Hace unos días volvió a estallar la violencia en Gaza. Esta vez, el detonante fue un evento que fue malinterpretado por el ejército israelí. Militantes de Hamás, la organización islámica que controla de facto la Franja de Gaza, estaban llevando a cabo ejercicios de exhibición y efectuaron unos disparos que un grupo de soldados israelíes entendieron como ataques en su contra, razón por la que se disparó con un tanque en contra de aquellos militantes, ocasionando dos bajas palestinas. Este solo episodio encendió la mecha y la espiral escaló con velocidad. En menos de 24 horas, Hamás había lanzado unos 200 misiles en contra de ciudades del sur israelí, y la fuerza aérea israelí había bombardeado unos 180 objetivos en Gaza. Al final, la mediación egipcia nuevamente surtió efecto y consiguió detener las hostilidades de manera relativamente rápida. Sin embargo, estos eventos nos recuerdan que: (a) en realidad, nada de lo que detonó el último conflicto armado en 2014 entre Israel y Hamás ha cambiado en lo sustancial, de hecho, la situación de Gaza hoy es incluso peor que en ese año, y que, por tanto, (b) en cualquier instante, el potencial de un escalamiento muy veloz de las confrontaciones, sigue siendo tan elevado como entonces. Las formas mediante las que el conflicto se manifiesta sí pueden ir cambiando, pero en el fondo, los factores detonantes siguen todos ahí, sobreviviendo o empeorando.

Primer factor, el contexto

Hay quienes sostienen que es posible administrar, sin resolver, el añejo conflicto palestino-israelí y el estatus de los territorios ocupados por Israel, así como otras profundas problemáticas como la pugna entre Hamás y el partido del presidente palestino Abbas, Fatah, o las insostenibles circunstancias socioeconómicas bajo las que viven 2.5 millones de palestinos en Gaza. No se puede soslayar que la gran mayoría de esa población se encuentra por debajo de la línea de pobreza, con solo unas pocas horas de acceso diario a servicios como electricidad, y que esos millones son las mayores víctimas de los enfrentamientos entre Hamás e Israel, o entre las facciones palestinas.

Segundo factor:

como consecuencia de lo anterior, todos aquellos temas irresueltos se expresan de muy diversas maneras

A veces, toman cara de lucha diplomática o política a través del aislamiento de Israel en foros u organizaciones internacionales. Pero otras veces, el conflicto se manifiesta de maneras mucho más violentas, no únicamente en Gaza, pero especialmente ahí debido tanto a la desesperación de la población local por las condiciones arriba señaladas, como a causa de la guerra permanente que libra Hamás y otros grupos locales como la Jihad Islámica en contra del Estado de Israel. En los últimos meses, estas son algunas de las expresiones de ese conflicto:

1. La marcha del retorno. Desde marzo, miles de palestinos gazatíes han participado en una serie de manifestaciones exigiendo su derecho a retornar a los sitios de la histórica Palestina (actualmente Israel) de donde originalmente proceden sus familias. Estas manifestaciones inician como una expresión espontánea de raíz, pero paulatinamente empiezan a ser primero aprovechadas, luego incentivadas y posteriormente abiertamente organizadas por Hamás (factor que se convierte ya en una de las barajas de cambio en las negociaciones en Egipto que señalo abajo). Las manifestaciones tienen lugar en la zona fronteriza entre Gaza e Israel, a pocos metros de la cerca que les divide. Hace unos meses, el ejército israelí adoptó la muy criticada decisión de flexibilizar el uso de balas de fuego contra manifestantes. El argumento de la cúpula militar era que un número de militantes de Hamás y la Jihad Islámica se estaba infiltrando en las manifestaciones y, si conseguían cruzar a territorio israelí, podían llevar a cabo ataques contra militares o incluso atentados terroristas contra la población ubicada en zonas aledañas a la cerca con Gaza. Por tanto, la decisión fue disparar cada vez que los soldados observaran que los manifestantes se aproximaran a la cerca. Esto, por supuesto, lo complica todo. Primero, porque la gran mayoría de manifestantes son participantes pacíficos que no buscan sino expresar su angustia y desesperación. Segundo, porque bajo las circunstancias de esas manifestaciones (quemas de llantas, humo negro, bajísima visibilidad, masas de personas corriendo de un lado a otro), es muy difícil determinar si existe o no existe intención de infiltrar hacia territorio israelí y mucho menos, cometer algún acto violento, y, por tanto, crece el número de víctimas que nada tienen que ver con potenciales militantes infiltradores. Y tercero, porque con esas consecuencias—decenas de muertos y miles de heridos—es muy complicado para el ejército defender (dentro y fuera de Israel) el uso de armas de fuego para contener potenciales amenazas a su seguridad, en contraste con el uso de otras herramientas para el control de manifestaciones como las balas de goma o las tanquetas de agua.
 
2. Estas circunstancias ocasionaron que el 14 de mayo hubiese más de 60 muertos entre los manifestantes palestinos, una circunstancia que tuvo un efecto sobre ambos bandos, tanto Israel como Hamás. Del lado israelí, el golpe mediático, político y diplomático, causó que el ejército tuviera que imponer mayores restricciones al uso de balas de fuego contra manifestantes. Esto ha ocasionado que el número de víctimas en las últimas manifestaciones sea bastante menor, si bien se siguen produciendo muertos y heridos como apenas el viernes pasado. Hamás también ha conseguido reducir tanto la frecuencia como la afluencia en las manifestaciones, elementos que, como dije, es parte de lo que está negociando a través de la mediación en Egipto. No obstante, esta es un arma que la agrupación islámica seguirá empleando como carta de negociación para obtener concesiones.
 
