Dos veces a la semana, llega al aeropuerto de la Ciudad de México un vuelo con mexicanos en retorno desde los Estados Unidos. Aunque esta difícil rutina no es nueva, a lo largo de los meses incorpora a un número importante de connacionales que tienen el reto de reconstruir sus vidas.

Desde la elección presidencial en los Estados Unidos, la Ciudad de México tomó el liderazgo nacional para convertir a la capital en una urbe que protegiera y ayudara a quienes sufrían un regreso no previsto a México.

La historia de la migración mexicana hacia el norte arroja muchas lecciones acerca de nosotros como nación y como sociedad. Una de las más importantes es que los paisanos no se van por gusto, sino por necesidad ante la falta de oportunidades. Millones de personas han cruzado la frontera para buscar un mejor futuro que no pudieron construir en su propia tierra.

Algo muy parecido ocurrió con los miles de mexicanos (y extranjeros) que llegaron y llegan todos los días a esta ciudad para perseguir una calidad de vida que no tienen en sus entidades o en sus naciones. En más de un sentido, la Ciudad de México siempre ha sido un santuario para quien desea progresar y vivir con libertad.

Ante la victoria de un candidato abiertamente en contra de la migración, desde el 30 de enero del 2017 el Consejo Ciudadano anunció diez acciones concretas para ayudar a cualquier persona que arribara a la capital a causa de un proceso de deportación.

A partir de entonces, hemos tenido la oportunidad de atender y apoyar a muchos mexicanos que regresan a un país y a una ciudad que apenas recuerdan, o de plano, no conocen.

Imaginemos si una mañana recibiéramos la noticia de que debemos abandonar nuestra casa, pero sin nuestra familia o nuestras pertenencias, para retornar a un sitio nuevo y casi sin conocidos. Es un golpe que pocos podríamos absorber y menos aceptar con calma.

Por ello, identificamos que uno de los elementos más urgentes era la atención psicológica de quienes descienden de estos vuelos, una vez que los alguaciles les retiran las esposas (sí, durante todo el viaje vienen esposados) y salen con lo que traen puesto hacia la sala de ingreso al país.

De inmediato, pusimos a disposición el 5533-5533 no sólo para obtener apoyo emocional, sino para cualquier eventualidad que pudieran sufrir los mexicanos en retorno. El segundo paso, fue garantizar atención legal vía telefónica, presencial en los cuatro módulos del Consejo en las terminales de autobuses, respaldar en caso de que alguien fuera víctima de un delito, y construir una red de hospedaje, alimentación, trámite de documentos e incluso de transportación hacia sus comunidades de origen o donde tuvieran familiares.

Ha pasado más de un año y hemos tenido la oportunidad de atestiguar todo tipo de historias. Paisanos que fueron separados de sus familias por una falta administrativa que por fin pudieron reunirse con los suyos y empezar de nuevo en la Ciudad de México; mexicanos que regresaron a una capital luego de abandonarla cuando eran niños; connacionales que cometieron un delito, pagaron por ello, y durante el vuelo de retorno, se convencieron que la deportación no era fatal, sino una oportunidad para iniciar de cero.

Hoy, además de ser un santuario, la Ciudad de México cuenta con una Ley de Interculturalidad que protege a los migrantes y sienta las bases para diseñar un modelo único de atención a quienes llegan con la esperanza de una vida mejor.

Mientras tanto, las diez acciones, la red de contactos y empleos y otras actividades no se han detenido. El siguiente paso, sin embargo, es concluir con esa política pública para que pronto se transforme en derechos.

En eso estamos con la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades, la ACNUR, la organización civil Red Viral, y otras instituciones civiles. Estamos cerca y lo daremos a conocer para que en ambos lados de la frontera, nuestros paisanos sepan que la Ciudad de México los recibe y los ayuda en cualquier escenario.

Como sucede en muchas ocasiones, la sociedad capitalina respondió frente a una emergencia para ayudar y resolver las necesidades apremiantes de otros. Es el carácter de los orgullosamente chilangos, apoyar, proteger y abrazar a quien lo necesita, aún en medio de los retos que significa vivir en una metrópoli como ésta.

Porque así se fundó esta gran Ciudad, con la esperanza y los sueños de miles de personas que llegaron de lejos con un propósito: darle a los suyos y a ellos mismos la oportunidad de un destino más luminoso.

@LuisWertman

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