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Iker tiene solo tres años y lo nombraron policía honorario de la Ciudad de México. Su familia lo vistió de policía, con un uniforme idéntico al de los elementos que forman parte de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina y una gorra con las letras doradas SSP; le dieron una pistola de juguete y abordó con su mamá Miriam un helicóptero de la dependencia. Luego de unos minutos descendió en el campo de la Universidad de la Policía, en avenida Desierto de los Leones, donde cientos de cadetes y mandos lo esperaban para hacer una ceremonia en su honor.

Iker tiene tres años y nueve meses, y desde “más chiquito”, como dice su abuelo, le ha gustado saludar a los policías que ve por la calle. Su sueño era “rescatar a su mamá de una situación peligrosa”, según contó a un grupo de voluntarias de una ONG que cumple deseos de niños y niñas que tienen enfermedades que amenazan la vida. Esta institución, llamada Make a Wish, atendió y entrevistó a Iker cuando apenas cumplió tres años.

Años antes, Iker fue diagnosticado con histiocitosis de células Langerhans, un tipo de cáncer que produce lesiones en una o varias partes del cuerpo. Desde ese entonces, ha estado en distintas terapias médicas para contrarrestar los daños.

Iker, de la mano de su madre y acompañado por el Primer Superintendente, Luis Alfredo Hernández Velázquez, se colocaron enfrente del memorial a los policías caídos mientras la banda de la universidad tocaba redobles y saludaba a la bandera. Despacio, toda la familia: las abuelas materna y paterna; tres primos de Iker, y el abuelo, siguieron los pasos del pequeño.

En la explanada principal, donde se ubican los salones de los cadetes estudiantes, estaban formadas distintas compañías con sus uniformes grises debajo de la sombra.

A Iker lo sentaron en medio de su madre y de su familia. Los policías le dedicaron unas palabras y él jugaba con una réplica miniatura de arma. También le dieron regalos y un nombramiento por parte de la dirección de la universidad. Cuando se dio la orden, cuatro compañías de estudiantes marcharon hacia Iker y lo saludaron a unísono: “Iker Sebastián Caballero, Sánchez, se estima, hermano policía”.

Después de la bienvenida, Iker y su abuela abordaron una patrulla, que los llevó a ellos y a su familia hacia un campo donde se practican las pruebas. Ahí, Iker “salvó a su mamá”, pues se recreó un asalto.

Su mamá y una cadete vestida de civil esperaban en una banqueta mientras dos hombres conducían una motocicleta. Iker esperaba en la patrulla, activaron la sirena y el vehículo se acercó, un policía bajó a Iker en sus brazos y lo llevó hacia los delincuentes que con las manos en alto esperaban que el pequeño oficial les pusiera las esposas.

Luego, aplausos y porras para el pequeño, quien derribó a los hombres con un par de patadas y para finalizar el día del uniformado más joven de la Ciudad de México, comió con sus compañeros policías en el comedor del instituto.

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