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Irene Lozano, secretaria de Estado de la España Global y quien recién estuvo en México para recordar 80 años del exilio español, asegura que la desinformación puede terminar con la democracia y que puede venir desde las élites políticas, económicas o académicas.

“La desinformación constante, sostenida en el tiempo y dirigida a una población, acaba generando una división social tan grande que terminas con dos sociedades”, resalta en entrevista con EL UNIVERSAL al hablar del contexto actual de populismo en Europa.

Sobre la relación de España con México, la funcionaria define que, como en cualquier relación, hay encuentros y desencuentros, pero también recuerda que la primera globalización la hicimos juntos españoles y mexicanos.

¿En qué consiste elevar la reputación de España?

—Es una estrategia de diplomacia pública, [aunque] no en un sentido de marketing o publicidad, sino que es una política, una línea escénica de la política exterior de España para este gobierno. Nuestra idea es [reforzar] nuestra reputación porque queremos fortalecernos como actor global, no porque esté mal.

¿Por qué se llega a eso?

—En toda Europa, en los últimos años, hemos atravesado una crisis financiera y económica grave que ahora está teniendo sus consecuencias en forma de una crisis política que cobra cuerpo de distintas formas y en distintos países. Lo estamos viendo en el tema del populismo en algunos países europeos. Nosotros decimos que no es que se viva una época de cambios, sino un cambio de época, y todo el elemento que introducen las tecnologías de la información y la comunicación obligan a que la diplomacia sea diferente. Ya no tiene sentido la diplomacia tradicional; sí hay que seguir haciéndola, pero no sólo de Estado a Estado, sino que también los estados se tienen que dirigir a las sociedades, porque hoy la comunicación lo impregna todo.

¿México en qué parte entra? ¿Estamos lejos?

—Estamos muy cerca, más bien. El exilio es una prueba evidente, porque 25 mil españoles vinieron exiliados a México, que estaba lejos físicamente, [pero había] esa cercanía emocional e histórica de los dos países. A veces hasta resulta difícil distinguir dónde empieza México y dónde termina España.

¿El pasado colonialista podría afectar el presente?

—El pasado siempre va a estar ahí, y si algo tiene es que no lo puedes cambiar. Lo que tienes que pensar siempre es cómo lo puedes utilizar de manera fértil para el presente y para el futuro. Yo creo que [sí han ocurrido] momentos de distancia entre los dos países, pero probablemente seguirán ocurriendo. En una relación de dos grandísimos, como lo son México y España, hay luces y sombras; sin embargo, creo que son más las luces.

¿Las sombras no alcanzan a nublar todo el panorama?

—Yo he tenido, en México, encuentros con el mundo académico, intelectual y periodístico, y una de las conclusiones en la que estamos de acuerdo es la complejidad y la riqueza de ese pasado. A veces podemos tener la tentación de simplificarlo, pero es muy importante aferrarnos a esa complejidad [y] reconocer que están esas luces y esas sombras, pero las luces fueron súper provechosas para los dos países y para toda la humanidad. Realmente, la primera globalización la hicimos juntos españoles y mexicanos.

¿El populismo permite elaborar una diplomacia pública?

—En España nosotros no notamos eso. En los países europeos, si algo tienen los populistas es una estrategia de diplomacia pública eficaz. Si alguien sabe, por ejemplo, manejar las redes sociales, la comunicación directa, incluso los aspectos más feos de la comunicación actual —la desinformación, las fake news—, son los populistas.

¿Cómo se acercan a las sociedades cuando éstas no le tienen confianza a los gobernantes?

—Estamos conscientes de que hay desconfianza —también en Europa— en las élites en general: en las políticas, en las económicas e incluso en las académicas. No queremos hacer propaganda, porque sabemos que los gobiernos parten de un déficit de un poco más de desconfianza. Sin embargo, para vencer [eso], el principal aliado es la verdad. El problema en la crisis de Cataluña es éste: se lleva a cabo, por parte del independentismo, una campaña de desinformación extensa e intensa, y nosotros lo que hemos querido es combatirla con la verdad, con hechos, que yo creo que [son] lo que más necesitamos, [ya que] al final siempre se cobran su venganza. Creo que eso están haciendo quienes quieren desacreditar la democracia española: como no tienen hechos reales, prescinden de ellos.

¿La desinformación puede tumbar una democracia?

—Yo creo que sí es una amenaza para la democracia. De hecho, en Europa hay una gran preocupación por esto, [por lo que] la Comisión Europea está desarrollando políticas y programas contra la desinformación, que nosotros hemos vivido [constantemente]. [La desinformación], sostenida en el tiempo y dirigida a una población, acaba generando una división social tan grande que terminas con dos sociedades, no con una.

¿Y esa desinformación puede venir desde los gobiernos?

—Sin duda. En algunos casos lo hacen gobiernos extranjeros para aprovecharse y desestabilizar. A veces lo hacen los medios de comunicación [o] el ciudadano, [porque] en el mundo de las redes sociales todos somos transmisores de información. Es un mundo en el que todo se ha descentralizado, pero todos tenemos una responsabilidad como individuos.

¿La migración puede desacreditar a un país?

—Yo creo que, ahora mismo, en todo el mundo, hay conciencia del tema de la migración. Es de esos grandes temas que tenemos que abordar desde una perspectiva global, pues un país solo no puede contener los flujos, manejarlos o gestionarlos. Considero que es un tema del que no se pueden desgajar las causas. En eso coincidimos con México. La frontera de España con Marruecos es la más desigual del mundo, por ejemplo. Ahí hay que mirar si se quieren [conocer] las causas de la migración: la desigualdad que existe de origen.

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