Cerca de 200 páginas del paquete de documentos liberados el jueves sobre las investigaciones del asesinato de John F. Kennedy, hacen referencia de algún modo a los seis días que pasó Lee Harvey Oswald en México en septiembre de 1963, y en las que se demuestra la buena sintonía y colaboración entre la CIA y las autoridades mexicanas, especialmente el por entonces secretario de Gobernación (y posteriormente presidente) Luis Echeverría.

La trama más jugosa que queda por aclarar es la de la presencia de Oswald en México, y las razones por las que lo hizo. Los documentos liberados dan algunas pistas, pero quedan muchas dudas.

Es destacable el relato de su paso por el consulado cubano en Ciudad de México en busca de un visado de tránsito hacia la isla para, de ahí, poder viajar a la Unión Soviética. Un relato recompuesto gracias al interrogatorio de la secretaria de la embajada cubana, Sylvia Durán.

Durán fue detenida el día después del asesinato de Kennedy, el 23 de noviembre de 1963, después que el jefe de la CIA en México, Winston Scott, solicitara a Echeverría su detención.

La sede central de la agencia estadounidense no había autorizado la detención, y Scott suplicó que se mantuviera en el mayor de los secretos, especialmente ante los grupos de izquierda del país. De acuerdo con lo escrito en los documentos, tenían miedo que el descubrimiento de que Estados Unidos estaba detrás de la detención podría afectar a la enorme colaboración entre países y todos los programas de espionaje que les permitían hacer en territorio mexicano.

Entre ellos, y como se ve en varios de los cables liberados, estaban los programas LIENVOY, operación conjunta de pinchazo e intervención telefónica; o LIERODE, a través del cual tenían instaladas cámaras fotográficas para vigilar la embajada cubana.

El día de la visita de Oswald no se pudo registrar nada: las cámaras estaban estropeadas.

Oswald presentó en el consulado cubano evidencias de que había vivido tres años allí, insistiendo que debían darle el permiso de viaje porque “era amigo de la revolución cubana”. Tras cumplimentar formularios, Durán preguntó a sus colegas rusos por el trámite, y señaló que tardaría cuatro meses.

Oswald explicó que tenía “mucha prisa” por viajar a Rusia, entre otras cosas porque se le terminaba el permiso para estar en territorio mexicano, y “se puso extremadamente enfadado” cuando vio que no sería posible. Incluso se encaró al cónsul cubano de aquél entonces, con quien discutió en inglés. El por qué de la prisa sigue siendo un misterio.

Durán reconoció a Oswald días más tarde en los periódicos, cuando su retrato apareció en todas las portadas tras el asesinato de Kennedy.

La secretaria fue detenida una segunda vez, también por las autoridades mexicanas, y denunció un trato “duro” durante 12 horas, en las que no le querían dejar ir al baño, para hacerle las mismas preguntas.

La visita al consulado no es la única historia de Oswald en México. Tras correr el rumor entre los investigadores que habría enviado “5 mil dólares a Estados Unidos”, se empezó una investigación para saber qué había de cierto en ello, y más cuando a principios de 1964 una fuente que había pasado información correcta anteriormente confirmaba los rumores.

Un cable de marzo de 1964 concluye que, tras una investigación por seis bancos mexicanos, no se detectó ninguna entrada o salida de dinero hacia EU a nombre de Oswald. A pesar de eso, los redactores del informe no descartan que se produjera, ya que no buscaron si se pudo realizar con alguno de los alias que usaba.

Otro de los documentos liberados da cuenta de una visita de legisladores estadounidenses en México en agosto de 1978 para reunirse con el jefe de la estación México de la CIA, Larry Stenfield para indagar sobre el paradero de varias personas de interés para las investigaciones del Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos, de Estados Unidos.

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