Miedo y preocupación son las sensaciones que predominan entre los capitalinos tras el sismo de 7.1 grados que se registró esta tarde.

Sobre Paseo de la Reforma, entre Insurgentes y la Glorieta de Colón, hay una escena completamente atípica; los automóviles están detenidos sin orden y con los semáforos en verde; los peatones caminan sobre el arrollo vehicular con el teléfono pegado al oído, intentando conectar una llamada o enviar un mensaje de texto.

Una madre de familia ha caminado desesperada por kilómetros sobre Paseo de la Reforma intentando llegar a la guardería de su bebé porque no ha podido comunicarse; un hombre joven es consolado por sus compañeras de trabajo, se limpia las lágrimas sentado en la banqueta.

Una dentista que venía a un congreso, confiesa que en el sexto piso de un hotel, no pensó en su familia, sino que sería este el último día de su vida, "nada más estaba esperando que se nos cayera el techo encima".

Frente al Senado, los ventanales de los bancos y las oficinas se estrellaron en las banquetas. Por medio de un altavoz, un oficinista reporta que el acceso a los edificios se dará hasta dentro de la próxima hora.

"¿Quién chingados va a ir a comer ahorita?", dice un hombre a su compañera.

"Estaba todo normal y de repente, tronó todo, todo tronó", platican dos mujeres que caminan sobre los carriles centrales de Paseo de la Reforma, a las 14:26 de la tarde. A lo lejos se escucha una sirena y una mujer gritando por teléfono : "la que me preocupa es Karime porque no me puedo comunicar con ella".

ahc

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