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El traje del presidente Enrique Peña Nieto es negro mate y lo acopla con una corbata gris, como quien está de luto. Es similar al que ha usado en cuatro de cinco informes de Gobierno anteriores —umbroso y platinado—, pero algo no combina igual.

Quizá sea que su semblante ha cambiado. El Jefe del Ejecutivo ha dejado esa mirada peripuesta y la ha transformado por una menos determinada que observa cómo unos mil 500 invitados al Palacio Nacional le aplauden, mientras lo escoltan los nuevos presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado de la República, Porfirio Muñoz Ledo y Martí Batres, respectivamente, ambos de Morena.

No han pasado ni cinco minutos desde que el mandatario se colocó por última vez la Banda Presidencial, salió de su despacho y caminó por los pasillos. Su familia está dispuesta en primera fila, a ellos dedicará su 6to y último Informe, sus hijas llorarán con sus palabras y los demás le estrecharán la mano tras una hora y media de discurso.

Luego, el Presidente caminará 35 minutos más en el patio central, mientras muchos se subirán a sus autos, quedará al final con algunas decenas de personas y se retirará con la mano arriba, un gesto de despedida.

Antes, sus movimientos permiten intuir que algo no va bien, no importa que el mensaje se dé en lo que parece un gran salón de fiestas: cuatro grandes pantallas, casi 100 luces robóticas, techado hermético y bocinas de sonidos perfectos. Los visitantes apenas reparan en ello, se les nota solemnes, sin estamina.

Llegaron antes del mediodía; hay empresarios, actores y políticos. Incluso los que no fueron invitados: “Están violentando el fuero”, reclama Gerardo Fernández Noroña entre gritos de “traidores” y “ojetes”, cuando le impidieron la entrada.

El 6to Informe bien puede llamarse “videoinforme”. Las pantallas muestran una versión del país en videos de alta definición, en tomas ideales realizadas por drones, imposibles para la mirada común. Todo con gente sonriente, feliz.

Pero los invitados no sonríen, se limitan a aplausos uniformes. Sólo los de las filas de atrás salen del tedio con celulares, que están prohibidos. En YouTube hay 4 mil 146 personas conectadas: “¡Que buen informe de Wakanda!”, bromea un usuario con un mundo oculto de una película (Pantera Negra).

Acá nadie esconde su consternación: “Reitero mi felicitación al licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente electo de México”, dice Peña Nieto. Deviene un silencio incómodo y un aplauso decaído y ahogado.

Su familia lo mira reconocer que no alcanzó “objetivos”, hablar del “privilegio” de servir a México y “dejar constancia” de su apoyo.

“Gracias a mi esposa Angélica [Rivera] por la compañía, la fortaleza y el apoyo permanente que incondicionalmente me ha dado. Muchas gracias, amor. Gracias a nuestros hijos, Paulina, Sofía, Alejandro, Fernanda, Nicole y Regina por su cariño, su alegría, la que me contagian todos los días, por comprender el tiempo que les tocó vivir”, afirma.

Paulina y Sofía lloran. Algunas miradas las buscan y otras se encuentran, sin palabras. No hay forma de levantar el ánimo. “Ha sido el más alto honor de mi vida servir a México”, concluye Peña Nieto.

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