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Nubes de tormenta amenazaban cuando Ernesto Cordero subió a la tribuna del Palacio de San Lázaro y ahí, frente a la nación, se convertiría blanco de los dardos más venenosos de sus propios correligionarios y de las risas de sus adversarios.

La elección de Cordero Arroyo como presidente del Senado evidenció en la sesión de Congreso General, la división, crisis y ruptura del PAN y llevó al Legislativo al borde de una crisis constitucional.

El día en el Palacio Legislativo de San Lázaro comenzó con tranquilidad; afuera organizaciones sociales se manifestaban contra el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto y dentro se esperaba el 5to Informe de Gobierno, pero la sombra de la incertidumbre inundó los pasillos.

La falta de rotación de la Mesa Directiva, debido a la disputa entre grupos opositores para evitar que en automático el procurador Raúl Cervantes se convierta en fiscal general, provocó que el subsecretario Felipe Solís Acero, y no el secretario Miguel Ángel Osorio Chong, entregara el informe

El documento fue recibido en una ceremonia de escasos dos minutos y medio por el secretario general de la Cámara de Diputados, Mauricio Farah. Ahí estaban los líderes del PVEM, aliados del PRI, el diputado Jesús Sesma y el senador Carlos Puente, que descalificaron al PAN. Ya eran más de las cinco de la tarde.

En el salón de plenos de San Lázaro, los senadores de todos los partidos habían llegado y ocupaban sus escaños. Los diputados poblaban sus curules. Eran las cinco de la tarde con 20 minutos cuando Ernesto Cordero Arroyo subió a la tribuna y se sentó al lado de Murguía, detrás de él iba Enrique Jackson, del PRI.

Sus compañeros del PAN lo veían con recelo, hablaban en corto, enojados.

A las 17:24 horas, la diputada panista Guadalupe Murguía sonó la campanilla para abrir la sesión… 455 diputados y 72 senadores.

A las 5 con 36 minutos el senador Emilio Gamboa se sentaría al lado del diputado César Camacho, los líderes del PRI en el Congreso hablarían toda la sesión. El panista poblano Javier Lozano llegó y se sentó a un lugar de Fernando Herrera, líder del PAN en el Senado y leal a Ricardo Anaya.

Cordero apretaba el puño y lo ponía en su mentón. Los panistas tenían listas sobre sus curules cartulinas con la frase “No al #fiscal carnal”. Llegaría la tormenta.

Marko Cortés tronó contra la “imposición” de un fiscal general. Subieron a tribuna 14 legisladores, abajo, sus correligionarios levantarían cartulinas, una de ella que decía “EPN te amo, atte. Cordero”. Gritos de traidor contra Cordero, mentadas contra Cordero. Desde el bloque del PRI, los tricolores respondían entre risas: “Cordero, Cordero” y “chantaje, chantaje”.

Entre el desorden, el diputado Santiago Torreblanca se paró atrás de Cordero y mostró una cartulina con una flecha que apuntaba hacia él. “Traidor”, decía. Los ánimos se calentaron. El PRI respondió al PAN: “La ropa sucia se lava en casa”. Terminó la sesión. El PAN se fue dividido, roto, como quizá llegó ayer a San Lázaro.

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