El papa Francisco denunció ayer en Perú la destrucción de los recursos naturales de la Amazonia, rica zona del centro y norte de América del Sur que abarca la selva de la cuenca del río Amazonas y es el bosque tropical más extenso del mundo, con una “fuerte presión por grandes intereses económicos que dirigen su avidez” sobre petróleo, gas, madera, oro y monocultivos agroindustriales, y advirtió que instituciones internacionales acosan a “ciertos países” para promover políticas de reproducción “esterilizantes”.

En el suroriental Puerto Maldonado, al que llegó en la mañana procedente de Lima y desde el que, en la tarde, regresó a la capital, recalcó que “una vez más es necesario alzar la voz a la presión que organismos internacionales hacen sobre ciertos países para que promuevan políticas de reproducción esterilizantes”.

“Éstas se ceban de una manera más incisiva en las poblaciones aborígenes. Sabemos que se sigue promoviendo en ellas la esterilización de las mujeres, en ocasiones con desconocimiento de ellas mismas”, adujo, sin identificar a los organismos.

Al final de su primer día completo en Perú en la gira que inició el jueves pasado y concluirá mañana, repudió en la tarde en Lima la corrupción y la describió como “esa otra forma —muchas veces sutil— de degradación ambiental que contamina progresivamente todo el entramado vital”.

“Cuánto mal le hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las democracias de este bendito continente ese ‘virus’ social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más perjudicados. Lo que se haga para luchar contra este flagelo social merece la mayor de las ponderaciones y ayudas… y esta lucha nos compete a todos”, dijo en el Palacio de Gobierno, en Lima, ante el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático.

“La corrupción es evitable y exige el compromiso de todos”, pidió.

Kuczynski está asediado por su nexo con la constructora brasileña Odebrecht, centro de un escándalo mundial de corrupción.

El Papa viajará hoy de mañana a la norteña ciudad de Trujillo y en la tarde regresará a Lima, donde el domingo cerrará su programa y viajará a Roma cerca de las 18:00 horas (17:00 en el centro de México).

Disputa. En su primer discurso del viaje, ayer en la mañana en Puerto Maldonado, capital del departamento de Madre de Dios y fronterizo con Brasil y Bolivia, aseguró que “probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes” y mencionó los intereses económicos y el “neoextractivismo”.

La extracción de oro en Puerto Maldonado por unos 30 mil mineros informales contamina la selva y sus ríos con unas 40 toneladas de mercurio al año, a lo que se añade una deforestación de unas 32 mil hectáreas por madereros y agricultores y con poblados indígenas aislados, según informes conocidos en esta ciudad. Con una extensión de unos seis millones de kilómetros cuadrados, una de las regiones con mayor biodiversidad del mundo y el sistema fluvial más extenso del orbe, los países de la Amazonia son Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Guyana y Surinam.

Ante comunidades amazónicas en Puerto Maldonado, conocida como capital de la biodiversidad, el Papa ratificó que la Amazonia “es también una reserva cultural que debe preservarse ante los nuevos colonialismos” y que “la amenaza contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la ‘conservación’ de la naturaleza sin tener en cuenta” al ser humano. “Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles”, lo que “asfixia” a sus pueblos y obliga a nuevas generaciones a migrar por falta de “alternativas locales”, lamentó.

De seguido, exigió: “Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes”.

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