Tras rendir honores al pueblo colombiano por casi 70 años de mortal y sangriento martirio de violencia política, el papa Francisco imploró ayer en Colombia por acelerar la reconciliación nacional y, en jornadas con indígenas y campesinos y con miles de militares, policías, ex guerrilleros, ex paramilitares, civiles y otras víctimas de la guerra y de la intolerancia, advirtió que es urgente “salir del pantano” del rencor.

“El odio no tiene la última palabra”, aclaró, al hacer un dramático pedido a Colombia desde Villavicencio, capital del central departamento del Meta y una de las zonas que exhiben las mayores huellas del azote de más de 52 años de conflicto bélico: “Abre tu corazón de pueblo de Dios y déjate reconciliar. No temas a la verdad ni a la justicia”.

“Queridos colombianos: No tengan temor a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias”, exhortó, en un acto que remarcó su incesante afán de empujar la paz y la reconciliación en Colombia.

El Papa pronunció ayer en la tarde un emotivo mensaje ante una imagen de un Cristo crucificado que quedó mutilada por una matanza que las guerrillas comunistas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) —ya desmovilizadas y legalizadas como partido político— ejecutaron en 2002 en un templo en Bojayá, del noroccidental departamento del Chocó.

Al destacar que esa ceremonia de reconciliación se hizo “a los pies del Crucificado de Bojayá, que el 2 de mayo de 2002 presenció́ y sufrió la masacre de decenas de personas refugiadas en su iglesia”, afirmó que la imagen “tiene un fuerte valor simbólico y espiritual. Al mirarla contemplamos no sólo lo que ocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tanta muerte, tantas vidas rotas y tanta sangre derramada en la Colombia de los últimos decenios”.

“Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Ya no tiene brazos y su cuerpo ya no está, pero conserva su rostro y con él nos mira y nos ama. Cristo roto y amputado, para nosotros es más Cristo”, proclamó. “Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno”, recalcó.


Martirio. En la jornada de ayer, segundo día completo de la visita a este país que inició el pasado miércoles por la tarde y concluirá este domingo por la noche, Francisco beatificó en la mañana a dos religiosos símbolos del martirio colombiano.

Por su derramamiento de sangre, el Pontífice beatificó a monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, asesinado en octubre de 1989 como obispo del centro oriental departamento de Arauca por la guerrilla del comunista Ejército de Liberación Nacional (ELN), y al sacerdote Pedro María Ramírez Ramos, caído a machetazos en abril de 1948 en Armero, centro occidental departamento de Tolima, al quedar atrapado en la violencia entre liberales, conservadores y comunistas por el magnicidio del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, que desató “El Bogotazo”.

Nacido en 1916, Jaramillo trabajó con comunidades marginadas de Arauca y fue retenido y secuestrado el 2 de octubre de 1989 por un comando del ELN y su cadáver torturado y con disparos de fusil apareció al día siguiente. Nacido en 1899, Ramírez pereció en las revueltas provocadas por el crimen de Gaitán, ocurrido el 9 de abril de 1948, cuando una turba profanó el 10 de ese mes el templo de Armero, donde era párroco, y lo sacó y linchó en una plaza.

El Papa los declaró beatos y anunció que la fiesta religiosa de Jaramillo será cada 3 de octubre y la de Ramírez cada 24 de octubre.

“Colombia hoy quiere reconciliarse”, afirmó, al subrayar que ambos son “expresión de un pueblo que quiere salir del pantano de la violencia y del rencor”.

Francisco retornó anoche a Bogotá tras viajar en la mañana a Villavicencio a un recorrido emblemático, porque allí encontró a más de 5 mil víctimas de la violencia. El Papa irá hoy a Medellín, para proseguir con una gira signada por el acuerdo de paz que el gobierno y las FARC, en guerra desde 1964, firmaron en noviembre de 2016 tras cuatro años de pláticas en Cuba.

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