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“Me dio mucha pena hablar con el Papa”, dice entre risas Joaquín Manuel Bonfil Martínez, quien al estar en la videoconferencia frente a Jorge Mario Bergoglio lo único que alcanzó a expresar fue un saludo.

Joaquín, de ocho años, fue el primero que participó en la videoconferencia, pero cuando le cedieron el micrófono, sólo pronunció “hola”, saludo al que el Obispo de Roma respondió con gentileza con un “hola, ¿cómo estás?”.

“Me ganaron los nervios, no supe qué decir, tenía muchas cosas que quería contarle, sobre mi escuela que se cayó, y cómo hicimos todos mis compañeros para salir de los salones de clases cuando pasó el sismo”, relata.

La primaria 10 de Abril, donde Joaquín estudiaba tercer grado, fue demolida por los daños que tuvo tras el sismo; aún no sabe si lo trasladarán a otra escuela o cómo terminará el ciclo escolar. Considera esta etapa como “unas vacaciones para aprovechar”.

Cuando ocurrió el sismo, Joaquín estaba en clase de Español. Recuerda que aunque sintió miedo se tuvo que “aguantar” para desalojar el salón y llegar al patio, de lo contrario hubiera obstaculizado la salida de sus demás compañeros y tal vez hubiesen quedado atrapados en los escombros.

“Tuve que ser muy valiente y aguantarme el miedo. Sentí muy feo porque vi cómo las casas a mi alrededor empezaron a caerse. Los maestros también se asustaron, pero intenté hacer las cosas bien para que todos pudiéramos salir”.

Esta experiencia quería contársela al Papa, pero los nervios lo invadieron. Mientras mira su dibujo, que adorna la cancha de basquetbol en la que se realizó la videoconferencia, Joaquín dice que está triste porque uno de sus amigos perdió su casa en el temblor.

Dice que los talleres que le ofrece en el albergue la fundación Escholas Ocurrentes le han servido para olvidarse del miedo.

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