El papa Francisco llegó ayer en la tarde a Colombia empeñado en asumir una desafiante misión de casi 100 horas para apuntalar la paz y la reconciliación entre los colombianos y ayudar a restañar las heridas y las divisiones internas luego de más de 52 años de guerras y de violencia atizada por los choques entre guerrillas comunistas, paramilitarismos derechistas, cárteles de narcotraficantes, bandas criminales y fuerzas militares y policiales.

El argentino Jorge Bergoglio, de 80 años, primer Pontífice jesuita y primer Papa americano, arribó a las 16:12 horas locales (15:12 en el centro de México) a la base militar del aeropuerto internacional El Dorado, de Bogotá, para iniciar un periplo por cuatro ciudades colombianas que concluirá este domingo en Cartagena de Indias, sobre el mar Caribe, desde donde regresará a Roma.

Sonriente, sereno y dispuesto a saludar sin descanso a unos y a otros, de cerca y de lejos, tras 12 horas exactas de vuelo desde la capital italiana a bordo del vuelo AZA 4000 de Alitalia del avión Airbus 330 Pastor 1, el Vicario de Cristo emprendió ayer un desafiante viaje de paz y reconciliación por Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena de Indias tras abrazar, besar y bendecir en la pista de la terminal aérea a lisiados de guerra y a otras víctimas de la violencia y a niños, niñas y adolescentes.

Al bajar de la escalinata, fue recibido por el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, quien aseguró que el país está “conmovido” y “muy alegre” por la visita, y su esposa, María Clemencia Rodríguez.

Los tres caminaron por una alfombra roja y se acercó Emmanuel —hijo de la política colombiana Clara Rojas y nacido en 2004 en la selva con su madre, en severas condiciones de secuestro, de 2002 a 2008, de las ahora ex guerrilleras y comunistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)— para regalar al Papa una escultura de una paloma, símbolo de paz. Francisco se topó con esos y otros protagonistas cruciales de la guerra, que con su apoyo acabó con la firma de un pacto de paz (germen de más polarización) entre el gobierno colombiano y las FARC en noviembre de 2016, y de la violencia generalizada que se desbordó en este país hace casi 70 años con una criminalidad sin control que involucró a las fuerzas estatales.

Tras los actos protocolarios, subió al papamóvil y recorrió 15 kilómetros por la calle 26, una de las principales de Bogotá, hacia la Nunciatura Apostólica, en esta capital.

Menores de edad y jóvenes que, por años y hundidos en drogadicción, crimen y desamparo, vivieron abandonados en las calles bogotanas y ahora están sumidos en su regeneración, le dieron una calurosa bienvenida a su arribo a las 17:55 a la Nunciatura.

En un emotivo mensaje, una de las jóvenes le explicó a Su Santidad que son personas en una difícil situación en las calles y que, pese a todo, “miramos nuestro futuro con optimismo”, por lo que “lo recibimos cantando, danzando y sonriendo”. Es un “parche de jóvenes”, añadió, que le agradeció a Francisco por su “rostro paternal” y su sonrisa y por su batalla en la “humanización” de los marginados de la sociedad.

“¡No se dejen robar la alegría!”, les pidió el Papa. “¡Que nadie se las robe!”, clamó.

“¡No se dejen robar la esperanza!”, abogó, al despedirse.

Y les soltó: “¿Puedo pedirles un favor? Que recen por mí. ¡Que Dios los bendiga!”.

Antes les dio gracias “por la alegría” y les instó a que “sigan adelante. No se dejen vencer, no se dejen engañar”.

El encuentro con mutilados por la violencia política, con niños y niñas y con víctimas del desamparo y la criminalidad marcó una tendencia de reconciliación y paz en el inicio del periplo papal, que continuará hoy con intensas actividades en su primer día completo en Bogotá.

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