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Sobre María de Lourdes Suinaga y Ever Antonio Jiménez Acevedo se colapsaron el nivel de estacionamiento y el primer piso del edificio de Balsas 18, colonia Miravalle.

Durante el sismo del 19 de septiembre bajaron desde el tercer piso justo cuando iban por su hija a la escuela. Al llegar entre tumbos al estacionamiento, el inmueble colapsó. Ella salió de los escombros caminando. Pidió auxilio para sacar a su esposo que tenía una viga encima de su cuerpo. Fue rescatado, llegó al hospital de Xoco donde lo operaron de emergencia, pero falleció.

Ahora Marilú, como le dicen de cariño, se reparte como puede para atender a su hija Sofía de 13 años, ver trámites sobre el deceso de su marido y también estar el pendiente en el campamento de Balsas y Miravalle, a la espera de una respuesta por parte de las autoridades para saber cuándo se demolerá el edificio y de qué manera podrá tener de vuelta una vivienda propia.

A casi tres semanas del terremoto, Marilú, de complexión delgada y quien mide poco más de 1.50, se muestra fuerte, varios vecinos siguen su voz y su conversación, pareciera que no viviera en luto.

“Mi hija es mi motor, ahorita que no está él tengo que echarle el doble de ganas para sacarla adelante”, asegura al hablar de lo que ocurrió.

Pero le es imposible no estremecerse y llorar al hablar de Ever, quien era ingeniero en sistemas y desarrollaba aplicaciones para empresas. Lo recuerda como un buen padre, solidario, trabajador y fanático de la tecnología, pues “siempre estaba con lo último de lo último, siempre investigando sobre las novedades para mejorar sus aplicaciones”.

Con el paso de los días, saber qué pasará con su vivienda y la de los vecinos se ha vuelto una de sus principales preocupaciones, situación que los tiene en vilo.

“Ha sido difícil porque no hemos podido sacar nada [de nuestras pertenencias del edificio], han venido varias autoridades, unas nos dicen una cosa y luego otra, es difícil no saber qué va a pasar el día de mañana (…) hacen valoraciones pero los arquitectos que han acudido dicen que no nos pueden dejar nada por escrito”, menciona preocupada.

Ha tenido que tramitar diversos documentos de identidad, como actas de nacimiento; el único apoyo hasta ahora es el de renta de 3 mil pesos que le dio el gobierno capitalino, pero eso es algo mínimo luego de quedarse sin casa y sin su pareja, por lo que pidió mayor atención de las autoridades “pues aquí perdimos todo”.

Aun con la tragedia, Marilú se convence de seguir adelante, “pasó una desgracia, se siente una tristeza tremenda pero tiene uno que seguir porque no podemos estacionarnos en esto, hay que seguir con nuestras vidas”, concluye.

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