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Hace unos días, una fotografía mostró que un grupo de personas le “pagaban” el pasaje a un ataúd en la estación Allende de la Línea 2 del Metro. Días después se reveló que el oficial sólo los dejó pasar porque le mintieron, le dijeron que no tenían dinero para transportarlo y que subir el féretro a un vagón era la única forma de llevarlo para enterrar a un familiar. Los objetos grandes, que estorban a otros pasajeros durante el trayecto en los vagones, están prohibidos en este transporte público.

Un domingo, Leonardo discutió con un policía en una estación del Metro porque no lo dejó ingresar con sus 10 kilogramos de carne al pastor y lomo. “Pero es que molestas a la gente con el olor”, le dijo el oficial. Leonardo tiene 20 años y ese día llegó tarde a su trabajo en una carnicería, por eso lo castigaron ordenándole que hiciera las reparticiones de la mercancía a las taquerías de la Ciudad. Al no poder subir en la estación que quería, se dirigió a Candelaria con su bolsa transparente que protegía los kilos de carne sobre su hombro. Transbordó hacia Merced y entró al vagón.

A un lado de la entrada, había dos jóvenes sentados que metieron en alguna estación alejada, al menos 20 pelotas de plástico. “No nos dijeron nada cuando entramos, nunca nos han dicho nada, de hecho casi no usamos el Metro”. Leonardo se recargó en uno de los tubos y colocó la bolsa plastificada entre su cuello y el tubo. “Me bajo en Balderas y de ahí me voy a Juárez”, dijo. La primera vez que Leonardo subió al Metro con algún encargo del negocio fue hace dos años; en ese entonces metía hasta 70 kilos de bisteces en bolsas transparentes. Así como él, en la estación de la Línea 1, o rosa, ingresan al menos dos carniceros cada media hora, que abordan los vagones en dirección Insurgentes o Pantitlán y que toman distintos caminos. Estos repartidores no usan bicicleta, moto o combi, ellos usan el Metro porque así evitan el tránsito.

Cuando Leonardo sale del Metro, José y su familia entran. Ellos compraron una bocina de por lo menos un metro de alto en la colonia Centro, y para llevarla a su casa, decidieron usar el Metro. Para cargarla, José se colocó la caja del aparato que pesaba al menos 50 kilos sobre el hombro. Hizo una fila larga para entrar, mientras que alguien lo tuvo que ayudar para dar su pasaje correspondiente. Luego de pasar los torniquetes, aceleró el paso y sudando bajó las escaleras. Puso la bocina en el suelo y espero a que el tren se aproximara para tomar la caja de los extremos, listo para meterla mientras evadía las corrientes de gente que salían del mismo tren. La gente salió, y José más su bocina entraron. “Nadie me dijo nada en la entrada”.

Cada día, más de 5 millones 600 mil personas usan el Metro para llegar a algún punto de la Ciudad. Este sistema de transporte público cuenta con 12 líneas, en total 195 estaciones: 184 están en la capital, y las 11 restantes en el Estado de México. En paradas como Pino Suárez, Indios Verdes, Tepito y Zócalo, los usuarios ingresan con todo tipo de objetos, sobre todo porque alrededor de estos puntos hay zonas comerciales antiquísimas o son paraderos que conectan distintas arterías de la capital.

En la estación Merced, sobre todo, la gente entra con bolsas negras bien amarradas. Por su gran volumen, los usuarios tienen tres tácticas para transportarlas: las arrastran, las cargan sobre sus cabezas o las amontonan sobre diablitos de carga.

Los hombres y mujeres que compran en el mercado de la Merced, famoso por su venta de aves, pescado, carne, juguetes, artesanías, flores y otros objetos, ingresa al Metro con costales de limones, papas, chicharrones; piñatas de princesas y de personajes de Disney; sombrillas de playa; triciclos y bicicletas; cubetas amontonadas una sobre otra; cajas de pan; pasteles; cazuelas de 30 centímetros de alto; platos, vasos de unicel; y perros escondidos en bolsas de mujer o mochilas.

Lo prohibido en el Metro. En esa misma estación, un hombre intentó meterse con una tina de metal. El policía no lo dejó, le ordenó que saliera con su recipiente para lavar ropa. “La gente a veces quiere entrar con tanques de gas o con muebles, pero eso no se permite”, confiesa el vigilante. Eso sí, los domingos se pueden meter bicicletas por los paseos ciclistas que suele haber en la Ciudad, pero los bultos grandes no son permitidos.

De acuerdo con el reglamento del Metro, está prohibido “Portar bultos, equipajes, materiales inflamables o animales que puedan, de forma manifiesta, causar molestia o representen un riesgo para los demás usuarios o ensuciar, deteriorar o causar daños al vehículo”, y también “transportar materiales inflamables de fácil combustión o mal olientes que pongan en peligro la seguridad o comodidad de las personas”.

A más de 10 estaciones de Merced, en la Línea 3, está Indios Verdes. Ahí, como en Balderas, es recurrente que la gente llegue con refrigeradores. Una vez, según uno de los empleados de la Red del Metro, dos jóvenes estuvieron a punto de meter un refrigerador: llegaron a la estación con boleto en mano para llevar su electrodoméstico de más de 13 pulgadas a algún lugar de la Ciudad. Por supuesto, cuando el policía que vigilaba la entrada los vio, los mandó de regreso a casa. Pero no es el único caso, también la gente ha intentado meter camas, gabinetes de cocina y sillones.

Mientras el policía de la estación Indios Verdes vigila el área de torniquetes, un hombre sale de la fila después de comprar su boleto y se dirige a la entrada. Con una mano mete su boleto en la ranura de los torniquetes y con la otra detiene una caja negra sobre su cabeza: lleva pan, dice antes de apresurar el paso. A los dos minutos, un joven se para en la puerta por donde ingresan las personas en sillas de ruedas. Carga una sierra eléctrica. Uno de sus acompañantes pasa los torniquetes y le ayuda a pasar la herramienta. Pasa porque es pequeña, dice. Lo que no pueden meter, por ejemplo, son los diablitos de carga. “Sólo se puede si están envueltos en plástico”, dice el vigilante.

Las mascotas también son protagonistas de ingeniosas nuevas maneras de camuflaje. Se suelen usar maletas para esconderlos. Los únicos cuadrúpedos que pueden entrar al Metro son los perros guía. Cualquier otra mascota está prohibida. Aun así, Gustavo Camarillo vio a un entrenador con un águila de caza en la estación Instituto del Petróleo, Línea 5, en 2013.

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