Hong Kong.— Ubicada en el trendy distrito de Sheung Wan, entre boutiques exclusivas, pastelerías con repostería internacional y coloridos murales, la librería independiente Mount Zero es punto de encuentro de quienes buscan más que una experiencia literaria a ritmo de música de jazz.

De sólo 100 metros cuadrados repartidos en una propiedad de dos pisos que se pierde entre edificios residenciales, el pintoresco centro de lectura es ante todo un espacio que invita a la reflexión y sirve de inspiración.

“Lo que hace especial a este lugar es el tipo de gente que viene. No es que sea soñadora, simplemente es gente que piensa fuera de la caja”, dice a EL UNIVERSAL una estudiante universitaria que asiste con regularidad. A pesar de su popularidad y haber sobrevivido los devastadores impactos económicos causados por tres años de rigurosos confinamientos por el Covid-19, el establecimiento informó que cerrará sus puertas a finales de marzo.

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El centro financiero del país. Foto: de Inder Bugarin
El centro financiero del país. Foto: de Inder Bugarin

La versión pública sobre los motivos del cierre es la siguiente: “La dueña decidió tomar una pausa, un descanso. Necesita tiempo para pensar qué sigue”, explicó la encargada de turno, pero la causa de fondo es otra; las librerías independientes en Hong Kong están bajo enorme presión legal desde la introducción de la draconiana ley de seguridad impuesta por Beijing en 2020 para silenciar a críticos, opositores y voces disidentes.

Mount Zero evidentemente incomoda al régimen prochino y no hace nada por encubrirlo, pese a correr el riesgo de enfrentar el peso de la ley. En su fachada se lee “Ideas son a prueba de balas” y al entrar no hay que preguntar para encontrar voces contestatarias plasmadas en poemas, novelas y material histórico.

Sin necesidad de espulgar entre publicaciones, al alcance de la mano, hay escritores como el disidente chino Yang Lian, autor contemporáneo de poemas como Muerte en exilio, Violencia en el bosque, Sobrevivientes, Sangre naranja y Los cimientos del terror.

De acuerdo con el oficialismo, la ley nacional de seguridad introducida hace tres años restauró el orden y la paz social tras las violentas protestas estudiantiles de 2019 y 2020.

La conclusión a la que llega el visitante al pasear por las calles de la ciudad es que la versión diseminada por la administración encabezada por el jefe Ejecutivo, John Lee Ka-chiu, es acertada. No hay más protestas, barricadas improvisadas, ni facultades universitarias tomadas por inconformes, la vida aparenta seguir su curso en un ambiente de vida cotidiana.

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El centro financiero y el Palacio de Justicia. Foto: de Inder Bugarin
El centro financiero y el Palacio de Justicia. Foto: de Inder Bugarin

Aunque la calma percibida en el punto más alto de la isla (The Peak), en el Parque Victoria o en el lujoso complejo de rascacielos de Times Square ha tenido un alto costo.

“La ley debilitó a todo el pueblo hongkonés y su capacidad de resistir a políticas impopulares, mientras que la pandemia condujo al declive económico. Los hongkoneses han vivido los últimos tres años con miedo y angustia”, dice a EL UNIVERSAL Eric Lai, investigador de la Georgetown Law de Washington.

“La ley nacional de seguridad barrió con todas las fuerzas opositoras y silenció a los medios independientes debido a que la mayoría de los grupos opositores fueron procesados, disueltos o exiliados. No hay más manera de ejercer el legítimo derecho de libre expresión”.

“A esto se añade una menor independencia del sistema judicial debido a que los jueces están siendo electos por el Jefe del Ejecutivo para juzgar casos a voluntad. En tanto que el Parlamento está lleno de patriotas debido a que los miembros de la oposición fueron criminalizados”.

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Vista de los lujosos rascacielos que caracterizan a Hong Kong. Foto: de Inder Bugarin
Vista de los lujosos rascacielos que caracterizan a Hong Kong. Foto: de Inder Bugarin

Si esto no fuera suficiente, la autoridad local está empujando una reforma al artículo 23 de la normativa básica para endurecer la legislación de seguridad nacional.

“Las libertades civiles serán aún más restringidas al incluir detalles para acotar el margen de maniobra de la llamada soft resistance, debido a que la normativa de 2020 es muy general”, sostiene en entrevista Dominic Chiu, analista para China y el noreste de Asia de la firma Eurasia Group. Con la reforma, explica, el régimen atenderá la cuestión de cómo debe comportarse la gente online y qué se puede compartir con actores extranjeros, al incluir el rubro de secretos de estado, espionaje, traición, sedición, entre otros.

“Expande la definición de secreto de Estado, incluyendo rumores, supuestos y dichos que tengan que ver con el gobierno. Hará que las personas se sientan menos cómodas sobre lo que dicen a extranjeros, sean hombres de negocios, periodistas, activistas o diplomáticos”.

