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El enfrentamiento político que paralizó al Congreso de la Unión y que por poco provoca una pelea a golpes entre legisladores el martes pasado, dio una tregua de seis horas y media que le permitió a José Antonio Meade librar una de las aduanas más difíciles en las carreras de los secretarios de Hacienda, que son las comparecencias ante el pleno de la Cámara de Diputados por el Paquete Económico del siguiente año.

El pleno de San Lázaro fue benevolente con Meade, sólo hubo tres protestas en el desahogo de los posicionamientos y las tres rondas de preguntas que hicieron los ocho grupos parlamentarios. La oposición, en especial el Frente Ciudadano por México, tampoco le cuestionó a Meade su posible aspiración presidencial para 2018.

En las casi siete horas de comparecencia hubo sólo dos cartulinas de protesta. Meade estaba sentado al lado izquierdo de la máxima tribuna del país. Hablaba el coordinador del PRD en San Lázaro, Francisco Martínez Neri, y acusaba “que el país no tiene rumbo”.

Tímidamente subía a la tribuna el perredista Octaviano Félix y extendía una cartulina que contenía pintado con plumón negro una pregunta: “¿Y el México próspero ofrecido? Peña y Meade mentirosos”. El encargado de las finanzas del país volteaba a verlos ligeramente. Escuchaba, tomaba agua, escribía notas y revisaba apuntes, mientras sus asesores le alcanzaban tarjetas. Una protesta ligera.

Otro episodio para Meade fue cuando le tocó el turno de preguntar al ex priísta y ahora legislador de Morena, Alejandro Armenta, quien cuestionó que a pesar de tener el presupuesto más alto de la historia se tienen los peores resultados de nuestro país y criticó el bajo crecimiento económico.

Meade aguantó. Respiró y lanzó: “No hay nada peor que cuando un dato bueno echa a perder un eslogan que venimos repitiendo y que acredita no ser cierto”. Sin embargo, desde su curul, la diputada de Morena Araceli Damián lo interrumpió para gritarle: “El Inegi inventó los datos de ingresos de los hogares y no tiene autonomía”. Meade tomó el micrófono, subió el tono de voz para contestar a la diputada.

En el pleno ya se percibía lo entretenido de la comparecencia cuando diputados de todas las bancadas comenzaron a hacerle el vacío al secretario de Hacienda. Después de las tres de la tarde el salón comenzó a vaciarse. Pero antes, Vidal Llerenas, de Morena, le dijo a Meade que era el secretario de las calificadoras, calificadoras que quebraron al mundo hace décadas, porque a muchos les interesa más lo que diga la señora Moody’s de Nueva York que la señora Lolita de Iztapalapa.

Meade Kuribreña salió avante de esta aduana. Sólo hubo un receso de cinco minutos al llegar a las tres horas de sesión. Aprovechó para relajarse, tomar agua e ir al baño. Al final, y con un salón prácticamente vacío, la mayoría de los priístas y verdes se pusieron de pie, se juntaron al centro del salón y escucharon su última intervención. Había muy pocos panistas, perredistas y de Morena en el salón cuando aseguró que desde 1997 no hay un partido que tenga mayoría en el Congreso y lo que ha quedado es construir en democracia. “Hoy que está de moda hablar mal de los políticos en el mundo, vale la pena decirle al mundo que en México se hace política, que se hace política con generosidad, que se construyen consensos, que la pluralidad no implica ineficiencias”.

El titular de Hacienda bajó de la tribuna entre aplausos. Tardó 15 minutos en despedirse de todos los que se le ponían enfrente. Hasta un grupo de panistas, encabezados por la presidenta de Hacienda, Gina Cruz, se tomaron fotos con Meade. Fue el día en que hubo 50 intervenciones de diputados, y Meade tomó el micrófono 26 veces, salió apapachado por los líderes del Verde, Jesús Sesma, y del PRI, César Camacho.

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