El imaginario colectivo sostiene que los hombres son valientes y fuertes, por ello hasta hace poco tiempo difícilmente se identificaban con el papel de víctima o con la vulnerabilidad ante cualquier tipo de violencia, incluida la cibernética, sostiene en entrevista con EL UNIVERSAL René López Pérez, responsable del Subprograma de Investigación de la asociación civil Género y Desarrollo (Gendes), cuyo propósito es fomentar el análisis crítico y propositivo del ejercicio de la masculinidad, y generar desarrollo social basado en relaciones equitativas e igualitarias.

En 2015, el Módulo sobre Ciber- acoso (Mociba) de la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información en los Hogares (Endutih) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), documentó que 24.5% de los mexicanos y las mexicanas de 12 años o más han sido víctimas de ciberacoso.

Ciberviolencia también alcanza a los hombres
Ciberviolencia también alcanza a los hombres

Felipe, un joven universitario, experimentó violencia en línea como parte de la agresión que ejerció sobre él otro hombre. Todo comenzó durante una entrevista de trabajo a la que asistió. Ahí lo recibió Iker, integrante del área de Recursos Humanos de la empresa a la que aspiraba entrar a laborar. Después del encuentro el reclutador comenzó insistentemente a llamarle por teléfono y a enviarle mensajes en WhatsApp, con el pretexto de que le faltaba algún documento, pero citándolo fuera de la oficina —en un restaurante— porque “le urgía”, argumentaba.

De acuerdo con el Mociba, el estudiante de 23 años se encontraba entre las edades más vulnerables en las que los varones han sufrido el mayor número de casos de ciberacoso y que van de los 20 a los 29 años, con 34.8% del total, seguido de los jóvenes de 12 a 19 años, con 25.4% registrado en el estudio del organismo.

El Inegi puntualiza que 42.6% de los hombres que han experimentado agresión en línea pertenecen al nivel superior de estudios, del que forma parte Felipe. El segundo lugar, detalla, lo ocupa el nivel medio superior, con 31.1%.

Iker también le mandó solicitudes a Felipe en Facebook, Twitter e Instagram. Dos semanas después, el primero le dijo: “En cuanto a lo del trabajo, la verdad es que surgieron algunos problemas y te lo quiero comentar de manera personal”. Lo citó de nuevo en un restaurante. Ahí fue cuando dejó claras sus intenciones: “Felipe, la verdad es que me gustas mucho y pues... tengo un cargo donde yo te puedo colocar en la vacante que tú quieras, obviamente con un salario más arriba”. A lo que Felipe contestó: “Creo que te estás equivocando... y la verdad es que ya no me interesa. Mejor consíguete a otra persona que puedas colocar en la vacante”. Se levantó y se fue. Pero el reclutador no se rindió. Marcó a su teléfono y le envió mensajes por las diversas redes sociales ofreciéndole disculpas. Pero Felipe ya no contestó. “Ya era muy raro, llegaba a tener hasta 40 llamadas perdidas”, recuerda.

Después del incidente, borró a Iker de sus redes sociales y lo bloqueó. Pero se presentó, insistente, en el domicilio de Felipe —que obtuvo del currículum que le había entregado— y en su escuela, para pegar fotos del perfil en Facebook de Felipe con mensajes en su contra.

Iker también enfrentó en persona y a gritos a la novia de Felipe y le gritó: “¿Ya te contó tu novio todo lo que pasamos él y yo?”; ella no le contestó por miedo. El joven universitario recuerda que llegó a sentirse atrapado: “Entré en un momento de pánico y de desesperación”, por los inventos de Iker acerca de cosas que nunca ocurrieron.

Cambio de rutas

Felipe decidió, en medio de la desesperación, cambiar rutas habituales y eliminar su cuenta de Facebook, pero Iker no desistía. Empezó a seguirlo también fuera de las redes. Le enviaba mensajes describiéndo cómo iba vestido, agregó a todos sus amigos y familiares a sus redes sociales por medio de cuentas falsas.

