La casa estaba llena de humo de tanto chile que asó doña Magdalena, algo la impulsaba a cocinar aquel mole, chiles anchos, chiles mulatos, chiles pasilla; ante tal humareda y el intenso olor, las comadres pronto tocaron la puerta para saber que cocinaba su amiga.

¡Magda! grito fuerte Florentina, ¿podemos pasar? a quién quieres matar con tanto humo, traes a todo el vecindario tosiendo y con lagrimas en los ojos, con quien quieres pelear; en aquel momento salió la cocinera entre el humo, con los ojos bien colorados de tanto llorar.

El chismorreo comenzó
El chismorreo comenzó

"A que exageradas mujeres", dijo la molendera, algo en mi interior me dijo que tenía que cocinar mole y aquí estoy asando los chiles, ya tengo todo listo, la novedad es que le pondré xoconostle que me encontré en las tierras de Eusebio, mi madre decía que el jugo del xoconostle le da sabor al mole, cunado uno le muele las semillas de los chiles, así es que aquí estoy tratando de recordar los sabores de mi madre. Pero siéntense que siempre es grato escuchar conversaciones mientras uno cocina.

Así las tres mujeres tomaron sus lugares, para reír mientras trabajaban, una terminó de asar los chiles, otra tostó las tortillas y pan y la otra se puso a levantar los platos sucios y sin más se puso a lavarlos.

Tan solo fueron unos segundos de silencio y el chismorreo comenzó, risas y risas por todas las historias que tenían en común y entonces se escucho la voz fuerte de Zenaida, pues la mera verdad, confesó, yo creo que todas las buenas mujeres nos merecemos unos años de viudez, total siempre andamos preocupadas por los maridos como si estos fueran tan buenos.

Tan buenos, interrumpió Florentina, si hay que saber ponerlos sosiegos a tiempo, apenas y como hizo doña Margarita, pobrecita tan menudita y buena persona, quien se iba a imaginar que la casaron a los 14 años y que el marido la cortejaba desde que cumplió los 12, si era una niña; pues cuentan sus parientes, que la conoció vendiendo dulces, que aquel hombrón iba acompañado de una novia más o menos de su misma edad, de unos 34, 35 años, pero el hombre quedó fascinado de los ojos azules de la niña, así es que regresó al expendio una y otra vez, hasta que se animó a salir con la pequeña.

Le compraba algún helado y la acompañaba hasta su casa, así pasaron dos años y la pequeña ya se veía con más formas, así es que el hombre no desperdició oportunidad para pedir la mano de Margarita, finalmente, los padres ya lo habían visto durante dos años seguidos y le permitían acompañar a la pequeña en su trayecto diario del trabajo a la casa, incluso iban al cine.

El chismorreo comenzó
El chismorreo comenzó

No había sorpresas, era lo mejor que le podía pasar a Margarita después de que la familia perdiera todo y dejaron el pueblo.

Mientras el chismorreo continuaba, Magdalena preparo el metate y se acerco todos los ingredientes para empezar a moler.

Total, continuó, Florentina, que no podía tener la boca cerrada, le urgía sacar miles de palabras para tener tranquilidad en su alma. La pareja, bien dispareja, con esa diferencia de edades, se caso, los padres estaban felices, era como un milagro, que un hombre mayor y con alguna estabilidad económica se hiciera cargo de Margarita.

El chismorreo comenzó
El chismorreo comenzó

Se casaron y los primeros meses parecían felices, si hubieran visto, decía mi madre, parecía que el hombre aquel se había casado con su hija, ella tan menudita, tan pequeña, pero según contaban era como una fiera cuando se enojaba.

La gente no dejaba de murmurar sobre la diferencia de edades. Una tarde, ahora recuerdo el nombre de aquel hombre, Filiberto García Pliego, llevó a Margarita al cine, al finalizar la función se encontraron con las hermanas Roldan, dos ancianitas solteronas, que no se aguantaron las ganas de echarle cacallacas al hombre por la diferencia de edades; en ese momento Margarita no desaprovechó la oportunidad para hacer notar que su marido era un viejo para ella.

La rabia contenida de Filiberto solo duró unos cuantos metros después de salir del cine, entonces furibundo le gritoneo a Margarita y le dio un bofetón para enseñarle a respetarlo; la niña se aguantó el dolor y solo se froto la mejilla, ni una sola lagrima derramó.

Se detenía la mejilla, con mucho coraje, no podía dejar de pensar en aquel golpe, jamás nadie la había golpeado, estaba resentida y con sed de venganza, llegó a la casa y sin más sirvió la cena y se fue acostar como siempre lo hacia.

Filiberto roncaba, pero las pesadillas no lo dejaban, a lo lejos escuchaba a su madre muerta que le decía, despierta, despierta, estas en peligro, entonces el hombre despertó, tenía sobre su cuerpo a Margarita, que estaba a punto de enterrarle un cuchillo, apenas le pudo detener el brazo.

Con sobre salto la zarandeo, le costo trabajo quitarle el arma, pero al final se impuso, preocupado la encerró en una recamara para esperar el amanecer y llevarla de regreso con sus padres.

El chismorreo comenzó
El chismorreo comenzó

Aquí esta su demonio, dijo a los padres, tomo del brazo a la niña y la aventó, no la quiero más, anoche me trato de matar, como venganza por que le di un bofetón, así es que aquí se las dejo.

En aquel momento la madre saltó y tomó ahora del brazo su hija para aventarla de regreso, entonces sentenció, nadie le dijo que Margarita era tranquila, ni que era sumisa, usted tuvo oportunidad de conocerla, si no lo descubrió es su problema, así es que es su mujer ahora y se la lleva, aquí no queremos deshonras, así es que tome a su mujer y arregle sus problemas en su casa.

Margarita y Filiberto caminaron por un buen rato, tomaron el tranvía y finalmente llegaron a su casa. Solo hablo el -no quiero que se me acerque, ni que me hable, hasta que se le quiten la costumbre de buscar venganza.

El tiempo pasó y la pareja no se reconciliaba, hasta que en ella cupo la prudencia, para entonces la niña ya tenía 16 años. Se acercó un buen día a su marido y le hizo una propuesta, vamos a ser civilizados, dijo, le parece, usted no me vuelve a pegar y yo no lo trato de matar nunca más.

Filiberto se quedó meditando la propuesta, la cual era muy sensata, aceptó sin mayor discusión, por la noche la pareja volvió a compartir la habitación, a los pocos meses nació el primer hijo y Margarita vivió aparentemente feliz, pero amigas… agregó Florentina, la niña recibió su recompensa, disfrutó de varios años de viudez como toda buena mujer.

La pasta de mole estaba a punto, Zenaida ya tenía preparada la cazuela molera con manteca para poder freír lo que Magda había molido con tanto ahínco.

El chismorreo comenzó
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