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A pesar de internet, los discursos políticos a veces sin sentido e incluso fuerzas poderosas que odian al periodismo, este oficio vive un momento maravilloso para ponerlo en práctica, pero desafortunadamente vive una crisis, principalmente por el colapso económico.

Así lo considera Mark Thompson, un periodista británico que durante ocho años dirigió la BBC y hoy es presidente y consejero delegado de The New York Times al que está volcando hacia el mundo digital.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el escritor de Sin Palabras ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política? (Random House), asegura que la relación entre políticos y periodistas está por romperse, sobre todo porque los medios han comenzado a sentirse el intermediario incómodo de aquellos.

¿Por qué vive una crisis el lenguaje político?

—Porque la política y los medios de comunicación han cambiado y ahora le resulta común y corriente a la gente entender y creer lo que dicen los políticos. Igualmente, la relación entre los políticos, los medios de comunicación y el público está en riesgo de romperse en varios países.

¿Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación en esta crisis?

—Hay responsabilidad y es pensar que los medios se sienten como el intermediario incómodo.

Me parece que esta relación jamás debe ser estrecha, jamás debemos cerrar la brecha entre nosotros y los políticos, pero sí me parece que cierto respeto mutuo se ha ido perdiendo entre los políticos y los medios de comunicación y creo que ha dañado a ambas partes.

La relación no es estrecha, pero parece que uno depende del otro, ¿no?

—Creo que siempre ha sido así, no debería ser una relación muy estrecha, pero por lo menos sí debe haber cierta presunción de buena fe entre los políticos y los periodistas. Uno debe confiar en el otro, por lo menos hay que ir con esa presunción de que el otro va a actuar de buena fe, que se va a comportar adecuadamente. Es muy interesante. En Washington hay un evento anual muy famoso que es la fiesta para los corresponsales, hecho por la Casa Blanca. Es una cena de gala en la cual los medios y los políticos se reúnen para mofarse unos de los otros. Este año el presidente [Donald] Trump dijo que no iba a asistir y creo que tuvo razón, es un momento en el que vemos que el público ve a los políticos junto con los medios de comunicación. De hecho, el New York Times no asistió a esa cena. No queremos ser cuates, no queremos establecer una relación demasiado amistosa con los políticos, pero al menos sí debemos empezar a permitirles hablar con el público y no siempre tratar de romper con lo que están diciendo.

¿Prevalecen más los manipuladores de masas que los verdaderos políticos?

—Yo creo que existe una tentación de sobresimplificar las cosas y de exagerar. También hay una tendencia de aprovecharse de la gran ansiedad del público y creo que hoy eso prevalece más que nunca.

¿Cuál considera que es el estado actual del periodismo a nivel mundial?

—Se está revelando un talento periodístico increíble y prácticamente todos los días hay nuevas primicias. Lo fascinante acerca del periodismo en Estados Unidos es que las dos organizaciones que están llevando a cabo el mejor trabajo son el New York Times y el Washington Post, que reciben más reconocimiento y son las mismas dos empresas que en 1972 revelaron el escándalo del Watergate. Nos dijeron que iba a ser por chismorreo o una batalla periodística y ahora esta batalla se da entre el New York Times y el Washington Post. Es una época maravillosa para hacer periodismo en Estados Unidos, pero si damos un paso, en Estados Unidos y muchos otros países desarrollados y también en otras naciones en desarrollo, la parte económica del periodismo se está colapsando, están despidiendo a los periodistas, la calidad de la noticia está reduciéndose, el acceso del público al periodismo se está volviendo más difícil. En muchos países, esas presiones económicas ahora se están combinando con presiones políticas, pueden ser presiones muy directas o manifestación de represión, de negar la libertad de expresión. Hay muchos países en los que no solamente se trata de negar la libertad de expresión, sino que la situación ha empeorado.

Usted dice que es maravilloso hacer periodismo hoy en día, pero la situación económica no lo permite. Por ejemplo, en México las organizaciones delictivas están presentes.

—Por eso hablo de esta paradoja. Hoy tenemos herramientas, tenemos equipo, ahora los periodistas, por ejemplo, cuando Donald Trump llegó a nuestra comida en noviembre, yo estaba sentado con Maggie Haberman [reportera del New York Times] y ella estaba tuiteando durante la comida. Ella tuiteó todo lo que sucedió. Tenemos medidas increíbles para captar la noticia y distribuirla a todo el mundo, pero en parte, yo creo que debido a eso hay muchas fuerzas que no quieren que eso suceda. Las fuerzas que odian al periodismo se están volviendo cada vez más poderosas.

¿Cómo debe ser la cobertura periodística de la política?

—El New York Times trata de combatir esto y creo que prácticamente hemos perdido la paciencia al permitirles a los políticos que se apropien de sus palabras. Por ejemplo, en un discurso político, hace 25 o 30 años, cuando yo ejercía el periodismo en la BBC, nosotros cubríamos y permitíamos que el público escuchara gran parte de lo que decían los políticos y ahora todo lo recortamos y sólo tenemos fragmentitos. Ahora en vez de citar al político citamos a alguien que reacciona a lo que dijo el político o nosotros damos nuestra opinión sobre lo que dice el político. Debemos permitir que las palabras de estos actores respiren un poquito más.

¿La prensa crítica pierde la batalla frente a los discursos políticos?

—Creo que todo debe equilibrarse, porque los políticos están tratando de entender lo que está sucediendo. En muchos países los políticos se están rascando la cabeza y están tratando de descifrar por qué la gente ya no les cree, están tratando de aprender. Creo que los periodistas están preguntándose a sí mismos cómo cubrir eventos, cómo hacer una cobertura que sea más fiel a la realidad. Los retóricos, por ejemplo, que estudian el lenguaje, enfatizan que no solamente tiene que ver con el orador, sino con el oyente, no solamente lo que dice el orador sino lo que la gente está escuchando y un gran orador tiene que ser alguien que escuche lo que dice la audiencia.

Donald Trump está escuchando, es chistoso porque parece que sólo habla, pero si lo ven, en los rally en que ha estado, él está escuchando.

¿Realmente cree que en 10 años no habrá periódicos impresos?

—El New York Times seguirá en su versión impresa por lo menos los próximos 10 años, es un periodo muy corto. A la gente le encanta el producto, pero los medios digitales son muy convenientes, también son más baratos e incluso son mejores para el medio ambiente.

Nos encantan nuestros productos digitales, pero el New York Times va a continuar aunque no sea físico.

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