En las elecciones anticipadas de este domingo, los austriacos tendrán la decisión crucial de definir el bando al que quieren pertenecer al interior de la Unión Europea (UE).

Si eligen un gobierno moderado, europeo y pragmático, estarán inclinándose por formar parte del próximo ciclo de construcción europea que pretende lanzar el renovado eje francoalemán del presidente Emmanuel Macron y la canciller Angela Merkel.

Pero si apuestan por uno de perfil conservador-ultranacionalista, estarán orientando al país hacia el euroescéptico grupo de Visegrado, formado por Hungría, República Checa, Eslovaquia y Polonia, caracterizado por torpedear todo gesto solidario al interior del bloque.

Las urnas abrirán con el Partido Popular Austríaco (ÖVP) aventajando los sondeos. La última encuesta de opinión publicada por Research Affairs/Osterreich otorga a los conservadores 33% de las preferencias electorales. De confirmarse los pronósticos, su flamante líder, el actual ministro de Exteriores, Sebastian Kurz, de 31 años, se convertirá en el jefe de Estado más joven de la Europa comunitaria.

Detrás de los conservadores aparece con 27% de la intención de voto el ultraderechista Partido Liberal (FPÖ), del populista Heinz-Christian Strache. La derecha populista aspira a capitalizar el impulso que inyectó al movimiento de la extrema derecha europea la entrada al Bundestag del partido xenófobo Alternativa para Alemania (AfD) en los comicios del 24 de septiembre.

En tercer puesto figura el Partido Socialdemócrata (SPÖ) del canciller federal, Christian Kern, con 23%. Los socialistas han marcado su raya de cara a la próxima administración, aseguran que de no convertirse en el partido más votado pasarán a la oposición.

La decisión de los socialistas de no involucrarse en una nueva coalición con el ÖVP, abrirá la vía para que el FPÖ, una agrupación fundada por antiguos simpatizantes nazi, se siente en la mesa de negociación buscando formar alianza con los conservadores.

Los expertos sostienen que en caso de que la derecha radical obtenga la llave de la gobernabilidad, Austria, que asumirá la presidencia rotatoria de la UE durante la segunda mitad de 2019, tomará un camino contrario a los principios y valores comunitarios, como actualmente ocurre en Hungría y Polonia, hostiles hacia la migración, la libre expresión y la independencia del aparato judicial.

Sin embargo, no sería la primera vez que los conservadores buscan a los ultraderechistas para formar gobierno. En el 2000, el conservador Wolfgang Schüssel causó una grave crisis en la UE al recurrir al FPÖ, entonces dirigido por el controvertido Jörg Haider, quien en los círculos ultranacionalistas es recordado como uno de los primeros en convertir una fuerza de ideología xenófoba en serio contendiente al poder.

Aquél movimiento político se tradujo en sanciones de Bruselas a Austria. Las medidas, entre ellas la congelación de contactos bilaterales, fueron levantadas siete meses después. El romance duró sólo dos años y medio, luego de que el calculador Schüssel invocara elecciones sorpresa aprovechando el difícil momento político por el que pasaba el FPÖ. La convocatoria causó en una deserción en masa del partido de Haider.

Todo parece indicar que de triunfar Kurz, los conservadores volverán a “pactar con el diablo”, aunque ahora son otros los tiempos que corren en Europa, en donde cada elección se salda con centenares de miles de votos para la ultraderecha.

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