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Los sones han silenciado. El tiempo se congeló pasadas las siete horas en el reloj del Palacio Municipal, y los istmeños trabajan a marchas forzadas para resurgir de la devastación en la región por el temblor de hace un mes.

Para Luis López Orozco, de cuatro años de edad, parece un juego, pero en realidad le ayuda a su tía Guadalupe Orozco Juan. Con sus diminutas manos junta tabiques que aún sirven para reconstruir su casa.

Lupita quisiera acelerar todo, levantarse y entre todos reactivar su economía, pero la silla de ruedas en la que permanece por un problema de poliomielitis se lo impide.

Ahí también está Karla Vázquez Orozco y Teresa de Jesús Orozco, quienes a sus 14 y seis años, respectivamente, también ayudan a su madre para tratar de echar a andar la Parada Lupita, la cocina económica y casa de Guadalupe.

Su patrimonio en la quinta sección de la colonia Pescador, en Unión Hidalgo, está derrumbado, más no sus fuerzas y ganas de salir adelante.

Madre soltera de 36 años, Lupita es muy conocida; la silla de ruedas no era ningún obstáculo para hacer comida y venderla en su negocio en la Avenida 21 de marzo esquina con Emiliano Zapata.

Pero contra la fuerza de la naturaleza nadie puede.

La está viendo difícil, sobrevive con las despensas que distribuyen las autoridades, pero no es suficiente.

Recibe tortillas fiadas. Cuando menciona el tema de sus hijas, ahí sí, el corazón se le destroza. Se siente impotente en esa silla de ruedas.

“No pido casa. Sólo quiero que me ayuden a reconstruir mi cocina para poderle seguir dando estudios a mis hijas”, comenta Lupita mientras mira a las niñas y a su sobrino juntar tabiques en buen estado.

Juchitán, uno de los municipios más dañados, también se quiere reactivar.

Han pasado 30 días desde el temblor de magnitud 8.2 que sacudió parte del Istmo de Tehuantepec y las más de 6 mil réplicas mantienen a los istmeños en un estado de miedo.

Algunos optan por los albergues, en dónde reciben alimentos, otros prefieren dormir en tiendas para acampar en las calles. No quieren dejar sus casas, pero tampoco quieren estar adentro.

Prefieren pernoctar en la calle para cuidar sus pertenencias ante posibles actos de rapiña. Hay guardias nocturnas para evitar cualquier robo.

Los que quedaron sin nada no pierden la esperanza en que pronto verán de nuevo su hogar.

Esperan que la ayuda llegue rápido para comenzar con la colocación del primer tabique.

Reactivar la economía. Pero la actividad económica ya despertó. El movimiento es notorio, aunque todavía hay temor.

Las locatarias del mercado municipal fueron reinstaladas en el parque central. Como pueden clavan un palo y otro, hasta dar forma a su puesto.

Ahí ofrecen queso fresco, verduras, carne, fruta y ropa de la región.

La maquinaria remueve apresuradamente lo que queda de escombros. Algunos bancos funcionan, también las tiendas de autoservicio.

Los hombres hacen largas filas desde las cuatro de la mañana para ser de los afortunados en el programa empleo temporal... la demanda es mucha y la oferta poca.

En Santa María Xadani, las mujeres improvisaron hornos para continuar con la producción de totopos. Su sustento. El sismo les tumbó sus hornos, la tradición de Xadani.

El jueves llegó, por fin, la ayuda para la reconstrucción de los hornos con un prototipo que sugiere el gobierno, pero no todas las señoras fueron beneficiadas.

Reyna Luis Sánchez, de 59 años, fue una de las afortunadas en recibir el apoyo. Ya está viendo en dónde comenzar la construcción de su horno.

No es mucho lo que obtienen de ganancia al día, apenas 50 pesos le quedan libres, pero el arte de hacer totopos no puede abandonar a Santa María Xadani.

María de Lourdes no corrió con la misma surte. Ella no forma parte de las personas que recibieron apoyo para la reconstrucción de su horno y con los 200 pesos al día que gana su esposo Josué Jiménez, no alcanza para llevar al médico en la capital del estado al pequeño Carlos Miguel, de seis años, quien fue operado a corazón abierto por un soplo con el que nació.

El próximo 18 de octubre le toca cita, pero María y Josué no tendrán dinero para llevarlo.

Lo que sí tiene es una deuda de 600 pesos por el maíz que pidió fiado para hacer totopos, pero el temblor le derrumbó su horno.

El reloj del Palacio Municipal de Juchitán intentó parar el tiempo, pero contra la fuerza de la naturaleza, no se puede.

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