Managua.— Nicaragua entró ayer al quinto día de violentas protestas contra una polémica reforma al sistema de seguridad social, lo que obligó anoche al presidente Daniel Ortega a cancelar la iniciativa.

En Managua cientos de personas saquearon varios supermercados y pequeños comercios; calles de varias localidades del país estaban bloqueadas con piedras y llantas quemadas. En algunas gasolineras escaseaban los combustibles debido a compras de pánico.

Imágenes difundidas por la prensa mostraban a gente sacando cajas de mercancía de los supermercados, cuyos estantes dejaron vacíos. También reportaron saqueos en los principales mercados de la capital.

La policía no intervino en estos hechos, en contraste con la fuerte respuesta hacia las manifestaciones, con varios muertos, así como decenas de heridos y detenidos.

Los medios de comunicación controlados por el Estado culpan a los manifestantes de los saqueos, mientras que los críticos conjeturan que se han permitido para presionar al sector empresarial, opositor a la reforma.

En tanto, largas filas de personas se formaron frente a cajeros automáticos. Las gasolineras amanecieron repletas de conductores desesperados por comprar combustible antes que se agote la reserva.

En barrios populosos de Managua, como la colonia Rafaela Herrera, las calles estaban alfombradas de piedras, como un feroz campo de batalla, por los enfrentamientos de las últimas horas entre manifestantes y policías antimotines.

En este escenario, por la tarde el presidente Daniel Ortega anunció la revocatoria de la reforma al sistema de pensiones. En un encuentro con empresarios, Ortega dijo que el Instituto Nicaragüense del Seguro Social (INSS) tomó una decisión “revocando la resolución anterior, del 16 de abril pasado, que fue la que sirvió como detonante para que se iniciara toda esta situación”.

Las protestas iniciaron el martes pasado en una universidad de Managua en contra de una reforma que busca aumentar hasta en 22.5% las cuotas de 700 mil trabajadores y de empresarios al Seguro Social, además de aplicar un impuesto de 5% a las pensiones de miles de jubilados.

Si bien las primeras movilizaciones fueron protagonizadas por jóvenes, la violenta acción policial contra los manifestantes sumó a su causa a cientos de pobladores de Managua y de al menos 14 ciudades del interior donde siguen ocurriendo disturbios.

“Esa reforma fue la chispa que encendió todo este polvorín... ahora lo que la gente quiere es botar a Ortega”, dijo Rafael Padilla, un mecánico que se quedó sin clientela y sobrevive vendiendo agua a los sedientos policías que pasan frente a su taller.

Sobre los saqueos, Padilla cree que no son obra de los manifestantes, en su mayoría universitarios, sino de “grupos de pandilleros que manda el gobierno para culpar a los chavalos [jóvenes]”. Uno y otro sector se acusan mutuamente por el caos.

Según un organismo local de derechos humanos, las protestas han dejado 25 muertos en el país, mientras que el gobierno informó de casi una decena de muertes.

Las acciones violentas de la policía y los obstáculos de las autoridades para que los medios reporten lo sucedido aumentaron las críticas contra Ortega, quien ordenó el sábado la salida del ejército a las calles.

En tanto, el papa Francisco pidió ayer “poner fin a todas las formas de violencia y a evitar el derramamiento de sangre sin sentido”.

"Estoy preocupado por cuanto está sucediendo en estos días en Nicaragua, donde, tras una protesta social, se han producido enfrentamientos que han causado algunas víctimas", afirmó tras rezar en la plaza San Pedro.

El clero nicaragüense se unió a la preocupación del Papa y reiteró su apoyo a los manifestantes.

“Nosotros nos unimos al Papa en esa preocupación (...) aunque muchos quieran sembrar el odio y la represión, no estamos solos”, dijo el rector de la Catedral Metropolitana de Managua, Luis Herrera, durante la homilía dominical.

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