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Orizaba, Ver.— Las madrugadas no han vuelto a ser las mismas desde el pasado sábado 19, cuando un estruendo y crujir de fierros despertó a decenas de familias que viven en los alrededores de los patios del ferrocarril de los municipios veracruzanos de Orizaba y Río Blanco.

Eran las 03:00 de la mañana cuando dos trenes, uno sin frenos, chocaron a más de 100 kilómetros por hora, dejando a su paso destru-cción en las colonias populares Marco Antonio Muñoz, de Orizaba, y Modelo, de Río Blanco.

“Nosotros ya nos acostumbramos a los ruidos, a todas horas lo hacen, pero el de esa noche quedará en nuestra memoria”, dicen los integrantes de la familia Sosa Baltazares, quienes tienen más de 40 años viviendo en la zona.

Sobre la avenida Oaxaca, las casas de una privada a la cual únicamente divide de las vías del ferrocarril un muro de dos y medio metros cubierto con alambres de púas, quedaron semi destrozadas de la fachada; por fortuna, ninguno de los moradores salió herido.

Nunca habían vivido algo como lo ocurrido aquella madrugada, cuando el estruendo del chocar de los vagones los hizo saltar de la cama rápidamente.

“Desafortunadamente, amanecimos con vagones en nuestra cochera, pero hemos salvado la vida, pues nuestras habitaciones fueron construidas lo más retiradas de la calle, previendo un evento como el de hoy”, explican los habitantes.

Ese fin de semana, 17 vagones descarrilados y más de siete personas heridas (entre ellas cinco migrantes) dejó el accidente de trenes provocado por un supuesto sabotaje.

Los hechos ocurrieron cuando grupos delincuenciales presuntamente sabotearon los frenos de una locomotora para robar su carga, lo que provocó el choque de dos trenes en el municipio de Orizaba, en la zona montañosa central del estado de Veracruz.

Del lado de la colonia Modelo, sobre la avenida Ferrocarril, las casas no mostraban afectaciones físicas aparentes; sin embargo, vagones atravesados sobre el canal Virita, mostraban la magnitud del percance ocurrido durante la noche.

Juan Carlos Venegas Andrade, uno de los vecinos del lugar, comentó que este accidente fue una mala experiencia, pero su forma de construir su casa le salvó la vida a él y a su familia. Sus dormitorios fueron edificados en la parte trasera de su vivienda, y eso hizo que hoy viva para contar lo ocurrido.

“Un ruido estrepitoso y el rechinar de los fierros hizo que despertáramos. Al salir, vimos más de 30 vagones que estaban uno encima del otro. El trigo, por todos lados, y las afectaciones en la casa, los portones destrozados, la pared, la losa a punto de colapsar”, comentó.

A lo lejos se escuchaban los gritos desesperados de los maquinistas atrapados, los indocumentados pidiendo ayuda y hablándose el uno al otro para saber si estaban bien.

Esa madrugada no pudieron dormir, pues varias horas y todo el día siguiente el sonar de las sirenas no los dejaron conciliar el sueño.

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