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El no grito, no corro, no empujo quedó atrás para algunos habitantes de la Ciudad de México durante el sismo que se registró la noche del jueves y que tuvo una intensidad de 8.2 grados Richter y cuyo epicentro se reportó en el municipio de Tonalá, en el estado de Chiapas.

El sonar de la alerta sísmica no fue alarmante para los capitalinos, pues un día anterior hubo una falsa alarma que sólo asustó a cientos de personas. Sin embargo, un minuto y medio después de la alerta el movimiento telúrico inició y fue ahí donde la gente comenzó a correr.

“Todos en el edificio nos salimos corriendo, dejamos a un lado el protocolo que aprendemos desde la escuela, pero lo peor es que algunos hasta nos olvidamos de los viejitos que se les dificultaba salir”, comentó Daniel, vecino de la colonia Roma.

En el centro de la Ciudad los semáforos fueron los primeros en moverse de un lado a otro, por lo que cientos de personas corrieron a buscar un lugar libre de cualquier edificio que se pudiera desplomar.

“Corran, esto es un terremoto”, “aléjense de los edificios, se van a caer”, “están rechinando los edificios”, “nos vamos a morir”, eran algunos de los gritos de las personas que buscaban una zona de seguridad sobre avenida Juárez.

El movimiento se sintió más intenso y comenzaron a salir algunos relámpagos de color azul y verde, el recuerdo del terremoto del 19 de septiembre de 1985 comenzó en algunas pláticas, principalmente en personas de la tercera edad.

Durante los 90 segundos que duró el temblor se escuchaban los gritos de asombro al ver a los edificios moverse de un lado a otro; algunos tomaron su teléfono para intentar comunicarse con sus familiares, buscar información en redes sociales o simplemente para tomar imágenes del temblor.

“Empezó a sonar la alerta, pero pensamos que no iba a estar tan duro, el miércoles sonó otra y no pasó nada, pero cuando sentimos, nos salimos corriendo”, dijo un turista.

Tras terminar el temblor la gente que esperaba afuera de sus hogares temían regresar y esperaron por más de media hora, debido a que temían a una posible réplica, no importaba estar en pijama o incluso en ropa interior, pero la falta de luz en algunos puntos de la ciudad generaba temor al no escuchar la alerta sísmica.

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