Poco a poco, el miedo se va y llegan las sonrisas. Los payasos Frutín y Naricín se encuentran en La Nopalera, comunidad casi escondida en este municipio, afectada por el terremoto del pasado 19 de septiembre.

Los payasos reúnen a una treintena de niños en una explanada para hacerlos reír con bromas y adivinanzas. Dos jóvenes los acompañan y le pintan la cara a los niños que así lo desean. Una pequeña termina con el rostro adornado como princesa. No cobran, porque el pago es con sonrisas.

“Venimos por nosotros. Normalmente hacemos teatro urbano en el centro de Yautepec y mucha gente de estos pueblos viene a vernos. Es hora de dar un poco de regreso”, aseguran los comediantes a EL UNIVERSAL.

Las risas, a ratos tímidas, hallan eco en el paisaje que los rodea. Construcciones derrumbadas y casas de campaña flanquean el espacio en el que los niños vuelven a ser felices. En un rincón de la explanada, una montaña de ropa donada sirve a los pequeños como colchón de juegos.

Mientras los niños sonríen y se olvidan un poco de la sacudida que puso a su pueblo en el mapa de los damnificados, sus madres hacen una larga fila para recibir despensas. Elementos del ejército con brazaletes del Plan MX organizan la entrega de víveres.

Al otro lado de la calle, los padres de los niños, en contraste, vigilan y se organizan para la demolición de las casas inservibles.

Hernán, padre de familia, joven y de ojos claros, agradece la ayuda que le va llegando de voluntarios. Al mismo tiempo, observa el momento en que maquinaria pesada destruye lo que, hasta hace unos días, fue su hogar y el de sus hijos. Cuenta que el gobierno también le ha ofrecido ayuda, aunque sólo son láminas, para que construya un cuarto “por mientras”. Su joven esposa, con un niño en brazos, lo mira y agradece el apoyo.

La ayuda sigue, fluye a este pueblo, entre cerros, y según los pobladores sólo el tiempo dirá si es suficiente.

Tensión en el ambiente. Frutín se toma un respiro luego de una función para los menores y relata que un amigo les prestó “una troca” para poder llevar a La Nopalera los altavoces del espectáculo.

“Así se armó la machaca”, dice, en referencia a que el show pudo ser posible como iniciativa particular.

Afirma que, además de gente sin hogar, encontró familias separadas. Dice que a varios días del sismo, aún hay quienes no se han podido comunicar con sus familiares en la Ciudad de México. En el pueblo, pese a las risas de los niños, “se siente mucha tensión”.

Google News

Noticias según tus intereses