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A 21 días para el arranque de las campañas, el aplausómetro de presidenciales se encendió desde Acapulco para medir a los tres punteros en el proceso electoral. Un público difícil, para algunos: los banqueros de todo el país que se mostraron ávidos de explicaciones sobre lo que les pega directamente: la seguridad, cambios fiscales y la relación con Estados Unidos.

Como cada seis años, los banqueros invitaron a los aspirantes a la Presidencia de la República a su convención, la 81. El primero en desfilar fue José Antonio Meade, quien fue recibido con un minuto de aplausos y puso de pie a los asistentes.

El abanderado de la coalición Todos por México (PRI-PVEM-NA) se sintió como en casa. Un público fácil para quien desde hace 20 años es asiduo asistente al evento, en algunas ocasiones como secretario de Estado.

En primera fila estaban el presidente del Senado, el panista Ernesto Cordero, y el gobernador priísta de Guerrero, Héctor Astudillo. Ante ellos, y decenas de banqueros, Meade bromeó unas cinco veces, ocho más le aplaudieron.

Después de responder las preguntas con su principal propuesta para crear una política de armas en el país, su tiempo terminó y con ello vinieron 30 segundos más de aplausos para el candidato del PRI.

Mientras el aspirante ciudadano se despedía, Ricardo Anaya esperaba el llamado para comenzar su exposición. Lo recibieron 30 segundos de aplausos; sin embargo, los asistentes no demostraron tanta efusividad como la que, minutos antes, expresaron al ex titular de Hacienda.

Anaya, acompañado por dirigentes del PRD y PAN, comenzó su exposición, la misma por la que los priístas lo acusaron de plagio, pese a que cita al investigador Tony Seba.

Como si describiera sus últimas vacaciones, el panista pasó imágenes de algunos de sus viajes a Estados Unidos para ejemplificar la automatización de las empresas.

Anaya presentó un video en el que viaja en el asiento del copiloto de un vehículo, que no requiere chofer.

Después bromeó ante el miedo que sintió viajar de esa forma: “Se siente como si te dijeran que va a ganar ya saben quién”.

El chiste ablandó a los banqueros: aplaudieron. Le cuestionaron sus vínculos con el empresario queretano Manuel Barreiro, quien es investigado por presunto lavado de dinero.

El panista, metódico como suele ser, explicó detalle a detalle la compra-venta de la nave industrial que lo ha metido en problemas. Declaró que “la leperada que dijo un abogado” cuando fue a la PGR, cuyo video la misma dependencia difundió, “se la merecía”.

Tras la sonrisa que arrancó, abundó: “La gran prueba de que soy responsable es que aparezco bailando con una peluca en una boda donde está ese señor dueño de la cuenta y yo”.

Al final, los aplausos para Anaya se quedaron cortos y el aplausómetro apenas llegó a la mitad.

Sin duda, quien generó mayor expectativa ante los banqueros fue Andrés Manuel López Obrador. El salón Princess se vio a tope con la exposición del aspirante de Morena-PES-PT, el último en la pasarela de presidenciables.

El discurso que lo caracteriza y que arranca carcajadas en su periplo por el país no funcionó mucho con los empresarios que manejan el capital. Aunque el oriundo de Macuspana se moderó, sacó de su mensaje las referencias a los cerdos, puercos, marranos, cochinos y el tan conocido frijol con gorgojo.

Parecía inevitable el tercer lugar para el tabasqueño en el aplausómetro. Pero tenía un as bajo la manga. Prometió no afectar la banca, no expropiar, ni nacionalizar sus bienes. Muchos levantaron las cejas.

López Obrador tiró algunas frases que hicieron reír a los asistentes, como: “Si me dicen: ‘Resume, tú, que no hablas de corrido; sin embargo, dilo rápido, di qué vas a hacer’, y yo respondo: ‘Acabar con la corrupción’”.

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