París.— Miles de estudiantes franceses de secundaria se manifestaron ayer en Niza y Toulouse en apoyo a los chalecos amarillos, mientras el gobierno buscaba una salida a la grave crisis provocada por el movimiento tras las manifestaciones violentas del sábado.

Unos 2 mil 500 estudiantes, según la policía, se manifestaron en Niza, en el sureste, al grito de “¡Macron, renuncia!”, y paralizaron en parte la circulación. Por su parte, unos 700 alumnos participaron en las protestas en Toulouse, en el suroeste, donde hubo enfrentamientos con la policía, con saldo de siete heridos y 11 detenidos tras escenas de robos y daños a comercios, según la prefectura.

“Las fuerzas de seguridad y de rescate fueron objeto de lanzamiento de proyectiles. Se requirió el uso de gases lacrimógenos para dispersar” a los manifestantes, constató una periodista de AFP.

En la tarde, la tensión aumentó cuando un joven con el rostro ensangrentado fue detenido por las autoridades entre los abucheos de algunos chalecos amarillos y peatones.

Los bloqueos de varios depósitos de combustible en todo el país causaron el lunes los primeros reportes de escasez de gasolina. El tráfico también fue interrumpido en varias carreteras francesas, donde los manifestantes instalaron barreras.

El ministro francés de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, dijo que tras la ola de protestas se han constatado caídas en la actividad económica del país.

El descenso para los grandes grupos de distribución va de 15% a 25 %; para el pequeño comercio, de 20% a 40 %; para los mercados mayoristas, de 15%, y para los restaurantes, al menos de 20 a 50 % dependiendo de los lugares, explicó.

Además, advirtió de que se ha constatado un descenso de las reservas en los hoteles de 15% a 20%.

Por su parte, las empresas de transporte de mercancías por carretera estimaron que han sufrido pérdidas por un valor de 400 millones de euros desde que comenzaron las manifestaciones el 17 de noviembre.

La mayoría de los dirigentes opositores piden una prórroga del alza del precio de los carburantes en Francia, prevista para el 1 de enero. Esta medida, presentada como una manera de frenar las emisiones de dióxido de carbono, fue el detonante de las protestas que ahora se han convertido en una ola de rechazo general a las reformas de Macron.

Autoridades dialogan. El gobierno francés se reunió ayer con miembros de la oposición para buscar una salida a la crisis abierta por los chalecos amarillos, un colectivo que protesta contra la política fiscal y social de Emmanuel Macron, tras las violentas protestas que sembraron el caos en París el sábado.

El fin de semana unas 136 mil personas participaron en la tercera jornada de protestas nacionales convocadas por este colectivo, que degeneraron en caos, sobre todo en la capital, donde se produjeron saqueos e incendios.

El primer ministro Édouard Philippe, quien durante la jornada recibió uno a uno a los líderes de los principales partidos de la oposición, va a anunciar un “gesto fuerte”, aseguró el ministro de Cultura, Franck Riester.

Los hechos en París fueron de “una gravedad sin precedente”, dijo el domingo el prefecto de policía Michel Delpuech, quien lamentó la “violencia extrema e inédita” contra las fuerzas del orden con “lanzamiento de martillos” y “bolas de acero”.

Un total de 263 personas resultaron heridas en todo el país, entre ellas 133 en la capital y 23 de ellas miembros de las fuerzas de seguridad.

Macron, quien regresó el domingo del G20 en Buenos Aires, no se había pronunciado hasta ayer sobre los disturbios. Un mutismo que podría romper cuando su primer ministro termine sus consultas.

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