Con 81 millones de habitantes y un amplio territorio que resguarda la entrada del golfo Pérsico, la República Islámica de Irán es una potencia regional que puede ser blanco de un bombardeo de Estados Unidos y sus aliados, pero tiene la capacidad de extender un conflicto desde Líbano hasta Afganistán.

El peligro de una guerra entre Washington y Teherán, latente desde que en 1979 la revolución chiíta dirigida por el ayatola Ruhollah Jomeini derrocó al sha Mohamed Reza Pahlevi, llamado el Gendarme del Pérsico en virtud de su alianza incondicional con Estados Unidos, registra una escalada que se acentuó en los últimos días con el intercambio de amenazas.

“Si Irán quiere pelear, será el fin oficial de Irán. Nunca amenacen a Estados Unidos otra vez”, tuiteó el presidente estadounidense, Donald Trump, en aparente referencia a la participación iraní en planes contra intereses de Washington en Medio Oriente, que incluyeron el lanzamiento de un cohete sobre su sede diplomática en Bagdad.

La respuesta de Teherán no tardó y por la misma vía, Mohamed Javad Zarif, ministro de Relaciones Exteriores iraní, subrayó: “Nunca amenacen a un iraní. Traten de respetarlo. ¡Sí funciona!”, mientras advirtió que el “terrorismo económico” de las sanciones, que han debilitado al país, y las “pullas genocidas” no conseguirán doblegarlo.

Zarif indicó que Trump espera alcanzar lo que Alejandro el Grande y Gengis Kan no lograron, espoleado por el “equipo B”, que integran John Bolton, asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca; Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, y los príncipes herederos Mohamed bin Salman y Mohamed bin Zayed al-Nahyan, quienes gobiernan de facto Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

Con su mensaje, el canciller iraní fue a la raíz de la disputa, pues es un hecho que desde la última administración de George W. Bush, Bolton ha sido el principal promotor en EU de la guerra —hoy apoyado por el secretario de Estado, Mike Pompeo, y legisladores como Marco Rubio—, al tiempo que Netanyahu y Arabia Saudita impulsaron el rompimiento de Washington en 2018 con el acuerdo nuclear iraní, que había congelado la actividad de Teherán en ese campo.

Duro de roer

Pese al belicismo y la alianza de Bolton y los “cristianos sionistas” como Pompeo y el vicepresidente Mike Pence con Israel, al parecer las dudas persisten en la cúpula estadounidense y por ello se filtró a los medios que Bolton “voló demasiado cerca del sol” y sería despedido, mientras que el secretario de Defensa, Patrick Shanahan, se opondría al ataque y es que desde el periodo de Bush la antigua Persia luce como un hueso duro de roer.

Irán-EU. Tambores de guerra
Irán-EU. Tambores de guerra

El Instituto del Medio Oriente, en Moscú, destacó en marzo que la doctrina militar iraní, con la experiencia de la lucha contra el Irak de Saddam Hussein en 1980-1988 y de las intervenciones aliadas e israelíes en el propio Irak (1991 y 2003), Yugoslavia (1999), Afganistán (2001), Líbano (2006), Libia (2011), además de los conflictos actuales en Siria y Yemen, privilegia, con base en sus recursos humanos, la movilización de hasta 7 millones de personas mediante las milicias Basij en complemento del ejército regular y del Cuerpo Islámico de Guardias Revolucionarios (IRGC) de élite.

Con un presupuesto militar menor a 20 mil millones de dólares este año, Teherán da también atención especial a la “defensa avanzada” para “operaciones de guerrilla y sabotaje en la retaguardia enemiga, a fin de destruir su personal y equipo militar, interrumpir el sistema de mando, las comunicaciones y operaciones logísticas, así como retener ciertas áreas y objetivos”.

Lo anterior se traduciría en recurrir, detalla el Grupo Internacional de Crisis, a las aliadas Unidades de Movilización Popular que enfrentaron al Estado Islámico en Irak, la milicia chiíta del Hezbolá (Partido de Dios) en Líbano, que tiene un arsenal superior a 100 mil cohetes y misiles capaces de alcanzar cualquier punto en Israel y los rebeldes hutíes de Yemen y Yihad (Guerra Santa) Islámica en Gaza.

