Bruselas.— Al grito de “soy Giorgia, soy mujer, soy madre, soy cristiana”, la política de derecha radical de 45 años, Giorgia Meloni, se adjudicó un triunfo histórico en la conservadora y tradicional Italia.

Logró colocar a su partido Hermanos de Italia como la primera fuerza política en los comicios legislativos del 25 de septiembre, al tiempo que obtuvo la mano para negociar la formación de un gobierno de coalición de ultraderecha que la convertirá en la primera mujer en llegar a la cúspide del Ejecutivo italiano.

La relevancia de conquistar un cargo hasta ahora exclusivo de los hombres y su significado en el ámbito de la equidad de género, ha desatado un debate doméstico en el que muchos se preguntan: ¿La de Meloni puede considerarse una victoria para las mujeres? ¿Su triunfo es uno del feminismo?

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Expertas consultadas por EL UNIVERSAL tratan de dar respuesta al significado que tiene el terremoto político provocado por una mujer de firmes convicciones y que demostró determinación para encabezar un partido de machos y misóginos.

Giorgia Serughetti, del Departamento de Sociología e Investigación Social, de la Universidad de Milán-Bicocca, afirma que es posible asegurar que “otra pieza del techo de cristal se ha roto” con el hecho de que una mujer llega a ocupar por vez primera el puesto de primer ministro.

“En ese sentido sí puede decirse que hay algo positivo para la mujer. Pero por el otro lado, Meloni ha sido exitosa en su carrera política sin lazos y sin reconocimiento mutuo con el movimiento feminista; ha insistido en que su éxito es uno propio y que no le debe nada a ninguna mujer.

“Es una historia totalmente separada del movimiento feminista en Italia y en la que ha arropado una agenda distante de la agenda feminista de defensa del derecho al aborto, de reconocimiento a distintos tipos de familias y de pluralidad al interior del mismo colectivo de mujeres.

“Así que es un éxito individual, no colectivo. Es una manera masculina de ver el éxito, el no reconocer que se le debe a otras mujeres. Meloni está en la posición de poder gobernar este país como resultado de décadas de lucha por los derechos de la mujer”.

El equilibrio de género es una asignatura pendiente en la política italiana. A la fecha no ha habido una presidenta de la República o primera ministra; y sólo en una ocasión una mujer ha ocupado la presidencia del Senado: desde marzo de 2018 lleva las riendas Maria Elisabetta Alberti Casellati.

Tina Anselmi fue la primera mujer en ocupar un cargo ministerial, en 1976, al frente de la cartera de Trabajo y Políticas Sociales, y de más de mil 500 puestos ministeriales que se han creado en los últimos 67 gabinetes, sólo 100 han sido ocupados por mujeres, en su mayoría en asuntos como la salud, el trabajo y la educación. Los ministerios de Economía y Finanzas, hasta la fecha, han sido “fruto prohibido”.

“En mi perspectiva, el feminismo no se trata sólo de alcanzar la posición más alta en las jerarquías de poder existentes. Por lo tanto, el hecho de que una mujer finalmente haya ganado las elecciones en Italia no puede asumirse inmediatamente como una victoria para [todas] las mujeres”, dice a este diario Ilaria Pitti, profesora del Departamento de Sociología de la Universidad de Bologna.

Afirma que tener una mujer como primera ministra sería una victoria si esa mujer cambiara el discurso sobre las mujeres y trabajara concretamente para empoderar la posición de ellas en una sociedad patriarcal.

“Necesitamos considerar que el ‘liderazgo femenino’ y el ‘liderazgo feminista’ son dos cosas diferentes y que no van automáticamente de la mano. En esta perspectiva, no puedo decir que la victoria de Meloni pueda asumirse como una clara victoria de las mujeres”.

Durante la campaña electoral que generó las condiciones para que Italia tenga el gobierno más radical de derecha desde el fascista Benito Mussolini, Meloni lanzó un clip sexualizado de ella misma; dijo no está a favor del aborto y tampoco de las denominadas “cuotas rosas” en la administración pública.

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Dejó en claro que no abraza la causa del feminismo, aun cuando ha expresado ideas sobre la mujer que pueden considerarse neoliberales, modernas.

“Por un lado, parece considerar la maternidad como un paso necesario para la realización de la identidad de la mujer y subraya la importancia de la familia tradicional [heterosexual] como institución central de la sociedad. Por otro lado, reconoce que las mujeres pueden hacer las mismas cosas que los hombres y que no deben ser tratadas como animales en peligro de extinción.

“Si bien este mensaje puede parecer progresista, puede volverse problemático cuando no reconoce la existencia de desigualdades sistémicas que impiden que las mujeres expresen todo su potencial en la sociedad. En línea con la retórica del feminismo neoliberal, esta perspectiva niega las estructuras socioeconómicas y culturales opresivas que dan forma a las vidas de las mayorías”, explica Pitti.

En síntesis, a Meloni no se le puede describir como feminista, aunque es probable que su victoria se presente como una para las mujeres, al menos para aquellas que deciden adherirse a las ideas tradicionales de feminidad, continúa la investigadora.

En Italia no hay eutanasia, ni matrimonios del mismo sexo; tampoco una persona LGBT tiene posibilidad de adoptar.

Con las credenciales exhibidas a lo largo de una trayectoria política que inició en las filas del Movimiento Socialista Italiano, plataforma que emergió de los escombros del Partido Nacional Fascista de Mussolini, no sólo es poco probable que un gabinete encabezado por Meloni avance en temas éticos y sociales pendientes: existe el riesgo de retroceso.

“No sé qué Meloni vamos a tener, la que ganó las elecciones, la opositora a la equidad de género, derechos LGBT y el aborto, o una moderada, que abandona parte de su programa radical y se abre al diálogo”, añade Serughetti.

“Lo que sí sé es que en su programa de gobierno, los derechos de la mujer, LGBT y de los migrantes no están protegidos, por lo que se teme que la situación empeore”.

Por otro lado, Serughetti ve una oportunidad para un movimiento feminista más radical, unido y vociferante, porque más allá de Meloni, Italia está ante el gobierno más radical desde la fundación de la República.

Afirma que será un tema de discusión por mucho tiempo el tener a una mujer en el gobierno explícitamente antifeminista, por lo que implica para el movimiento de las mujeres y el debate sobre equidad. “Vienen tiempos difíciles para Italia”, apunta.

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