Capturada en una fotografía, la memoria de los 215 niños que murieron en la escuela residencial indígena de Kamloops estremeció a Canadá y puso las miradas internacionales en un hecho de la historia de ese país del que se habla poco: la asimilación forzada de comunidades originarias a la cultura occidental de los colonos y misioneros europeos.

“Lo que pasó en Kamloops ha sido definitorio para el país. Canadá tiene una reputación internacional realmente limpia, pero responde ante la vergüenza”, asegura en entrevista con EL UNIVERSAL la fotoperiodista canadiense Amber Bracken, ganadora del premio a la Fotografía del Año del World Press Photo 2022.

En la imagen Escuela residencial de Kamloops, Bracken retrata un memorial con cruces y vestidos rojos instalado a lo largo de una carretera en esa ciudad en junio de 2021, un mes después de que las tumbas fueron halladas. Al fondo, un arcoíris se suma al encuadre. Entonces, dice, supo “que el momento era especial”.

Bracken narra que ganar el certamen la hizo darse cuenta de lo “poco conocida que es esta historia fuera de Canadá” e incluso dentro de la propia nación, porque “en Canadá no se habla de eso. Suele decirse: ‘Sí, algo pasó aquí, pero fue peor en Estados Unidos’”.

La realidad es que se calcula que más de 150 mil estudiantes indígenas fueron sacados a la fuerza de sus hogares, muchas veces sin el consentimiento de sus padres, para ser educados en las escuelas residenciales, encabezadas por instituciones católicas, anglicanas y protestantes desde el siglo XIX y hasta 1997. En esos lugares constantemente se les prohibía comunicarse en sus propios idiomas y fueron víctimas de abusos físicos y, a veces, sexuales. Tampoco recibían la misma educación que los demás niños canadienses, sino que tenían tareas domésticas; estaban desnutridos y propensos a enfermedades.

“Debían borrar la identidad cultural, todo era parte de una limpieza del país. Querían asimilar a los niños, borrarles su parte indígena e incorporarlos al sistema colonial”, menciona Bracken.

Una Comisión de la Verdad y la Reconciliación concluyó que al menos 4 mil 100 alumnos murieron en las escuelas; la de Kamloops se convirtió en la más grande del sistema. “Hay mucha gente frustrada con este discurso, que preferiría olvidarlo y pasar la página porque es inconveniente hablar de él; hay mucha desinformación sobre el tema”, comenta Bracken. Sin embargo, señala, una vez que su imagen ganó el certamen, la opinión pública internacional volvió sus ojos hacia Canadá.

“En un inicio [cuando se publicó la imagen en The New York Times] no me pareció que la fotografía hubiera tenido un gran impacto; sin embargo, este premio mundial movió la conversación. Es valioso que la historia sea reconocida en una plataforma internacional para que el mundo sepa esta parte de nuestra historia”, asegura.

Para Bracken es muy pronto para decir cuál será el cambio político a raíz de Kamloops, pero Canadá habla mucho de la reconciliación: “La historia colonial se intersecta con todos los aspectos de la sociedad, la relación con el país, cultura, la justicia social, quién tiene poder y quién no… toca cada parte. El país es joven y no hubiera existido sin la colonización, y hasta que reconozcamos y encontremos una manera de reparar estos daños no creo que podamos ser algo más que la historia que tenemos, tenemos que abordarlo; si no lo hacemos, no avanzaremos”.

Considera que su imagen es una especie de mensajero de la historia de todas las personas que tuvieron esa experiencia de vida: “Ese memorial que retraté era para que la gente lo viera y no fuera capaz de desviar la mirada a esos niños que ya no tienen una forma física”.

Los indígenas canadienses instaron al papa Francisco a que visite Canadá para pedir perdón por los abusos.

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