En 1980, un joven sindicalista de 35 años decidido a luchar contra la dictadura de Joao Figueiredo ingresaba a una prisión de Sao Paulo de la que saldría un mes después, victorioso, para convertirse no sólo en “la figura” de la izquierda brasileña, sino latinoamericana. Treinta y ocho años después, ese hombre regresó anoche a prisión. Pero esta vez, se trata de un golpe fulminante a sus aspiraciones de volver a ser presidente.

Luiz Inácio Lula da Silva solía decir, recordando los 30 días que pasó en una prisión de Sao Paulo “por atentar contra el orden nacional”, tras encabezar huelgas contra el régimen, que “los militares cometieron la estupidez de detenerme”. Y tenía razón. Ese mismo año, se convirtió en uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores (PT), que en las décadas siguientes se transformaría en el partido de izquierda más grande de América Latina.

Su detención le dio notoriedad y lo fortaleció, impulsando una carrera meteórica que lo llevó, en su cuarto intento, a ganar las presidenciales de 2002 para el periodo 2003-2006 y a convertirse en el primer mandatario de origen obrero del país. En 2006 logró la reelección que lo mantuvo en el Palacio del Planalto hasta 2010.

Bajo sus dos mandatos, el gigante sudamericano se colocó entre las potencias mundiales, al sacar a millones de personas de la pobreza gracias a un boom económico sin precedentes, basado sobre todo en los altos precios del petróleo.

Hoy la situación es totalmente diferente. El político, que al dejar su cargo gozaba de 80% de popularidad, sigue siendo el favorito entre los brasileños para las elecciones de octubre, pero con apenas 36% de apoyo. Además de la sentencia a 12 años por corrupción pasiva y lavado de activos en el caso del tríplex de Guarujá que según la justicia pertenece a Lula, éste enfrenta otros seis juicios vinculados a la megacausa Lava Jato en los que es acusado de corrupción, lavado de activos y obstrucción de la justicia, entre otros cargos. Tres de los procesos están a cargo del juez Sergio Moro, el mismo por el que hoy entró a una celda de 15 metros cuadrados en Curitiba. Los otros cuatro se celebran en Brasilia.

En teoría, la ley “ficha limpia”, aprobada en 2010, le impediría participar en las elecciones de octubre, porque señala que ningún condenado por un delito confirmado en apelación puede postularse para un cargo electo durante al menos ocho años. Sin embargo, se han hecho excepciones a la ley anteriormente. La decisión final recae en el Tribunal Superior Electoral (TSE).

El Partido de los Trabajadores tiene hasta el 15 de agosto para decidir si postula o no a Lula —hasta ahora dice que no tiene plan B— y hasta 20 días antes de las elecciones para cambiar de candidato.

***Con información de agencias

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