La tarde está pardeando, y por ahí fíjese bien, entre los cerros se alcanza a ver una cortina gris que se mueve, no es otra cosa que la bendita agua que cae en la tierra y que la dejara lo suficientemente húmeda para la próxima temporada, esa lluvia le da vida a la montaña y a las plantas que parecen secas, pero no mi niña no están seca tan sólo están descansando y tomando fuerza para reverdecer, ya verá en Mayo como todo se vuelve esmeralda, pero siempre hay que saber esperar y no desesperar, todo tiene un ritmo, un compás Me entiende? Así es la vida, pero no nos gusta esperar, en ese momento la tejedora suspiró, clavo su mirada trigueña en mí y con toda calma continuó su labor hincada y sosteniendo en la cintura el lazo que sostenía el telar.

Tejedora de sueños
Tejedora de sueños

¿Saber esperar? Pregunté, a quién o a qué, la mujer de manos ásperas y firmes solo sonrió, tomo aire, se inclinó ante el telar y siguió con la labor.

Esperar los tiempos, niña, continuó, cada cosa, cada vida, cada acción tiene sus propios tiempos, son los tiempos de la tierra, del aire, del fuego y del agua, los del hombre, el del niño y el de la madre, más aún el de la milpa y el de cada uno de sus productos que amablemente nos ofrece en las diferentes etapas de su crecimiento.

Tejedora de sueños
Tejedora de sueños

En cada uno de esos tiempos hay cosas que aprender y acciones que hay que ir tejiendo para que los sueños se realicen.

Aquí viene la gente y se sienta frente a mí y me observan, los escucho y luego me escuchan mientras yo tejo y acaricio cada uno de los hilos, ellos van tejiendo reflexiones y algunas ideas, una vez que acabamos y que el cielo obscurecido se llena de luces pequeñas los invito a mi cocina.

Tejedora de sueños
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Con toda calma la tejedora desenredó sus piernas se quitó el telar de cintura y lentamente se levantó del petate.

Me invitó a pasar a su casa y con una sonrisa en la boca me señaló un pequeño banquito para que me sentara junto al tlecuil.

Tejedora de sueños
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Aquí está la olla que me gusta para hacer el atole de piloncillo. Con toda calma puso agua en la olla en el fuego intenso, comenzó a hervir rápidamente, la mujer tomó la olla de las orejas y la cambió de posición de tal manera que el fuego fuera menor, mientras tanto disolvió en agua caliente la masa y la pasó por el colador para después verterla en la olla, lentamente la movió un y otra vez hasta que fue espesando. Finalmente lo sirvió en jarro y en un plato puso piloncillo troceado.

Tejedora de sueños
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Su paladar le va a ir pidiendo la cantidad de piloncillo que requiere para mezclar dentro de la boca, tome un trago de atole y tómese su tiempo para morder la cantidad que se requiera de dulce.

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