A los 8 años de edad Olga Santa María Martínez tenía muchos sueños, tal como todos los niños a esa tierna edad, pero la vida llevó por otros rumbos, la situación económica precaria terminó con esos sueños y fantasías de convertirse, algún día, en contadora pública.

Olga conoció el oficio de trabajadora del hogar a los 8 años, ayudaba a su abuela a realizar la limpieza de diferentes casas en Avenida Universidad. Todos los días Olga, de ahora 57 años de edad, se levanta temprano y comienza a realizar su limpieza doméstica, luego sale de su casa, ubicada en Texcoco, Estado de México, para trasladarse a la Ciudad de México. El camino que recorre es largo, requiere dos horas para llegar a casa de sus patrones.

Se retiró del trabajo doméstico cuando se casó hace varios años, tiempo después regresó para apoyar con los gastos a su esposo, que es campesino. Tiene tres hijos, dos mujeres y un hombre, quienes sí tuvieron la oportunidad de estudiar. Una de ellas es maestra de preescolar, la otra es médico forense y su hijo varón es ingeniero en sistemas computacionales.

“Yo los mandé a la escuela para que no siguieran trabajando en lo mismo que yo.”

Olga sólo tuvo acceso a la educación primaria, su mamá no pudo costear su secundaria y mucho menos la preparatoria o una licenciatura. La difícil situación le llevó a no darse por vencida, y brindarle a sus hijos las oportunidades que ella no tuvo.

“Ellos vivieron de otra manera que yo no viví, ni tuve la educación, ni nada. Porque antes decían que las mujeres eramos para barrer, trapear, hacer la comida y tener hijos.”

“Me hubiera gustado estudiar contador público pero cuando yo salí de la primaria mi mamá me dijo que ya no había más para estudiar y me dedique a ayudarle a mi abuelita para que tuviera algo de dinero.”

Su abuela siempre le decía que debían ser honradas para tener oportunidades: “Para ir a trabajar teníamos que apurarnos y ser muy honradas para que se nos abrieran las puertas”

Olga gana alrededor de 350 pesos al día por hacer las labores del hogar y no cuenta con ninguna prestación ni seguro social que le ayude a costear alguna enfermedad o medicamento que requiera.

Lucía Bautista también se desempeña como empleada doméstica, pero su caso es diferente, ella ha tenido la fortuna de que su esposo la afilie al Seguro Social, pues tiene un trabajo con prestaciones de ley. Sin embargo ella como trabajadora del hogar no cuenta con este servicio de salud, por lo que en ocasiones las personas que la contratan para hacer la limpieza en su hogar la han apoyado en algún momento a costear sus medicamentos.

Lucía tiene más de 20 años como trabajadora del hogar, comenzó desde los 16 años y dejó su natal Huejutla, Hidalgo para comenzar a trabajar con su hermana en la Ciudad de México. Estudió la secundaria con un trabajo de planta desde casa y tiempo después se casó, al igual que Olga dejó de trabajar cuando contrajo matrimonio, sin embargo un giro inesperado sucedería en su vida, pues su esposo enfermó y tuvo que comenzar de nuevo en el oficio. Actualmente su esposo sigue en tratamiento pero tiene un empleo formal el cual le permite mantener a su familia con la ayuda de Lucía.

Lucía se levanta a las 5:00 am para hacer el desayuno de su esposo, quien inicia su jornada desde temprano, posteriormente se va a trabajar a las 9:00 am y comienza su día laboral de 9:30 a 5:30 de la tarde. Trabaja de lunes a sábado para diferentes casas y sólo descansa los domingos

Ella y su esposo sacaron a sus hijos adelante, cada uno estudió una carrera en el Politécnico Nacional. Es madre de gemelas, quienes estudiaron relaciones comerciales e ingeniería en química industrial. También tiene un hijo, quien está en el último semestre de ingeniería mecánica y electrónica.

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