Con su peinado hacia atrás, mejillas suaves y modales amables, Sebastian Kurz, de 31 años, podría ser confundido con un político recién llegado, pero su juventud oculta años de esfuerzos para escalar a la cima de la política austríaca.

Durante su campaña electoral, el titular del Partido Popular de Austria (ÖVP) les relataba a sus seguidores una anécdota sobre sus inicios en política. A los 16 años llamó a la oficina local del ÖVP para ofrecer su ayuda, pero una autoridad del partido le dijo por teléfono que no estaba interesado.

Kurz persistió y se unió como miembro del partido un año después, comenzando una carrera meteórica. Se convirtió en director de la organización juvenil del ÖVP en 2009 y ocupó un lugar en la Legislatura de Viena en 2010.

Sólo un año después entró a la escena de la política nacional como secretario de Integración del Ministerio del Interior, donde comenzó a forjar su trayectoria como partidario antiinmigración.

Cuando Kurz se unió al Gabinete parecía un paso natural, teniendo en cuenta su crianza: su madre y su padre —una maestra y un técnico— alojaron en su casa a refugiados de la guerra de Bosnia y el pequeño Sebastian asistió a la escuela con muchos migrantes.

En 2013, a los 27 años, el joven conservador se convirtió en ministro de Relaciones Exteriores.

Dos años después, la crisis migratoria golpeó las fronteras de Austria, el primer país occidental al que comenzaron a llegar personas que huían de la guerra en Siria y otras regiones a través de Turquía, Grecia y los Balcanes.

El discurso de Kurz cambió a medida que la bienvenida inicial de los austríacos hacia los 90 mil solicitantes de asilo en 2015 daba paso a un creciente malestar sobre su posible impacto en términos culturales, económicos y de seguridad.

El entonces ministro propuso duras restricciones para llevar a cero la inmigración ilegal, incluyendo centros de recepción de migrantes offshore basados en las islas de solicitantes de asilo implementadas por Australia.

Mientras los ataques terroristas golpeaban las ciudades europeas a intervalos cada vez más frecuentes, Kurz también comenzó a confundir asuntos como inmigración, islam y seguridad.

Desde el año pasado, el joven político amplió su línea dura a asuntos como la niñez, lanzando advertencias contra guarderías de Viena gestionadas por grupos musulmanes. “No los necesitamos. No debería haber guarderías musulmanas”, dijo en junio, cuando ya estaba en campaña.

Al igual que el francés Emmanuel Macron, Kurz buscó crear un partido más joven y dinámico que se parezca más a un movimiento popular que al partido tradicional. No está casado, pero vive con su novia Susanne.

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