En cualquier cuarto de guerra de casi cualquier campaña los estrategas y operadores trabajan, por lo menos, en dos objetivos; ganar la elección y hacerle creer a la gente que su candidato puede ganar la elección. Esto es importante puntualizarlo ahora debido a las flamígeras discusiones que hemos encontrado últimamente sobre los sondeos, encuestas y señalamientos de contratos con casas encuestadoras como el intercambiado por Jorge Castañeda y Federico Arreola.

Mucho hemos hablado ya de las Fake News y el daño que hacen a las contiendas y a la democracia, hace un par de semanas Jorge Buendía @jblaredo publicó un texto titulado:  Fake Polls as Fake News: The Challenge for Mexico; que ejemplifica puntualmente cómo es que las plataformas de encuestas falsas son presentadas como noticias, a lo cual le sigue una obvia fake news que se disemina por la red sin tener un tope que lo contenga, a menos que los usuarios de los medios sociales identifiquen dichas fake news y por ende sean desechadas.

“La manipulación del votante a través de la desinformación es una práctica larga y establecida en muchas entidades políticas, independientemente de si son democracias o regímenes autoritarios. Tanto los partidos como los candidatos enmarcarán e incluso distorsionarán a su ventaja”, escribe Buendía.

La publicación de encuestas y noticias hoy en día son llevadas al terreno digital, arena en la que es tierra fértil para la propagación de percepciones falsas —odios exacerbados y desinformadas y atribuciones inexistentes— es solo una parte del problema.

Lo realmente grave no es solo la manipulación de imágenes falsas que se atribuyen a encuestadoras serias y establecidas, sino la facilidad con la que diversas empresas, que anteriormente se dedicaban al marketing o a estudios de mercado, se dedican a publicar estudios de opinión electoral, con dudosa metodología y sin el rigor académico necesario, pero peor aun es cuando simplemente en aras de generar una percepción ganadora inventan tanto la encuesta como la casa encuestadora.

Durante toda la campaña presidencial de 1994, solo se distribuyeron 17 encuestas nacionales. Durante la contienda del 2000 el número ascendió a 48 encuestas nacionales. Ya para el año 2000, en plena transición análoga a digital, diversas empresas de dudosa procedencia divulgaron encuestas falsas en las que el candidato del PRI, Francisco Labastida Ochoa se mantenía arriba de Vicente Fox en la intención de voto.

@JBLaredo precisa en su investigación que durante la campaña presidencial de 2000, varios periódicos (El Sol de México, Uno más Uno) reprodujeron los resultados de  empresas poco o nada acreditadas como Ceprocepp,  Technomanagement, y Fisherscon  números favorables a Francisco Labastida. Estas firmas que nadie sabía que existían (y de las que nadie ha oído hablar desde entonces) distribuyeron 10 encuestas a lo largo de la campaña, que representan el 21 por ciento del número total de encuestas públicas. Con el vidrio de la historia podemos concluir que dicha estrategia no surtió efecto.

El número de estudios publicados, filtrados, o reproducidos en esta campaña es inusitado, mientras desprecia y apenas abre las que surgen en internet, el círculo rojo espera con ansia y preocupación las publicaciones de las encuestas de los medios nacionales, como el de esta casa editorial. Saben que no necesariamente coincidirá con los que se usan dentro de los cuartos estratégicos para tomar decisiones, las famosas “encuestas de navegación” a donde los responsables de dirigir las campañas apuestan la toma de decisiones, pero que “las encuestas publicadas” serán noticias favorables o devastadoras en el ánimo de los equipos, de la recaudación, y de la opinión pública. Absurdamente algunos candidatos apuestan por el engaño, por la intención de la manipulación, por el descrédito, por azuzar a sus seguidores para atacar a quienes les brinda, ya sea un diagnóstico o un claro mensaje.

La noticias falsas y las encuestas falsas son, uno de los nuevos y más peligrosos cánceres de la democracia, una democracia desgastada, donde se pretende construir la percepción de triunfo de todos los contendientes y que por fuerza, para cuatro de los cinco, terminará en decepción, mentira y engaño. Si en el diálogo digital es imposible mantener una conversación ecuánime sobre los resultados de una publicación por demás inconsecuente, ¿qué pasará el 1 de julio a las 23:00 horas?

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