Ankara.— La lira turca, en dificultades desde hace varios días, vivió ayer una brutal caída, acelerada por el anuncio estadounidense de una fuerte alza de los aranceles y por las virulentas declaraciones del presidente Recep Tayyip Erdogan, quien denunció una “guerra económica”.

La situación se agravó cuando el presidente estadounidense, Donald Trump, anunció un fuerte incremento de los aranceles a la importación del acero y el aluminio turcos, que aumentarán respectivamente a 50% y 20%.

La lira, que perdió casi la mitad de su valor frente al billete verde desde inicios de año, registró una bajada vertiginosa hasta tocar mínimos históricos. Al cierre de Wall Street, se cambiaba a 6.43 liras por un dólar, una caída de 13.7%, tras haber perdido hasta 24% durante el día.

Erdogan, quien enfrenta uno de sus mayores desafíos económicos desde que llegó al poder en 2003, llamó a sus conciudadanos a una “lucha nacional” cambiando sus divisas para apoyar la moneda. Sin embargo, su llamado no hizo más que acelerar la caída de la moneda.

Este hundimiento, que empuja a Turquía hacia una crisis monetaria, llega en un momento de fuertes tensiones diplomáticas entre Ankara y Washington, y de creciente desafío de los mercados, que desconfían del cada vez mayor control del presidente turco sobre las cuestiones económicas.

El impacto se sentía más allá de las fronteras turcas, ya que las acciones de varios bancos europeos registraron caídas, y Wall Street abrió a la baja, lo que muestra el temor a que haya un contagio a la economía mundial.

La caída de la lira “demuestra que los inversores están cada vez más preocupados por la inminencia de una crisis monetaria total”, señaló ayer David Cheetham, analista de XTB. La divisa turca sufre pérdidas desde hace años, pero la hemorragia se agravó en los últimos años debido a la grave crisis diplomática con Estados Unidos por el caso de un pastor estadounidense detenido en Turquía bajo cargos de terrorismo y espionaje.

Andrew Brunson fue encarcelado en octubre de 2016 y acusado de cargos de terrorismo y espionaje en diciembre de ese mismo año. La fiscalía pide hasta 35 años de cárcel.

Turquía acusa al estadounidense de tener vínculos con el movimiento del clérigo Fetullah Gülen, autoexiliado en EU, a quien Ankara acusa de estar detrás del fallido golpe de Estado perpetrado por una facción del ejército en julio de 2016.

Trump ha exigido personalmente en varias ocasiones la puesta en libertad del pastor de 50 años.

En su tuit de ayer, Trump resaltó que “¡autoricé duplicar aranceles sobre el acero y el aluminio respecto a Turquía, cuya moneda, la lira, cae rápidamente frente a nuestro muy fuerte dólar! ¡Nuestras relaciones con Turquía no son buenas en este momento!”.

Los dos países, miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), impusieron sanciones recíprocas a responsables gubernamentales. Aunque se trata de medidas simbólicas, preocupan a los inversores extranjeros, de los que depende la economía turca.

Simbólicamente, la presidencia turca anunció después del tuit de Trump que Erdogan había hablado por teléfono con su homólogo ruso, Vladimir Putin, y señaló que los dos dirigentes conversaron principalmente sobre la crisis siria e intercambios comerciales.

A los mercados también les preocupan las orientaciones de la política económica de Erdogan y el rechazo del banco central turco a elevar las tasas de interés para frenar una inflación que en julio llegó casi a 16% interanual. Muchos economistas consideran que es necesaria un alza masiva de las tasas de interés para regular la inflación y apoyar la lira, pero Erdogan es hostil.

En un aparente intento de enviar señales positivas a los mercados, el nuevo ministro de Finanzas, Berat Albayrak —quien además es yerno de Erdogan—, insistió en la “importancia” de “la independencia del banco central” turco.

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