La epidemia de consumo de opiáceos en Estados Unidos está presente hace décadas, pero nunca se le había dado la importancia que tiene ahora. Es la crisis de salud pública más grave de la historia moderna, ocupando portadas y siendo tema de reportajes y documentales.

“Las raíces del problema están en los noventa, cuando compañías [farmacéuticas] como Purdue Pharma empezaron [una campaña de] mercadotecnia agresiva para la prescripción de analgésicos opioides”, cuenta a EL UNIVERSAL el doctor Keith Humphreys, una eminencia en cuestión de adicciones en EU.

Los intereses empresariales infestaron Estados Unidos de medicamentos basados en los opiáceos, a niveles realmente alarmantes. “La prescripción incrementó a tal punto que los doctores de Estados Unidos estaban escribiendo 250 mil prescripciones por opiáceos al año”, apunta Humphreys, actualmente profesor de siquiatría y ciencias del comportamientos en la Universidad de Stanford.

Fue eso lo que llevó a la crisis de adicción actual, cuya magnitud ejemplificó así en una charla reciente: “Consideren la cantidad de dosis estándar de opioides consumidos en Japón. Multiplíquenla por dos. Otra vez. Y otra vez. Y otra vez. Y multipliquen por dos una quinta vez. Eso haría que Japón fuera en número dos del mundo, por detrás de Estados Unidos”.

Para algunos, el doctor Humphreys es un pionero de la historia moderna del tratamiento y rehabilitación de adicciones. Fue por eso que el ex presidente Barack Obama lo incluyó en su equipo como asesor principal de la Oficina Nacional de Política de Control de Drogas (ONDCP, por sus siglas en inglés). De ahí salieron algunas de las ideas que, según Humphreys, han funcionado mejor, en parte por poner el énfasis en la rehabilitación y tratamiento. Extender el seguro de salud “de forma radical y asegurarse que cubría el tratamiento por adicción” fueron políticas que según el doctor funcionaron. Sin embargo, ni la administración Obama ni el Congreso lograron enfrentarse al poder de la industria farmacéutica por su provisión excesiva de opioides.

“La industria farmacéutica merece la mejor tajada [de la culpa por la crisis actual], pero muchos doctores y reguladores sanitarios también fallaron en su deber de proteger a los pacientes”, señala el doctor. La sobreprescripción llevó a la adicción y ante la falta de medicamentos los adictos apostaron por sustituirlos por drogas como la heroína.

El actual presidente, Donald Trump, prometió hincar el diente a un problema que afecta especialmente a la clase blanca que le entregó la Casa Blanca, pero al final su promesa se quedó en palabras vacías. “Designó una comisión de expertos excelente, pero no ha adoptado sus sugerencias”, se queja Humphreys.

A fines de julio prometió declarar “emergencia nacional”, pero en vez de ello declaró “emergencia de salud pública”, un matiz fundamental porque significa menos recursos y servicios. El fondo actual para emergencias de salud pública sólo tiene 57 mil dólares, según dijo Bill Hall, vicesecretario adjunto de la secretaría de Salud de EU, al diario USA Today. “No ha hecho casi nada en respuesta a la epidemia de opiáceos”, responde Humphreys. La intención de Trump de acabar con el seguro médico obligatorio sólo servirá, según el doctor, para “recortar el acceso a tratamiento contra la adicción”, algo que sería desastroso.

“Tenemos que volver a la prescripción de opioides segura, mantener el acceso a tratamiento y trabajar con China para reducir la producción de fentanilo, que está haciendo la heroína todavía más mortífera”, recomienda Humphreys. Ante la inacción de Trump, el Congreso es el que ahora debería trabajar para otorgar fondos a la crisis. Humphreys, habitual de las comisiones de expertos congresionales, asegura “haber visto interés intenso en el problema”.

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