Bruselas.— Copartícipes en la creación de lo que hoy conocemos como Unión Europea (UE), la familia política de centroizquierda pasa por sus horas más bajas.

En las últimas convocatorias electorales, en prácticamente todas, los partidos que integran el Grupo de Alianza Progresista de los Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo, han perdido terreno. En Alemania, Francia, Países Bajos e Italia fueron testigo de una “sanción histórica” en las urnas.

La debacle electoral les ha arrebatado los gobiernos en países como España (2011), Bélgica (2014), Francia, Austria (2017), y muy probablemente también en Italia.

“Son múltiples las causas de la crisis; entre otras, una de credibilidad, porque las políticas socialdemócratas deberían desafiar los crecientes niveles de desigualdad, garantizar la justa distribución económica y responder a la continua migración de fuera de Europa”, dice a EL UNIVERSAL el profesor Robert Ladrech, miembro de la Unidad de Investigación sobre Partidos Políticos Europeos de la Universidad Keele.

“También han sufrido por una relación demasiado estrecha con los partidos de centro-derecha en coaliciones gubernamentales, especialmente en Alemania, pero también en Holanda, Austria e incluso Italia, hasta ahora”.

Además, en países como Grecia y España han sido castigados por ser copartícipes, tanto a nivel nacional como europeo, de la imposición de dolorosas medidas de austeridad desde la crisis de 2008.

Igualmente están pagando un alto precio por la falta de claridad en la narrativa sobre las implicaciones que tiene la globalización en el estado de bienestar europeo. Muchas personas tienen miedo a perder lo que tienen y los socialistas no están dando respuestas a esos temores, agrega en entrevista Ernst Stetter, secretario general de la Fundación Europea de Estudios Progresistas (FEPS), con sede en Bruselas.

El tradicional voto socialista se está desviando hacia los partidos antisistema de izquierda, como fue el caso de Italia y Francia con el Movimiento Cinco Estrellas y la Gauche de Jean-Luc Mélenchon.

Pero también hacia la derecha más radical, como ocurrió en los últimos comicios celebrados en Dinamarca, Suecia, Alemania, Austria, Holanda y Francia.

Stetter sostiene que para revertir la pérdida del apoyo ciudadano es necesaria una nueva estrategia progresista que incluya el combate a la inequidad, una regulación apropiada de las condiciones laborales en el contexto de la revolución digital y mayor control de las grandes corporaciones. “No será tarea fácil recuperar la confianza que tuvieron los partidos socialistas en los últimos 30, 40 años”, reconoce.

Bruselas también tiene un papel que desempeñar en el futuro retorno o colapso de la familia socialista, coinciden los analistas.

Por un lado, la Unión Europea necesita ser más transparente, democrática e involucrar a la ciudadanía.

Por el otro, debe revitalizar el pacto de estabilidad, empleo y crecimiento; responder enérgicamente a la evasión de impuestos, la corrupción y la concentración de poder de las empresas transnacionales y promover la solidaridad en la eurozona para la transferencia de riqueza norte-sur. Tampoco debe tolerar que gobiernos proeuropeos ataquen a la UE en busca de obtener “ganancias políticas baratas”.

En 2019, año de elecciones europeas, enfrentarán la mayor de las pruebas hasta ahora. Ladrech advierte que de sumar otro fracaso, las consecuencias serán particularmente severas para la UE.

“Un grupo parlamentario socialista más reducido en el Parlamento Europeo [en donde son segunda fuerza política detrás del Partido Popular Europeo], significará que la mayoría proeuropea no será lo suficientemente grande para pasar legislación, quedando a expensas del apoyo de los Verdes y de algunos grupos de extrema izquierda. Por lo tanto, la legislación de la UE podría verse afectada”, sostiene el experto.

“Ciertamente las elecciones del próximo año serán decisivas, pero cualquiera que sea el resultado el proceso continuará”, dice por su parte Stetter.

“La UE no será disuelta, es probable que algunos países opten por ir más rápido que otros en la integración, o decidan sólo participar en ciertas políticas, pero la mayoría de los ciudadanos siguen convencidos en que la UE es necesaria”, apunta.

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