La Jornada de Oración por la Paz, que inició ayer domingo, no sólo convocó a rezar por los el pasado 20 de junio en Chihuahua, sino también por los desaparecidos por la violencia en México.

Sin conocerse, todos se unieron en el objetivo de elevar sus plegarias por el fin del derramamiento de sangre en el país que ha dejado un saldo, al menos en este gobierno, de más de 121 mil muertos.

Algunos feligreses acudieron a la convocatoria con fotografías de los religiosos asesinados en la iglesia de San Francisco Javier, de la comunidad de Cerocahui, Chihuahua; otros llegaron con veladoras o ramos de flores, y algunos más portaron las fotografías de sus seres queridos que están desaparecidos.

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Ayer domingo, las diferencias religiosas quedaron olvidadas. Por ejemplo, frente a la Estela de Luz, ubicada sobre el Paseo de la Reforma, se observó a cristianos, católicos, jesuitas, hermanos maristas, e incluso ateos, todos unidos para exigir un “ya basta por la violencia”.

En la explanada de la Estela de Luz, Gabriel, un jesuita vestido con guayabera azul, pantalón de mezclilla y un sombrero, gritaba con un megáfono: “Estamos por celebrar la Jornada de Oración por la Paz, si usted ha sido víctima de la violencia o de la delincuencia, puede acercarse”.

En pocos minutos, decenas de familias, la mayoría de ellas paseantes, se dieron unos minutos para unirse al acto. Otros llegaron directo por la convocatoria que circuló en redes; traían rosas y veladoras, mismas que encendieron frente a las fotografías ampliadas de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, asesinados en el interior del santuario Comunitario de Cerocahui.

En un mural de papel maché, las personas pintaron leyendas como “Paz para la humanidad”; “Perdón por verlos hasta ahora”, y “Solidaridad, Fe, Unión y Esperanza”, entre otras.

Exigieron a la Federación hacer frente a la violencia y a la delincuencia, y rindieron un minuto de silencio “por los muertos de México”.

Tras el acto, que duró 20 minutos, los asistentes se retiraron, pero las flores, veladoras y la exigencia de paz y justicia se quedaron ahí, en el mismo piso donde está el Memorial de las Víctimas de la Violencia en México, junto a las placas en honor a decenas de desaparecidos, a quienes sus familias aún buscan.

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Asimismo, hasta la Basílica de Guadalupe llegó la familia de Eduardo Rafael Ramos Herrera, conductor de Uber en la Ciudad de México, quien desapareció el pasado 23 de junio en calles de la alcaldía de Tláhuac.

Vestidos con una playera blanca con la fotografía de Eduardo, entraron a la misa de las 12 del día para orar y pedir a la Virgen de Guadalupe que sea localizado a la brevedad con vida.

Al término de la homilía, en el atrio del templo mariano, desplegaron una manta en la que se reproduce la información difundida en la Alerta Amber.

Su hermano Sergio platicó que Lalo, como lo llaman cariñosamente, se trasladó a Tláhuac para dar un servicio de transporte, pero ya no regresó a casa.

“Se encuentra extraviado, es mi hermano y lo andamos buscando. Por eso venimos a esta parte de la basílica a pedirle a la virgencita que nos haga el milagro de que reaparezca”, dijo.

En tanto, dos fotos de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar daban la bienvenida a los creyentes en la homilía celebrada en la parroquia de la Sagrada Familia en la Ciudad de México, para dar inicio a la Jornada de Oración por la Paz.

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