El joven universitario fue víctima de algunos de los tipos de acoso a varones mencionados en el Mociba, que son los siguientes: recibir spam o virus tiene 20.1%; recibir llamadas, 14.3%; ser contactado con identidades falsas, 13.8%; recibir contenido multimedia, 13.5%; recibir mensajes, 12.8%; ser registrado en sitios web, cuenta con 8.8%; robo de identidad, 8.5%; rastreo de sitios web, 3.9%, y daño mediante la publicación de su información tiene 3.8%. Cada vez más alarmado por el hostigamiento, Felipe presentó una denuncia por acoso contra Iker, pero desistió porque comenta que la agente del Ministerio Público (MP) se puso del lado de agresor. “Resultó que era yo el que lo estaba discriminando por su preferencia sexual. [Para la funcionaria del MP], yo era el culpable, yo lo provoqué”.

De un mundo raro

Para René López Pérez, especialista de Gendes, los hombres usualmente no denuncian porque creen que eso los colocaría en una posición de “debilidad”, de que entonces “no se pueden defender a sí mismos”, de que no son lo suficientemente “hombrecitos” para enfrentar las cosas. Algo que, por otro lado, considera, también sucede desde las autoridades. “También tienen esa visión, cuando un hombre se presenta a denunciar. Se le ve como raro. “¿Qué pasa contigo, que vienes a denunciar? ¿No te supiste defender?”.

Después de que retiró la denuncia, Iker dejó de molestarlo; sin embargo, posteriormente se encontraron y en ese momento el reclutador llamó por teléfono a alguien, diciendo: “¿Se acuerdan del wey que me denunció? Aquí está, déjense venir para que le demos en la madre”. Felipe no encontró más opción: huyó.

Algunas de las principales acciones que las personas del sexo masculino y femenino tomaron para solucionar el ciberacoso fueron, de acuerdo con el estudio: ignorar la situación cuando recibieron spam, virus o llamadas, así como bloquear a la persona cuando recibieron mensajes o se les dañó publicando su información. El número de tipos de acoso experimentados por hombres y mujeres fue: de un sólo tipo o clase, 55.5%; dos tipos, 22.6%; tres tipos, 10.8%; cuatro tipos, 6.1%; cinco tipos y más 5.1%.

Reflejo de nuestra sociedad

René López Pérez, maestro en Psicoterapia Gestalt y con estudios en políticas públicas y sobre no discriminación, explica que la diferencia en el ciberacoso es que la violencia que enfrentan los varones tienden a ver más con cuestionar “su hombría”, a diferencia de las mujeres, que seguramente serán de acoso sexual, mayormente.

El integrante de Gendes también menciona que los ciberacosos o la violencia en línea [que se experimenta en y desde internet], son reflejo de lo que se vive en nuestras sociedades actualmente: violencia, falta de consideración, solidaridad y empatía.

El investigador apunta que las nuevas tecnologías son más propias de gente joven, aunque no exclusivamente. “Ahí se generan violencias que muchas veces los adultos no comprenden y para la que quizá no están preparados en la forma de enfrentar, incluso para tomar medidas de prevención”, añade López Pérez.

Estigmatizados

El sicólogo Carlos Zavala Hernández señala: “Pareciera que ser acosado fuera igual de denigrante, sin importar el género de la persona que es victimizada; sin embargo, cada acción es vivida de forma diferente”.

En el caso de la violencia hacia las mujeres ocurre el fenómeno de la “normalización”, al ser vista con frencuencia como algo “natural”. La violencia hacia los hombres, consecuentemente, es más estigmatizada, porque es vista como algo “antinatural”, por esa razón muchas veces los hombres que experimentan algún tipo de violencia prefieren callar, para no ser revictimizados y convertirse en objeto de burla, dice Zavala Hernández.

El sicólogo afirma que a los hombres les cuesta mucho más trabajo aceptar el problema y pedir ayuda, por ello podemos deducir que las estadísticas de la violencia hacia ellos no reflejan de forma fidedigna el número real de casos.

Los estados de la República que lideran el ciberacoso hacia hombres y mujeres de 12 años o más son: Aguascalientes (32%), Estado de México (31%) y Quintana Roo (29%).

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