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Con un cráneo de vaquita marina y un cuadro de la marsopa adornado a manera de altar, activistas demandaron reforzar la protección de esta especie que se encuentra al borde de la extinción.

Minutos antes de las 11 de la mañana integrantes de organizaciones civiles, académicos, niños y adultos mayores comenzaron a reunirse en el Museo Tamayo para trasladarse al Nacional de Antropología, los asistentes cargaron un cráneo de vaquita marina durante el trayecto.

En completo silencio, los asistentes avanzaron sobre Paseo de la Reforma cargando una imagen de la marsopa endémica de las aguas del Alto Golfo de California, adornada a manera de altar.

Patricio Gil, escultor, exhortó a la ciudadanía a luchar por la preservación de esta especie y “librar las batallas” necesarias para evitar su desaparición.

“No debemos permitir que la falta de voluntad nos paralice ante una situación tan trágica como la que tiene al borde de la extinción a este pequeño cetáceo. Nos duele cada una de las vaquitas que aparecen muertas en las redes de enmalle. Se debe continuar con la lucha no sólo con la vaquita, sino con toda la riqueza natural del país”, expresó.

En menos de dos años la población de la vaquita marina se redujo en 49%, al pasar de 60 ejemplares en 2015 a menos de 30 en 2017, de acuerdo con estimaciones del Comité Internacional para la Recuperación de la Vaquita (CIRVA).

La semana pasada la Semarnat, Sagarpa y la Semar anunciaron el fortalecimiento de la estrategia para rescatar a la vaquita marina, especie mexicana que sólo vive en el Alto Golfo de California, con tres ejes de acción: compensación a pescadores, protección en el refugio ampliado de la vaquita y refuerzo en la inspección y vigilancia del polígono.

Entre 2015 y 2017, el gobierno federal ha invertido más de 2 mil millones de pesos para acciones de conservación de este cetáceo; sin embargo, la pesca furtiva ha prevalecido en el hábitat de la vaquita marina. En lo que va de este año se han encontrado cuatro vaquitas muertas con rastros de redes
de pesca.

La pesca furtiva de la totoaba ha diezmado la población de este cetáceo endémico de México, el cual habita en las aguas del Alto Golfo de California, en Baja California.

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