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Un curso veloz, de dos horas, porque había que salir a las calles, a buscar hogares a punto de caer y tranquilizar a las familias. ¿Y si no había buenas noticias en las edificaciones? Otro curso, más breve, de 15 minutos, y salir de la Facultad de Arquitectura en brigadas para revisar los inmuebles que tengan daños en la Ciudad de México.

Todos en círculo, dieron un repaso de lo que vieron en clase, varios trimestres reducidos a 20 minutos de charla con los profesores. “Recuerden ésto, no olviden aquello”, y salieron rumbo a Tláhuac, a la Roma, en grupos de seis, primero los egresados y luego los estudiantes. “Que no se les pase dar el informe a los de Protección Civil”.

Así se prepararon los estudiantes de arquitectura e ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) para salir a valorar los inmuebles que presentaron daños luego del sismo de 7.1 Richter que se registró el 19 de septiembre en el centro del país.

Ángel Sánchez recién egresó de la Facultad de Arquitectura de la UNAM en junio pasado, vio la convocatoria que lanzó la máxima casa de estudios vía Facebook y no lo pensó dos veces para ir a apoyar. “Teníamos bien claro qué íbamos a hacer: reconocer fallas importantes y, sobre todo, tranquilizar a la población”, compartió con EL UNIVERSAL.

Para Melisa Rendón, quien estudia el décimo trimestre de arquitectura en la unidad Azcapotzalco de la UAM, esto no era equiparable a un examen, era la realidad, la desafortunada oportunidad que tanto se espera para aplicar lo que se ha aprendido en la escuela.

“Fuimos con estudiantes, con algunos egresados y algunos profesores, a los egresados les dieron unas indicaciones y a nosotros otras. Lo más importante era hacer sentir seguros a los vecinos y aclararles que eramos profesionales y que la revisión de sus casas era sin costo alguno”, explicó.

Con los alumnos de la UNAM fueron expertos del Cenapred, quienes además les dieron una guía básica de cómo dirigirse a las personas, cómo explicarles que su hogar estaba en buenas condiciones y, si no era el caso, cómo hablarles sobre el peligro de permanecer en el patrimonio que tanto les ha costado.

“Pudimos constatar que las construcciones más afectadas son las que cuentan con más de 30 años de vida. Digamos que fueron habitadas por papás y abuelos, heredadas a los nietos; las más recientes no tienen tantos problemas, pero en la zona de Xochimilco, especialmente las que están cerca del canal, sí presentan fallas graves”, detalló Ángel.

El recién egresado refirió que la mayoría de las edificaciones en la zona no tienen un diseño moderno en la estructura, es decir, son muy viejas y el terreno, por estar cerca del agua, hace que presenten fallas de cuidado. “No es que no cumplan con las normas, en esos años no existían, eso, aunado a la ignorancia con que se construyeron, las hizo frágiles”, aclaró.

“Las personas se quedaban muy satisfechas, ya menos nerviosos de que alguien revisara sus casas. En las colonias que visitamos fueron muy amables y hasta nos hicieron de comer. Ayudar a la gente a estar tranquila pese a la tragedia es una experiencia muy bonita”, agregó Melisa.

“Invitamos a más estudiantes, de todas las escuelas, a sumarse a las brigadas de revisión. Es importante tranquilizar a la gente, ofrecerle soluciones profesionales, quitarles la preocupación sobre su patrimonio, porque encima de que no tienen agua o están durmiendo en un albergue, su casa es todo lo que tienen”, solicitó Ángel.

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