Chiu afirma que las consecuencias pueden ser desastrosas, dependiendo del grado de aplicación. “En el peor caso, empresas como Google serán obligadas a censurar contenidos y más periodistas se irán. La Gran Muralla de Fuego [la barrera de censura online de Beijing] todavía no se aplica en Hong Kong”.

El Parque Victoria, el central de Hong Kong. Foto: de Inder Bugarin
El Parque Victoria, el central de Hong Kong. Foto: de Inder Bugarin

Pierde esplendor

El Reino Unido entregó a China las llaves de la antigua colonia en 1997, como parte de un acuerdo en el que Beijing se comprometió a respetar por 50 años el sistema político y económico de Hong Kong, es decir, el modelo de dos sistemas un país.

A medio trayecto se preservan muchas diferencias entre la ciudad y tierra firme. En Hong Kong se habla cantonés, no mandarín, hay una economía de libre mercado y no comunista, el dólar hongkonés sigue atado al estadounidense, la gente tiene comportamientos cívicos que no son la norma en tierra firme. Aquí no escupen ni tiran basura en la calle, respetuosamente hacen fila en la parada de autobús y esperan el semáforo verde en el paso peatonal.

Pero los cambios impuestos por el gobierno chino en 2020 han terminado por trasformar a Hong Kong en una ciudad de tantas de China. “Hay todavía importantes diferencias, pero en términos de libertades políticas Hong Kong ya es una de tantas ciudades chinas”, asegura Chiu.

Una consecuencia de ello es la fuga de talentos. Diversas fuentes estiman que 30 mil han emigrado a Taiwán y otros 140 mil al Reino Unido; Canadá y Australia también han sido destinos. Esto está teniendo gran impacto en una población de sólo 7.2 millones de habitantes.

La Bolsa de Hong Kong, una de las más importantes del planeta, está sufriendo, mientras competidores, como la Bolsa de Tokio, registran sus mejores tiempos en 34 años. Bloomberg sostiene que el mercado de Hong Kong ha perdido 2 billones de dólares desde 2021.

Además está perdiendo su ventaja frente a otras ciudades de la región, incluso en la propia Gran Área de la Bahía, que cubre alrededor de 56 mil kilómetros cuadrados y una población de 86 millones de habitantes. Además de Hong Kong y Macao, la zona incluye a Guangzhou, Shenzhen, Zhuhai, Foshan, Huizhou, Dongguan, Zhongshan, Jiangmen y Zhaoqing. Se supone que Hong Kong debe desempeñar un papel de liderazgo como polo financiero, comercial, de transporte marítimo y de aviación; epicentro de servicios profesionales y cable conector entre tierra firme y la comunidad global.

Los jóvenes exploran la manera de seguir adelante
frente a la draconiana ley de seguridad. Los que tienen
oportunidad, se van. Foto: de Inder Bugarin
Los jóvenes exploran la manera de seguir adelante frente a la draconiana ley de seguridad. Los que tienen oportunidad, se van. Foto: de Inder Bugarin

“Hong Kong está perdiendo sus ventajas competitivas como centro financiero internacional y ha sido incapaz de dar respuesta a la pregunta de ¿por qué la gente debe venir en lugar de Shanghái, Singapur o Londres?”, señala Chiu.

“Hace 10 años no tenía ese problema, ofrecía lo mejor de ambos mundos, sus ventajas eran imperativas. La tendencia es hacia un Hong Kong menos internacional y más chino”, dice.

Sostiene que la autoridad local reconoce este problema y trata de resolverlo con un “plan B” que consiste en atraer talento chino e inversión del sudeste asiático y las prósperas economías petroleras en Oriente Próximo.

El experto augura el fracaso de la estrategia, porque no hay incentivos para atraer talento, ni a los inversores de países como Qatar.

Peor aún, existe la probabilidad de que la ciudad termine por convertirse en campo de batalla entre China y Estados Unidos.

El artículo 23 reducirá el apoyo político de Estados Unidos al estatus de Hong Kong como centro financiero global. Esto llevará a plantear la conveniencia de defender la autonomía o instrumentar la situación para sancionar a China.

“Es muy poco probable que veamos protestas masivas como en el pasado. La principal preocupación de los hongkoneses no es política, sino macroeconómica por la falta de reformas para estimular el crecimiento y la productividad”, indica Chiu.

El analista Eric Lai opina diferente: “Nunca se sabe. Si hay descontento, inconformidad y los reclamos alcanzan su clímax, la gente saldrá nuevamente a las calles a exhibir su poder”.

Para el investigador, la comunidad internacional debe seguir prestando atención a la situación interna y defender el retorno al modelo de un país dos sistemas. “Si Hong Kong es reducido a un gobierno autocrático, las aspiraciones de China hacia Taiwán y otros lugares serán aún más agresivas. Hong Kong será un manual sobre cómo autócratas pueden hacer retroceder los valores liberales y el orden liberal”, detalla Lai.

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