Harvey, Katia, Irma, José. En las últimas dos semanas se han multiplicado las noticias de huracanes por su violencia e impacto, y en un contexto de cada vez más concientización por el medio ambiente y el clima, hace pensar sobre si hay alguna relación causa-efecto.

En tiempos de debates sobre el cambio climático y la equidistancia —e incluso duda— del Estados Unidos de Donald Trump sobre el tema, la aparición de estos fenómenos naturales arrasadores derivan en análisis para saber qué pasa realmente, si se puede evitar el rastro de destrucción que provocan, y si hay alguna relación entre la peligrosidad de estos huracanes y la emisión de gases de efecto invernadero y el calentamiento del planeta.

La administración Trump sigue negando la participación del cambio climático en todos estos fenómenos. Scott Pruitt, el negacionista climático al frente de la Agencia de Protección Ambiental, dijo que era “muy poco sensible” relacionar la política sobre el medio ambiente en plena época de huracanes.

El propio presidente quitó hierro al asunto de la virulencia de las lluvias y vientos, asegurando que el país “ha tenido tormentas peores que estas”.

No está equivocado el magnate. Los actuales no son ni serán los últimos huracanes amenazantes. En la época reciente, y mirando sólo en 2005, se vivió una temporada que incluyó Katrina, Rita y Wilma.

Se calcula que cada año hay una docena de huracanes de este tipo. “En temporadas normales siempre la actividad principal se produce entre agosto y octubre. La actividad es la predecida”, aseguran desde la Agencia Nacional Atmosférica y Oceánica (NOAA) de Estados Unidos.

“No ha sido una temporada anormal de huracanes”, explica a EL UNIVERSAL Randall Cerveny, profesor de Ciencias de la Tierra en la Arizona State University y miembro de la Organización Meteorológica Mundial (WMO) de las Naciones Unidas.

Dando entonces por hecho que el número de huracanes y fenómenos parejos va a seguir invariable, el debate entre la comunidad científica sobre la relación entre huracanes y cambio climático está latente todavía en un aspecto: intensidad y, por tanto, efectos catastróficos al tocar tierra.

Los científicos cada vez tienen más datos y consenso para relacionar los efectos del cambio climático al aumento de la violencia y consecuencias de los huracanes, especialmente en cantidad de lluvia e inundaciones que provocan.

La mayoría coincide: a medida que el planeta se calienta, la atmósfera conserva más la humedad y por tanto los huracanes —y cualquier tipo de tormenta— puede provocar lluvias más torrenciales y en mayor cantidad que en el pasado.

Asimismo, el aumento del nivel del mar —en la mayoría de casos provocado por el deshielo de los cascos polares derivados del aumento de la temperatura del planeta— deja más expuesta la línea de costa a las subidas de marea provocadas por la cantidad de agua y viento.

“En general, con el cambio climático, los huracanes son más húmedos y en muchos casos más intensos; así que debemos considerar un incremento de la probabilidad de huracanes más intensos y húmedos en el futuro”, reflexiona Cerveny.

Hay otro elemento relacionado con la física en el asunto. “A medida que el clima continua calentándose, los huracanes pueden intensificarse más rápido justo antes de tocar tierra, haciendo la previsión mucho más difícil”, resume un estudio publicado recientemente en la revista de la American Meterological Society.

Pero no todas las consecuencias de los huracanes son culpa del cambio climático y su nueva virulencia por más acumulación de agua y humedad. Para Cerveny también hay que tener en cuenta el impacto directo del ser humano en el medio ambiente. “Las inundaciones en Florida, por ejemplo, han sido mucho peores que en las últimas décadas por el aumento del desarrollo residencial, eliminando lo que antes eran marismas”, apunta. Estos pantanos eran una “barrera natural” a la subida de mareas, y sin ellos el daño empeoró.

Con el cambio climático continuando su escalada sólo puede esperarse un futuro que depare más lluvia y más inundaciones en épocas de huracanes, con más destrozos y pérdidas de vidas humanas.

El último recuento del huracán Irma apunta a 82 muertos entre el Caribe y la Florida estadounidense, estado en el que más de un millón de personas siguen sin electricidad.

De cara a futuro hay que esperar que temporadas de huracanes como la actual —o peores— van a suceder. “Si no nos preparamos ahora para huracanes más poderosos y peligrosos en el futuro tendremos mayores desastres”, advierte Cerveny.

Teniendo en cuenta que el número de huracanes es imposible de aminorar, para el experto, la forma de prepararse para que el impacto de un huracán sea mínimo es mejorando los edificios, haciéndolos más resistentes a los vientos huracanados y a las inundaciones, rutas de evacuación claras y refugios listos para la ocasión.

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