Como el Hezbolá, Irán también ha desarrollado una fuerza balística en reemplazo de la aviación convencional, pero a partir de tecnología propia, copiando modelos rusos, chinos y norcoreanos. Si a su vez los hutíes han logrado sorprender a la retaguardia saudita con proyectiles de medio alcance, el IRGC golpeó blancos del Estado Islámico en Siria en 2017 con seis misiles Zolfaghar.

Otro ejemplo de la viabilidad de la estrategia asimétrica la dieron este mes los hutíes al bombardear con drones (aviones sin piloto) la Estación de Bombeo 8 del gigante petrolero Aramco en Afif, Arabia Saudita y destruir uno de sus oleoductos, provocando un derrame de combustible, lo que obligó a interrumpir temporalmente el flujo de tres a cinco millones de barriles diarios de crudo.

Como expuso PressTV, la cadena iraní, la estación atacada se ubica a 850 kilómetros de Saada, una de las ciudades de Yemen más cercanas a Arabia Saudita, “lo que indica que los yemeníes fueron capaces de enviar sus drones a larga distancia para efectuar ataques de precisión y llevarlos de regreso evadiendo las defensas sauditas”.

Uno de los mayores ejemplos, no obstante, provendría del mismo Pentágono, que en 2002 —un año después de los atentados terroristas en Estados Unidos, cuando Irán fue colocado en el “eje del mal” junto a Irak y Corea del Norte— realizó los ejercicios Millenium Challenge, para encontrar que 19 buques de uno de sus grupos de batalla, incluyendo el portaaviones y cinco naves anfibias de asalto, resultaron hundidos en pocos minutos tras ingresar al Pérsico por una barrera de proyectiles disparados desde tierra, por aeronaves y por barcos comerciales, además de “enjambres” de lanchas rápidas en misiones suicidas.

Es necesario enfatizar que el golfo Pérsico produce 25% del crudo mundial y posee dos tercios de las reservas petroleras, así como 35% de las reservas de gas natural. Cada día exporta unos 18.2 millones de barriles, de los que 17 millones atraviesan el Estrecho de Ormuz en buques tanque. Los misiles iraníes podrían alcanzar cualquier lugar donde se hallen fuerzas del Pentágono, las plantas de desalinización sauditas, las refinerías emiratíes o los mayores puertos petroleros.

Estrangulamiento naval

El “estrangulamiento” del Estrecho de Ormuz, asimismo, podría repetirse con consecuencias aún más catastróficas para la economía en el Estrecho de Bab el Mandeb (La Puerta de las Lágrimas) del Mar Rojo entre la península arábiga (Yemen) y África (Yibuti), donde transita otro 4% del petróleo mundial.

Si este es el probable resultado de un choque aeronaval, que requeriría por parte de Washington cerca de 3 mil ataques sólo en el primer día de ofensiva, una invasión terrestre rebasaría cualquier escenario que se haya visto en Afganistán —la guerra más larga en la historia de EU, que no ha sometido a la insurgencia, como tampoco pudo hacerlo la Unión Soviética— y en Irak, donde retiró la mayoría de sus tropas en 2011.

Casi cuatro veces más grande que Irak, el montañoso y desértico Irán es más homogéneo, con 90% de sus habitantes adscritos al chiísmo, lo que ayuda a explicar la ausencia de una oposición real. Mientras que en la prensa estadounidense se ha manejado la cifra de 120 mil hombres tan sólo para alistar la invasión, ocupar las ricas provincias petroleras de la costa iraní demandaría alrededor de 300 mil soldados, una cifra que sin el regreso del reclutamiento obligatorio el Pentágono sólo podría sostener por dos o tres meses, apunta el portal Moon of Alabama.

El riesgo de una gran conflagración resulta evidente ante la alianza de Teherán con Moscú y en particular con China, que le asigna un importante papel en la iniciativa del Cinturón y el Camino para enlazar los mercados de Europa y Asia. En la propia Bruselas es patente el rechazo de Alemania y Francia a participar en una nueva aventura bélica que, además de millones de víctimas y un desastre económico, volcaría olas de refugiados más grandes que las que han abandonado Siria.

Por razones internas, dado el proceso electoral de 2020 en EU y la creciente oposición a una guerra en Medio Oriente o Venezuela, es posible que Trump abandone, al menos a corto plazo, los planes que convocan al “cambio de régimen” en Teherán. Sin embargo, nada puede descartarse cuando lo que está en juego es la hegemonía desde el golfo Pérsico hasta el de Maracaibo; lo que en Washington los estrategas llaman el “dominio total del espectro”.

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