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E ra hora se comenzar el día. Abordó un taxi en la colonia Caracol, cerca del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. No había mucho transporte ese día y después de esperar algunos minutos, por fin Inés Mora logró subir a un vehículo.

No habían avanzado mucho, cuando el taxista dijo: ¡Dame el cambio!

Inés, de 60 años, no entendió a qué se refería el chofer. “Sí traigo cambio”, respondió la mujer mientras a un costado colocaba sus muletas que utiliza por un problema de nacimiento.

El carro siguió avanzando y a la altura del Metro Hangares, el taxista comenzó a insultarla. ¡Dame todo lo que traigas!, sentenció el ruletero.

Los insultos subieron de tono porque Inés no respondió a la intimidación del chofer.

El conductor, alterado, bajó de la unidad, se dio la vuelta, abrió la puerta y jaloneó a la señora hasta aventarla a la banqueta. Le quitó la bolsa y todo lo tiró en el taxi.

Mientras el daba la vuelta para llegar a la puerta, ella aprovechó un momento de distracción del chofer y agarró el tarjetón. Lo escondió bajo el suéter para tener una prueba para denunciar.

A un señor que observó todo le pidió ayuda; él se negó. Pasó otro taxi y le hizo la parada para que la llevara al Ministerio Público.

El taxista asaltante se dio cuenta que le faltaba el tarjetón y regresó.

El taxi en el que se había subido la víctima dejó que le diera alcance el asaltante. Ella temblaba del susto. “Vámonos porque ahí viene el taxista que me acaba de asaltar”, suplicó Inés.

“No quiero problemas”, respondió el conductor.

Ella no se bajó y le exigió que la llevara al Ministerio Público. Por fin el taxista avanzó para llevar a la señora a levantar la denuncia. Atrás los venía siguiendo el asaltante.

Llegaron a la agencia del Ministerio Público. Le dijeron al policía que el taxista que venía siguiéndolos la había asaltado.

¿Qué le robó? — preguntó.

—Lo que traía en mi bolso, era poco, como 100 pesos, mis cosméticos y credenciales.

¿Pero qué más?

—Qué más quiere que le diga.

¿Alguna cadena?

—No.

La señora le dio el tarjetón al policía y no la dejó pasar a denunciar.

“Mire señora, no se meta en problemas. Dele gracias a Dios que no le hizo algo”, dijo el gendarme.

El agente no hizo nada y dejó que se fuera el taxista asaltante con todo y el tarjetón.

“Uno debe tomar precauciones al caminar por la Ciudad de México. Sí hay asaltos, he escuchado algunos balazos en mi colonia”, lamenta doña Inés.

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