La comandante Sandy González, de 28 años, ayudó a una madre primeriza a dar a luz porque la ambulancia no llegaba. El 23 de febrero poco antes de las 8:00 de la mañana, la policía patrullaba con un compañero cuando recibió una alerta vía radio sobre una mujer que tenía dolores de parto en la colonia La Otra Banda, delegación Álvaro Obregón.

Lo primero que hizo Sandy fue pedir una ambulancia para que llevaran a la mujer de 24 años al hospital, pero cuando llegó a la casa, la abuela de la joven le dijo que los dolores de parto incrementaban y la bebé ya iba a nacer. La comandante, de tez blanca, cabellos teñidos de rubio, pestañas largas y vestida con chaleco antibalas y uniforme azul, subió al primer piso, donde estaba sobre una cama. Ahí estuvo varios minutos, hasta las 8:15, cuando vio el cuerpo de la bebé y estiró los brazos para recibirla.

En esos momentos, Sandy tuvo miedo de no saber cómo darle los primeros auxilios a la bebé, pero pensó en sus dos hijos. “¡Una pera, necesito una pera!”, dijo una y otra vez a la gente alrededor porque la bebé no respiraba con normalidad, pero su compañero de patrulla pidió apoyo para que los demás policías que iban en camino compraran un aspirador nasal.

Luego, llegó la ambulancia, Sandy se despidió de la joven madre y siguió su trabajo abordo de la patrulla. Cuando llegó a casa con su esposo, quien también es policía y sus dos hijos, todos la felicitaron.

Sandy es una de las 19 mil 779 mujeres policía de la Ciudad de México, lo que representa 22% de los 87 mil uniformados, de acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad Pública local.

El Agrupamiento Atenea

Las mujeres policía hacen de todo: dan atención en los aeropuertos, son el primer contacto con automovilistas en el alcoholímetro, vigilan que los partidos de futbol no se salgan de control con golpes y lesionados y rescatan a personas en peligro de ser linchadas.

Las granaderas son parte del Agrupamiento Atenea, ubicado en la colonia Aeronáutica Militar; hay 502 mujeres, incluida su comandante, Alma Delia García, quien decide qué servicio se hace en todo momento y da órdenes directas a cada una de las elementos a su supervisión.

Nació en Puebla, no tiene parientes policías como la mayoría de quienes se dedican a ese trabajo, pero siempre, desde que era pequeña, quiso vestir el uniforme color azul oscuro y “ayudar a la ciudadanía”. Se peina como la mayoría de las cadetes que estudian en la Universidad del Policía: lleva el cabello corto que apenas sale de su gorra.

Desde las 6:00 de la mañana en el patio de este agrupamiento, las policías que forman parte de Atenea comienzan su calentamiento y entrenamiento.

Estas mismas mujeres que pueden controlar una marcha en la capital son las que preparan sus propios alimentos y se sirven el desayuno o se cortan el cabello unas a otras. En las instalaciones de las Ateneas hay un comedor con café de olla, té caliente y platillos caseros; también dormitorios y regaderas que las agentes usan por turnos y un pequeño cuarto en el primer piso que es usado para surcir los uniformes cuando están desgastados.

Las mujeres policía son “luchonas, valientes y siempre con la convicción de proteger”, dice María González, parte de Atenea desde hace siete años. En el agrupamiento son una familia, sencillamente porque ahí están la mayoría del tiempo. Las compañeras de trabajo se convierten en buenas amigas, dice Brígida, con 28 años de formación en Atenea, quien dice que una de las estrategias para atender cualquier emergencia en la capital es siempre quedarse junto a sus compañeros.

Recuerda el caso de una granadera que fue atacada un 20 de noviembre durante una manifestación en el Centro, hace dos años cuando un grupo fue enviado para controlar a los protestantes. Durante los empujones, una de sus compañeras fue aislada de las demás y la gente la golpeó en varias ocasiones hasta que llegaron los refuerzos, esta mujer fue a dar al hospital y por varios meses recibió terapia, pero por la gravedad de las secuelas murió a los pocos meses.

En el caso de Brígida, el servicio en el que su seguridad ha sido más expuesta fue en un operativo para decomisar productos pirata y droga en la colonia Morelos.

“Esa vez llegamos y la gente nos empezó a aventar piedras y palos. Teníamos miedo porque la gente es muy agresiva y lo único que puedes hacer es replegarte con tus compañeras para que no te agarren sola y te dañen”, recuerda.

Se ponen al tú por tú con delincuentes

Así como Brígida, Aideé Cortés, de 27 años, llegó a la colonia Morelos para detener a un hombre que vendía marihuana. Aideé tiene el cargo de secretaria particular y su labor consiste en llegar de apoyo durante operativos y supervisar la labor de otros compañeros del sector.

En esa ocasión en la colonia Morelos, ella y sus compañeros identificaron a un sujeto que se dedicaba al narcomenudeo, aunque no hubo necesidad de dispararle, fue uno de los momentos más peligrosos en su corta carrera.

Sobre sus compañeras, las mujeres policía, dice que son igual de competitivas que los hombres y que aún hay un estereotipo sobre la labor del sexo femenino en tareas que requieren mayor fuerza.

“Con los hombres a veces es más difícil, ellos sienten que no puedes hacer lo mismo que ellos. Como que prefieren salir en pareja con hombres, porque dicen que deben cuidarnos. Pero creo que tenemos las mismas capacidades. Y podemos hacer lo mismo que otro”.

De acuerdo con cifras de la SSPCDMX, hay 7 mil 431 policías preventivas y de tránsito, Aideé forma parte de las 3 mil 239 policías cuyo rango de edad es de los 19 a los 30 años, es decir, la mayoría; aquellas que tienen entre 31 a 40 años son 2 mil 237; otras mil 564 tienen de 41 a 50 años y de los 51 años a los 70 sólo hay 391 mujeres.

La mayoría de las mujeres adscritas a la SSP ganan en promedio 10 mil pesos mensuales, que con descuentos son 8 mil pesos, según la tabla de remuneraciones que se encuentran en la página oficial de la dependencia.

Sin embargo, Susana Román, quien resguarda el mercado más grande que tiene el país, la Central de Abasto (CEDA), cobra alrededor de 6 mil pesos al mes. Para ella, la CEDA es una ciudad dentro de la Ciudad de México, pues su extensión es de 367 hectáreas. En esos coloridos y olorosos rincones a verduras y frutas se desata la violencia: los robos, los asesinatos, las persecuciones, pues la Central de Abasto es “el segundo lugar de la capital donde se mueve más dinero, después de la Bolsa de Valores”, dice.

Esta policía, al igual que sus 100 compañeros, son los vigías de cada uno de los pasillos y bodegas de la Central, que miden un kilómetro. Si hay un asalto, si hay gente sospechosa merodeando, a ellos se les avisa. Susana está a cinco años de jubilarse. Antes de estar en este mercado, fue policía en Iztapalapa y aún así considera que la Central es más peligrosa que aquella delegación.

En el Día de las Madres, Susana atrapaba ladrones, “aproximadamente a las 2:15 de la mañana me hacen señas unas personas de que las acaban de asaltar. Entonces me doy a la tarea de perseguir a las personas y hacer la detención de uno de ellos. Mi compañero detuvo a otro de la misma banda delictiva”, cuenta.

Esta policía tiene dos hijos, uno de 18 y otro de 13 años. “Como madre es difícil dejarlos, pero como persona es bonito cuando tienes recompensas de la gente. Y los compañeros policías son otra familia”.

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