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Edwin Sánchez Galicia no se quitó el uniforme escolar el pasado 19 de septiembre, llegó a su casa y subió al cuarto de sus papás dispuesto a disfrutar tantos vídeos de risa como su estómago aguantara.

Recostado en la cama, el niño sintió el primer jalón de la tierra. ¡Está temblando!, pensó; se asomó a la puerta y gritó: “¡Mamá, está temblando!”.

“¡Bájate!”, le pidió Guadalupe Galicia, su mamá. Edwin obedeció, llegó hasta el patio y abrazó a una de sus tías que estaba en shock. “Mi tía no sabía qué hacer, se quedó parada, no podía moverse, yo le tuve que decir que nos fuéramos a donde no hubiera riesgo y mi mamá fue por mis primos”.

El niño de 11 años se agachó y puso sus manos en la nuca porque en la escuela le enseñaron que eso se debe hacer cuando tiembla.

La tierra se seguía meciendo, los movimientos cada vez más bruscos lograron volcar sobre un árbol el tinaco que estaba en la azotea. A un mes del sismo, los Sánchez Galicia no saben qué fue lo que golpeó a su hijo, pero cuando el terremoto terminó vieron cómo le colgaba el pie izquierdo.

“Yo estaba tirado debajo del tinaco, mi tía sacó a su hijo y luego intentó ayudarme a mí, pero no pudo. Mi mamá me alzó y cuando vieron mi pie empezaron a llorar”.

“¡No me quiero morir!”, le dijo Edwin a su abuela. Minutos después llegó Iván, su papá, quien lo subió a una camioneta para llevarlo a un hospital, pero el caos se apoderó de la ciudad.

“Mi mamá estaba muy angustiada, seguro pensaba que me tenían que amputar la pierna, y mi papá es raro, estaba entre asustado y serio. No lloró, pero se le veía lo desesperado porque había mucho tráfico, las personas se desmayaban, las paredes se caían, estuvo feo”.

A bordo de la camioneta el estudiante de sexto grado trató de mover su pie izquierdo y sólo se escuchó un crujido; tenía una fractura expuesta de la tibia.

Eran las 5 de la tarde cuando llegaron al Hospital Pediátrico de Xochimilco, que pertenece a la Secretaría de Salud de la Ciudad de México. Como estaba saturado con personas afectadas por el sismo, la única atención que recibió Edwin fue un cartón para inmovilizar su pie.

La travesía continuó, los Sánchez Galicia llegaron al Hospital Pediátrico de La Villa y ahí le lavaron la herida y los médicos informaron que debían buscar apoyo de alta especialidad, que ahí no le podían dar.

El menor de edad, aficionado del América, no es derechohabiente de ningún sistema de salud, situación que alarmó a los papás, pero hoy saben que no deben pagar nada por la atención que reciba su hijo.

20 de septiembre. El menor de edad fue trasladado al hospital de trauma y ortopedia Magdalena de las Salinas del IMSS, donde le realizaron una cirugía para reconstruir el hueso, que se rompió en varios pedazos. Le colocaron un fijador externo.

“El doctor metió mi hueso porque fue una fractura expuesta. Aquí ya llevo cuatro cirugías: la primera fue cuando me lavaron, en la segunda me pusieron los fijadores, en la tercera un tipo de esponja para que absorbiera la sangre y evitar una infección; cuando vieron que mi pie estaba bien me quitaron una parte de piel de la pierna derecha y lo pusieron en el pie izquierdo para tapar la herida, me abrieron para sacarme arterias y venas, y ponerlas en el pie para poder moverlo”.

El médico Adrián Rocha Garfias indicó que el costo por las cirugías de Edwin oscila el millón de pesos, “pero los padres no deben de angustiarse, la atención es gratuita y todos le estamos poniendo 200% de nuestro esfuerzo”.

Aunque el trato en este hospital ha sido muy bueno, Edwin quiere regresar a casa con su familia y poder jugar futbol con sus primos.

“Quiero ir a mi casa, pero al mismo tiempo quiero estar aquí porque me siento seguro porque los doctores y las enfermeras vienen y si les digo que me duele algo me dan una pastilla para esto o aquello, me revisan. Es como si quisiera estar en el hospital pero en mi casa, quiero la misma atención en casa”.

La casa de la familia Sánchez Galicia se ubica en Tláhuac y no resultó dañada. “Nadie más que yo resultó afectado por el sismo, en la casa sólo se cayó el tinaco, nuestra casa resiste un buen siempre que tiembla”.

Para el menor de edad lo más difícil es saber que pasó un mes del terremoto y que él sigue internado, “es como si despertara y me dijeran que llevo aquí cuatro años”. Para evitar aburrirse ha escrito muchas cartas para Santa Claus y los Reyes Magos: sabe perfectamente que les pedirá videojuegos y películas de sus caricaturas favoritas.

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