basílica de Guadalupe, el atrio del templo mariano es una enorme plaza, donde las habituales aglomeraciones de feligreses son inexistentes.

Ahí, junto a la Morenita del Tepeyac, la señora Guadalupe Barragán cruza las manos y empieza a orar con la vista puesta en el ayate de San Juan Diego.

“Yo soy creyente y vine a rezar por todos los enfermos, por todos los damnificados del sismo, por todos los heridos, pero también por la gente de buen corazón que han ayudado a nuestro México”.

Vecina de Ecatepec, Estado de México, la señora Barragán dice que gracias a la ayuda divina sólo fue el susto, porque en su casa y para su familia no pasó a mayores.

Cuenta que además de rezar se tiene que apoyar, por eso ella llevó agua a uno de sus nietos, quien la trajo a la Ciudad de México, así como papel sanitario y un poco de despensa, porque no sólo se trata de rezar.


El fantasma del 85. Recorrer el conjunto habitacional Tlatelolco es recordar el terremoto de 1985, que precisamente un 19 de septiembre a las 07:19 horas hizo añicos el edificio Nuevo León.

A más de tres décadas de distancia, los edificios diseñados por el arquitecto Mario Pani resistieron, pero quedaron marcados con grietas que son las cicatrices en columnas, escaleras y tragaluces de los conjuntos Veracruz y Coahuila, que dan a Paseo de la Reforma.

Ayer, un grupo de expertos de protección civil de la UNAM y de una consultoría privada, especialistas en estructuras, recorrieron los inmuebles, les dijeron que el edificio es habitable. Es constante ver jóvenes con picos, palas y víveres.

Al avanzar a las colonias Del Valle y Narvarte los daños son descomunales.

Como dijo el escritor e historiador Enrique Krauze después del sismo del pasado martes, “toda la ciudad es una peregrinación solidaria”.

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