3. Los globos y cometas de fuego. Otro método que ha empleado la población de Gaza para expresar su inconformidad por las condiciones que viven, ha emergido durante los últimos meses y es el lanzamiento de cometas y globos incendiarios, los cuales penetran a territorio israelí y a veces consiguen iniciar fuegos sobre campos y cultivos que ocasionalmente llegan hasta las comunidades fronterizas. Nuevamente, lo que inicia como una expresión espontánea entre manifestantes, paulatinamente empezó a ser incentivado y replicado por Hamás. La razón es que se trata de formas muy eficaces de ejercer una enorme presión sobre Israel sin que este país tenga formas de responder simétricamente ante el método usado por los palestinos. El ejército israelí ha decidido disparar contra aquellos que lanzan estos globos incendiarios, pero ha buscado, en lo posible, evitar que ocurran bajas para no ser visto como desproporcionado en sus respuestas. No siempre lo logra.
 
4. Hay un método más que han estado empleando Hamás y la Jihad Islámica en estos meses: disparos directos contra soldados israelíes. Debido a los factores arriba señalados, el ejército israelí ha incrementado su despliegue en la frontera con Gaza, colocando vigías y francotiradores. Ocasionalmente, militantes de Hamás o la Jihad efectúan disparos directos en contra de estos soldados.

Los ciclos de espirales violentas

Todo lo anterior ha provocado desde al menos el mes de marzo , un estado de tensión permanente en la Franja . Estos niveles de tensión han detonado ya varias escaladas mayores. Esto se manifiesta a través de un ciclo que fluye más o menos así:

a) Israel o Hamás, por alguna razón, se exceden en sus ataques o en sus respuestas y ocasionan bajas o heridos que la otra parte percibe como inaceptables.
b) Esto detona espirales acción-reacción que rápidamente escalan las respuestas de las dos partes. Del lado de Hamás, decenas y a veces cientos de misiles son disparados directamente contra la población civil de ciudades israelíes del sur. Del lado israelí, la aviación bombardea primero objetivos de Hamás o la Jihad, pero conforme las hostilidades siguen escalando, empieza a dirigir sus bombardeos hacia zonas más habitadas. Hasta hoy, el número de muertes y heridos ocasionados ha sido muy inferior al de enfrentamientos pasados que estos actores han sostenido, pero lo más preocupante es que estas espirales tienden a escalar de manera muy veloz (a veces unas pocas horas). 
c) Inmediatamente comienza la intervención de mediadores egipcios en conjunto con el enviado especial de Naciones Unidas Nikolay Mladenov, lo que hasta ahora ha conseguido desactivar estas escaladas de manera relativamente rápida.

Un conflicto no deseado por Israel ni por Hamás

Por ahora, la interpretación es que ninguna de las dos partes desea escalar el conflicto a los niveles que se han visto en otras ocasiones. Esto se debe a lo siguiente:

Lo que sigue por consiguiente es la competencia entre esas negociaciones, y los factores detonantes que describo. Ojalá triunfe la negociación y que ésta lleve a más negociaciones en esa zona del mundo, puesto que al final del camino, los conflictos que no se resuelven desde su raíz, lejos de desaparecer, terminan eventualmente activando mayores espirales violentas. Ya hemos visto demasiadas señales de ello en las últimas semanas.

a) Hamás en realidad está buscando una solución de mayor envergadura que pueda al menos resolver los problemas más inmediatos que vive la población de Gaza. Su conflicto con el presidente palestino Abbas es ya insostenible. Entre otras cosas, Abbas ha detenido el flujo de recursos hacia la Franja y el pago a los funcionarios de Hamás. Por todo ello, la organización islámica ve en este momento un enfrentamiento armado mayor como algo no deseable, sobre todo, si puede mantener una presión de bajo perfil en contra de Israel.
b) Métodos como las manifestaciones fronterizas, o el lanzamiento de globos y cometas incendiarios, son mucho más eficaces para Hamás en este momento que el uso masivo de misiles. Primero, porque no tienen el mismo potencial de escalar las hostilidades, y en cambio, sí consiguen visibilizar el mensaje que se busca, ocasionando una presión contra la que Israel normalmente se encuentra preparada, sobre todo cuando ese país decide emplear fuerza desproporcionada para responder. Y segundo, porque el uso de misiles dirigidos contra población israelí, normalmente recibe muchas más condenas internacionales, y genera una imagen de una “menor” desproporción, que cuando los manifestantes solo arrojan cocteles Molotov contra soldados, o cuando se lanzan globos o cometas incendiarios. Es decir, en la batalla mediática y política, a Israel conviene mucho más pelear contra misiles que contra globos incendiarios o contra manifestantes civiles.
c) Sin embargo, Israel tampoco desea un conflicto mayor. A pesar de que el nivel de fuerza de su ejército normalmente consigue importantes victorias materiales contra Hamás, cuando los conflictos con esta organización escalan más, Israel se empieza a ver orillado a bombardear zonas más pobladas, lo que ocasiona cientos y a veces miles de muertos entre la población civil palestina. Esta situación termina por vulnerarle políticamente (dentro y fuera de Israel), le aísla diplomáticamente, y por contraparte, fortalece a Hamás tanto entre la población palestina como afuera. Por consiguiente, se trata de guerras materialmente ganables, pero que en lo simbólico y en lo político son batallas perdidas de antemano. Netanyahu lo sabe muy bien.   
d) La combinación de lo anterior ha ocasionado que, hasta el momento, ambas partes estén dispuestas a detener las hostilidades cada vez que éstas tienden a escalar.
e) Más aún, en las últimas semanas, incluso a pesar de la escalada de la semana pasada, las negociaciones para lograr un cese al fuego de largo plazo entre ambas partes, siguen su curso, asistidas por la mediación egipcia y por el enviado de Naciones Unidas.
 

Twitter: @maurimm

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